Fuga
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Porque carecemos de un mercado de capitales de riesgo y porque la presión tributaria sobre el que comete la osadía de producir es no solo excesiva, sino además surrealista, tendemos a creer que uno de los peores problemas de la Argentina es que los emprendedores buscan horizontes más aptos. Que las pymes quiebren, muchas nada más empezar, durante sus años más vulnerables, es malo, definitivamente. Pero hay algo más grave para la Nación.
Detrás de todo emprendimiento hay una idea. Puede ser algo elemental. Puede ser compleja y disruptiva. No podemos saberlo de antemano. Nadie, ni siquiera su propio creador, pudo ver que ese kit rudimentario de 1976, la Apple I, se convertiría en una revolución que cambiaría el mundo por completo. IBM no lo vio, cuatro años más tarde, con su propio modelo 5150, mejor conocido como IBM/PC. Aplastar los brotes productivos no solo es frustrar sueños, dejar personas sin trabajo y empobrecer el ecosistema empresario local. No solo es castigar a los mejores y premiar a los peores. Es, sobre todo, matar ideas. El problema es que las ideas no mueren. Resurgen, hasta que consiguen prosperar. Sufrimos, así, una constante fuga de ideas. Y las ideas mueven el mundo. Siempre fue así; hoy más que nunca.
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