Editorial I. Ezeiza, la puerta del país
El Aeropuerto Internacional de Ezeiza es una de las principales puertas de ingreso a la República Argentina. De ahí la preocupación que genera el estado deprimente en que se encuentra, en la actualidad, esa estación aérea.
Los servicios que recibe el viajero -tanto el que se dispone a volar al exterior como el que llega procedente de otro país- son deficientes y precarios. En comparación con la experiencia recogida en los otros aeropuertos del mundo, Ezeiza impresiona como un ámbito hostil y degradado, en el que todas las calamidades imaginables tienen asiento.
Falta de limpieza en las instalaciones, absoluto desorden y desbordes de agresividad en la actitud de los ofertantes de servicios de transporte terrestre -que prácticamente se arrojan sobre el viajero que acaba de descender del avión y compiten entre sí con pésimos modales y hasta con acres gestos de violencia-; changarines que mueven descomedidamente los bultos y entablan también grotescas refriegas con sus competidores o con taxistas y remiseros; equipajes que se mojan en el trayecto del avión a la "cinta" distribuidora; baños públicos en lamentable estado o directamente clausurados en las horas de mayor afluencia; gestores que ofrecen desembozadamente trámites preferenciales para el desembarco; fumadores que practican su nocivo hábito en todos los rincones del aeropuerto, sin el menor respeto por los derechos de quienes no quieren ser convertidos a la fuerza en consumidores pasivos de tabaco; gritos, gestos inamistosos, fallas de coordinación, indisciplina generalizada. Esa es, a grandes rasgos, la primera impresión que recibe de la Argentina el turista que llega a estas tierras con la expectativa de descubrir un país cordial, acogedor, hospitalario.
Es probable que la empresa Argentina 2000, concesionaria encargada de organizar y coordinar los servicios del aeropuerto no haya tenido todavía el tiempo necesario para producir una transformación integral, que convierta a Ezeiza en la puerta de ingreso digna, ordenada y agradable que el país merece. Pero es lamentable que, a esta altura, no se hayan introducido por lo menos algunas modificaciones que demuestren la intención de cambiarle la cara a la principal estación aérea de la Argentina.
Hay cambios que no requieren un esfuerzo demasiado prolongado en el tiempo. Por ejemplo, la imposición de determinadas pautas de comportamiento a los vendedores de servicios de transporte o de carga, el mejoramiento de las instalaciones sanitarias o la preservación de los derechos de los no fumadores. Lo que hace falta para empezar a revertir esos factores de perturbación es, fundamentalmente, una voluntad clara y firme de anteponer los intereses del usuario por encima de toda otra consideración.
El país ha dado pasos importantes hacia su modernización en múltiples sectores. Se registraron avances audaces en la transformación de las estructuras económico-sociales y se llevaron adelante procesos de privatización que parecían, en el pasado, de ejecución virtualmente imposible. Sin embargo, no se ha avanzado lo suficiente, en general, en la toma de conciencia acerca de la necesidad de proteger los intereses de los usuarios y los consumidores. Las empresas privadas que sustituyeron a las obsoletas empresas del Estado y los organismos oficiales de control están en mora, en muchos aspectos, en la adopción de mecanismos que garanticen los derechos de quien, en definitiva, es la razón de ser de los sistemas de servicios públicos: el usuario.
Esa deuda todavía no saldada se pone de manifiesto de manera muy clara y patética en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. La Argentina necesita una puerta de ingreso menos desmoralizadora, más representativa de lo que el país está en condiciones de ofrecer a quien llega a su territorio. Es de esperar que la empresa responsable empiece dar, sin más demoras, pasos concretos en la dirección correcta.
lanacionar