Puerto Libre. Gargantas cantoras en el Honorable Senado
Por Orlando Barone
El mayor entretenimiento pasa hoy por el semblanteo de los rostros de los senadores sospechados, involucrados o incriminados -el matiz casi siempre es inferior a la culpa-, y tratar de adivinar por intuición o pálpito cuál dice la verdad o cuál miente. Este pasatiempo psicológico permite al ciudadano espectador alivianar el peso dramático de tener que asumir que la política argentina es un misterio; porque un misterio son las acusaciones, y misteriosas son las operaciones por las cuales tal o cual senador es marcado como dudoso.
Cada conferencia de prensa es hoy un teatro cuyos respectivos protagonistas se autoimponen la ardua, y tal vez inalcanzable, tarea de lograr convencernos de que son inocentes. Todos tienen familia, tienen honor, tienen un nombre. Como si tal retahíla de justificaciones morales fueran el argumento más creíble para descartar y considerar imposible cualquier actitud deshonrosa de su parte. Pero casualmente todos los grandes delincuentes, los grandes corruptos, los grandes truhanes políticos y financieros, siempre tienen familias y honras que supuestamente defender y eso no les impide tener amantes, hijos adúlteros, cuentas secretas y numeradas, casas suntuosas y economías injustificadas.
En medio del sopor del jacuzzi y todavía sedados por las vacaciones de invierno, debieron salir a escena a improvisar un repentino rol para el que no estaban preparados. La honestidad, el carácter honrado debe ser uno de los rasgos de un personaje menos abundantes en el teatro; y además es el más difícil de actuar porque en la política y el poder hay cada vez menos modelos para inspirarse.
En la Argentina de los tiempos actuales, la confesión de un senador reconociéndose corrupto y de "tener calle" redescubre otra vez, con mayor identidad, la profundidad de la garganta. Y parece darle razón a un antiguo pensamiento: "El idiota no sabe qué hacer con el mal". Lo que no impide a la idiotez con cargo alcanzar un alto grado de prosperidad. Rimbaud, en Una temporada en el infierno , determinaba que "la moral es la debilidad del cerebro". El poeta francés ya auguraba hace más de un siglo la futura fortaleza cerebral que distinguiría al Senado argentino. La estupidez no tiene geografía: ¿la tiene el soborno?
A esta sociedad, tan proclive a calificar de buchón a quien se anima a dar testimonio de delitos, parece haberle llegado la hora de los buches que, como se sabe, son enjuagues que necesitan escupirse cantando, canturreando o "Cantarero".
El Senado expuesto como una garganta iluminada por el haz de luz que nace del instrumento de un otorrinolaringólogo, ha empezado a exponer su desmesurado buche cargado de versiones, confesiones, cinismo, impotencia, prepotencia y desatino. Y el otorrinolaringólogo, que ha visto y escarbado en tantas gargantas infectadas o pútridas, se ha quedado pasmado de que esa garganta del Senado sea tan profunda e insondable como "un cuarto oscuro".
La repercusión del diagnóstico, todavía precoz, acaso sorprenda luego de una década en la cual ese diagnóstico había sido conocido en sucesivos y escandalosos affaire s que de tan presuntuosos siempre terminaban con "gate".
Aunque sin llegar, no obstante, a provocar pánico institucional, ya que contaban con el callado silencio de la Justicia y la distracción de tantos venerables grupos económicos que no se sintieron nunca inquietos por la seguridad de la patria ya que los ingresos les entraban a chorros.
En diez años en los cuales la prensa fatigó denuncias que sólo podrían pasar inadvertidas en algún país amnésico y con la gente entretenida en los shoppings , no hubo gargantas profundas ni hubo buchones ni anónimos que aspiraran a un auténtico "deschave". Gigantescas leyes como la que amplió el número de jueces de la Corte Suprema o la que impulsó la venta de YPF, por la tercera parte de su valor actual y previa expulsión sin retorno de cincuenta mil trabajadores inviables, deben haberse aprobado con tanta pureza que nadie puso en duda su consenso. Comisiones de investigación antimafia y de la aduana paralela llegaron a conclusiones inconclusas; mientras que grandes gobiernos democráticos del mundo distinguían desinteresadamente al nuestro con elogios y condecoraciones.
Hace seis años, el entonces diputado Aldo Rico, acusado públicamente por integrantes de su antiguo partido de haberse pasado al staff de reelección de Duhalde mediante un beneficio millonario, posó y actuó como constituyente en Santa Fe y se verá incluido en la historia argentina. El futuro lo encontrará fotografiado en el paraninfo de la Asamblea como uno de esos ilustres próceres que de niños veíamos enmarcados en la Casa de Tucumán, y a sus nietos dándose corte en la escuela.
Un actual senador nacional, Carlos Corach, fue elegido en una interna en la que recogió menos de treinta mil votos del padrón de una ciudad con tres millones de ciudadanos. Y a nadie le parece inmoral una representatividad de tamaño micro. Hay una aquiescencia fraterna en los pliegues y repliegues de una democracia que, tal vez, debe estar pagando -igual que la literatura actual- la paulatina disolución del contenido. Ramón Ortega, senador por Tucumán, ve interrumpido su sudor privado en la organización del Festival de Cosquín por culpa de anecdóticos y gratuitos problemas del Senado.
Carlos Menem, ajeno a todo, quiere recomenzar de nuevo su civilizador proyecto moral todavía inconcluso, ya que Bauzá no alcanzó a terminar bien su trabajo. Un senador decano, con impecables canas, tardó medio siglo de política en darse cuenta de que los reyes magos eran los padres. Un ex presidente se asombra y dice que de probarse el soborno renunciaría a la política. Es refrescante que una persona mayor siga asombrándose como un niño a pesar de la experiencia.
Coti Nosiglia, humilde, siempre reaparece en escena medio sesgado, algo escondido en la trama del cuadro. De Santibañes ejerce con convicción el papel de actor secundario al que se le hace agua la boca por robarse el papel protagónico. El senador entrerriano, que fuera de su palacio -obviamente heredado- pasa por ser un senador modesto, advierte los riesgos que entraña andar buscando culpables donde no hay inocentes.
El dueto principal del Gobierno -unido, escindido o dominado- se resiste y defiende en un magma de consistencia relativa y de resultado impredecible.
No hay caso: alguien ha errado el horóscopo argentino.
La carta astral, por error, debe estar incluyendo el agujero negro de la capa de ozono.
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