Genética
Perdió y evitó la polémica pero, ¿qué habría pasado si la primera atleta transgénero en competir en los actuales Juegos Olímpicos de Tokio, Laurel Hubbard, de Nueva Zelanda, le hubiese arrancado el oro a la china Wenwen Li, que ganó en la disciplina de levantamiento de pesas?
Todo un dilema para los deportes de alta competición ya que la predisposición física masculina a tener más fuerza y velocidad plantea una desigualdad embozada si quien se mide con mujeres fue hombre en su vida anterior. Para diluir esas diferencias, las atletas trans se someten a largos tratamientos para bajar sus niveles de testosterona. Pero a veces son insuficientes. Los muchachos pueden aventajar hasta en un 30% en el rendimiento físico a las chicas. De hecho, Hubbard compitió hasta 2012 como varón, pero empezó a cosechar más premios desde que pasó a la categoría femenina.
Cada cual tiene el derecho de autopercibirse como más le plazca, pero -¡atención!- la genética original no entiende de géneros y sigue su curso implacable. Por eso también, varones que mutan a mujeres (vale también para “no binarios”) deben sumar a sus chequeos médicos habituales, los exámenes anuales que demanda su sexo original.