Es necesario defender todas las vidas
El debate acerca del aborto ha abierto, casi sin querer, la posibilidad de interpelarnos sobre el funcionamiento de algunas instituciones y conductas, que no solo tienen que ver con políticas públicas -o su ausencia-, sino también con los valores humanos que defendemos como sociedad.
Mientras que para la ciencia no caben dudas de la existencia de vida desde la concepción, los proyectos de interrupción voluntaria del embarazo intentan establecer fechas arbitrarias para la punibilidad del aborto basándose en meras especulaciones y dudosos tanteos científicos.
Donde hay vida, hay obligación legal de protección de los derechos. La interrupción del embarazo es un acto que obstaculiza el desarrollo de esa vida e imposibilita el ejercicio de todos los demás derechos, porque de lo que se lo está privando es de la oportunidad de ser y seguir siendo.
No deberíamos, a través del Estado, convalidar la práctica de la interrupción del embarazo utilizando el fundamento de salvar vidas. Es una contradicción evidente. La eventual legalización del aborto cuestiona no solo principios, sino derechos y garantías que hemos consagrado en nuestra Constitución y en las leyes y convenios internacionales a los que hemos adherido. Si la Ley Fundamental protege al niño por nacer, una ley que permita la interrupción de esa vida deberá ser declarada, sin más, inconstitucional.
En el ahora, todos debemos pensar qué estamos haciendo para prevenir, evitar y resolver las causas que llevan a una mujer a la situación límite de abortar corriendo riesgo su propia vida.
En lo que hace a los diferentes cultos, deberían preguntarse si sus propuestas y sus postulados, que en algunos casos niegan o restringen la educación sexual y los cuidados anticonceptivos, no precipitan embarazos no deseados y llevan a muchas madres adolescentes a la soledad, la discriminación y, en consecuencia, a tomar decisiones irreversibles.
Tampoco es novedad que el sistema de salud y los hospitales públicos en particular se encuentran desbordados para la atención médica de cualquier índole. Los recursos, campañas e información para la prevención de embarazos y enfermedades de transmisión sexual no son efectivos. ¿Esta ineficiencia se solucionaría mágicamente para que las mujeres sean atendidas para la práctica abortiva dentro de las 14 semanas y a solo 5 días de su requerimiento, tal como ordena el proyecto de ley? Solo se profundizarán las desigualdades y diferencias entre sectores sociales por el acceso a la salud.
Por ello, y más allá del resultado que pueda arrojar la votación en el Congreso, que esperamos que sea la reafirmación de la defensa de la vida en todas sus etapas, una reflexión surgirá del debate que acaba de comenzar.
Nadie o casi nadie desea llegar a la situación de un aborto, por lo que debemos esforzarnos por encontrar prácticas, métodos y programas educativos y de salud de real acompañamiento y contención social, para abordar en serio y sin excusas la realidad de los embarazos no deseados y de adolescentes en situación de vulnerabilidad.
El voto popular nos ha puesto en un lugar en el que debemos tomar decisiones de representación. Los partidos políticos han dado libertad individual para que cada miembro del Parlamento se exprese sobre el aborto. El debate de esta ley tiene una particularidad y es que no atiende a un proyecto político ni a la lucha por un espacio de poder. Acaso como nunca, el debate se está dando en el campo de los propios principios y de la propia conciencia. Y está bien que así sea.
La clave de la respuesta, más allá de las presiones mediáticas, de las marchas, de las encuestas a favor o en contra, deberá sustentarse en el principio de la vida y en que esa vida merece nuestra protección. En cada concepción hay un ADN que, en su individualidad, nos dice sin hablar que somos seres únicos e independientes.
Todos los que estamos debatiendo, sea cual sea nuestra posición, queremos defender la vida. Nosotros, en nuestro proceder, queremos defender todas las vidas.
Diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires, Frente Renovador
Carla Pitiot