Fatal
"El final de la crisis argentina será pronto. Estamos en las últimas fases del proceso, cerca del desenlace, que será fatal."
(Del ex ministro de Economía español y actual asesor del gobierno argentino Carlos Solchaga.)
Un error es fatal para la mayoría de los mortales, pero no para los economistas, que a mayor cantidad de errores acumulados, pronósticos torcidos y predicciones absurdas logran fatalmente mayor número de ofertas de trabajo. Haberse equivocado en grande es antecedente de mérito en el currículum de todo economista que se precie. Apoyado en la lista de sus afirmaciones fallidas, simplemente debe sentarse a esperar al lado del teléfono unos pocos minutos para que aparezca la llamada que le garantizará el nuevo puesto, y con él la supervivencia de su orgullo y de su estima.
* * *
Visto desde otro ángulo, ése puede ser el minuto fatal para quien disca, porque al revés que su economista de confianza él no está vacunado contra el descrédito que producirán sus planes y teorías. Sin embargo, como entregados a la fatalidad, al destino, los que tienen facultades ejecutivas suelen marcar con frecuencia en algunos casos superior a la imaginable el número equivocado, y ofrecer buen dinero por sus servicios precisamente a la persona que muy pronto habrá de mandarlos a la calle sin zapatos ni vestido.
* * *
Es verdad que por lo común ese ministro, ese asesor o ese consultor convocado se preocupa -como el astrólogo que balancea venturas y desgracias en el horóscopo por el que pagan los cándidos- por darle alguna esperanza a su cliente.
Le describe un futuro feliz y le hace creer que será consecuencia fatal de su sabiduría. Más infrecuente, en cambio, es el caso del gobierno argentino, que ha llamado a un Merlín español para que le cuente lo mal que va a terminar todo esto. Aunque tal vez haya también una contrapartida: será rápido, auguró el vate, y en la velocidad también se puede hallar consuelo.