Espera
Impecablemente peinada, ataviada con una elegante capa colorada, con unos coquetos zapatos negros y cubierto su rostro con un barbijo que hace juego, ella aguarda sentada sola, por más que la presencia de los dos guardias intente echar por tierra su imagen de aislamiento. Celular en mano, tal vez disfrutando de un video, leyendo mensajes, noticias, o lo que le venga en gana. A pesar de que está en el hall central de la Cámara de los Lores, en el Palacio de Westminster, debido al inicio de sesiones parlamentarias, que serán inauguradas por la reina Isabel II, nada en su actitud exuda inquietud. Todo en su lenguaje corporal es contrario al refrán que reza que “el que espera desespera”. No hay impaciencia ante la llegada de aquello que sabe que está por venir. Y tal vez sea ese el secreto de la ausencia de desesperación: saber que hay por delante, antídoto casi infalible contra la zozobra.