Editorial II. Golpe a la paz en Medio Oriente
La violencia y el extremismo fundamentalista han reaparecido en Medio Oriente, dejando a su paso muerte y destrucción que debilitan los esfuerzos de paz tras la retirada israelí de los territorios ocupados. La esperanza de un avance hacia la pacificación de la región pierde terreno después de la escalada que incluyó el atentado atribuido a la organización terrorista Jihad Islámica y la represalia israelí, con ataques aéreos en el norte de la franja de Gaza.
A la inestabilidad y a los enfrentamientos entre Israel y palestinos se debe sumar la tensión causada por el llamado del presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, a borrar del mapa al Estado judío.
El reciente ataque suicida cometido en la ciudad de Hadera, al norte de Tel Aviv, que dejó cinco víctimas fatales, sucede a otros atentados y a operaciones israelíes, en una de las cuales mató a uno de los responsables militares en Cisjordania de la organización Jihad Islámica, Luay Saadi.
No sorprende, entonces, que el primer ministro israelí, Ariel Sharon, haya anunciado el comienzo de una campaña antiterrorista de gran envergadura y sin límite de tiempo.
La Autoridad Palestina, por su parte, ha condenado el atentado. Sin embargo, su presidente, Mahmoud Abbas, no parece tener la fortaleza ni el liderazgo suficientes para impedir el accionar de los terroristas palestinos, razón por la cual Sharon ha descartado toda reunión con él hasta que tome medidas concretas contra los grupos terroristas.
Abbas pidió a los extremistas que dejaran de dar pretextos a Israel para lanzar ataques, y consideró que el atentado en Hadera está en contra de los intereses palestinos porque con ello se intensificará la violencia en la región.
En Teherán, el presidente radical de Irán, Ahmadinejad, afirmó que Israel "debe ser eliminado del mapa" y que si algún país islámico osase reconocer su soberanía "estallarán las llamas de la rabia en la nación islámica".
Estas expresiones, que fueron respaldadas por una multitudinaria manifestación popular en las calles de Teherán, provocaron un amplio repudio internacional. El líder del régimen teocrático iraní, que avanzaba hacia un acuerdo con la comunidad internacional para desarrollar un plan atómico de energía, no ha hecho otra cosa con sus desvaríos que alimentar el temor mundial por sus reales pretensiones. En este clima sería un grosero error darle luz verde para que avance en un programa nuclear, porque sería difícil de creer el objetivo de obtener energía eléctrica barata.
Esa postura iraní contradice los propósitos y principios de la carta de las Naciones Unidas. En efecto, su posición se enfrenta con el objetivo de fomentar entre las naciones las relaciones de amistad, fortalecer la paz y de abstenerse de poner en peligro la paz y seguridad internacionales.
Esta postura extemporánea iraní y la escalada de violencia entre israelíes y palestinos en nada contribuyen al proceso de paz, que debería florecer en Medio Oriente para acabar con décadas dominadas por la muerte.
lanacionar