Golpe al narcotráfico
LA detención de siete traficantes de heroína colombiana vinculados con el traslado de esa sustancia a los Estados Unidos, sumada al apresamiento en este país de unos cuarenta correos -o "mulas", como se los designa en la jerga de ese peculiar circuito delictivo- de nacionalidad argentina, constituye uno de los golpes de mayor valor estratégico que se le han asestado al comercio de drogas en nuestro país, teniendo en cuenta las extensas ramificaciones de la red desbaratada.
Es altamente satisfactorio que investigadores y magistrados de nuestro país, trabajando por fin orgánica y mancomunadamente, hayan conseguido tener éxito en un campo en el que, pese a la profusa variedad de información sobre aspectos parciales que han estado brindando los organismos especializados, pocos habían sido hasta ahora los logros alcanzados en el terreno efectivo de los hechos.
Por supuesto, junto con ese motivo de satisfacción es inevitable que crezcan en el ánimo colectivo la inquietud y la preocupación, en la medida en que la magnitud del operativo hace pensar que estamos asistiendo a un crecimiento acelerado del narcotráfico en el medio local.
Las peores previsiones -formuladas con reiteración en los últimos años- aparecen ahora corroboradas. Hoy ya no se puede dudar de que Buenos Aires -la Argentina, en general- se ha constituido en importante y sistemático puesto de paso para el narcotráfico continental. Sobran evidencias acerca de que el destino principal de la droga que transita el territorio nacional son los Estados Unidos, sea por vía directa, o bien mediante una escala en Venezuela, país en que las "mulas" incorporan su vil cargamento para continuar con el proceso de distribución. No olvidemos, al respecto, que la nacionalidad argentina de los implicados es un factor que facilita el ingreso sin visa al país del Norte.
El buen resultado del operativo que ha permitido detener a tan alto número de agentes del narcotráfico no debe hacernos olvidar que estas políticas son realmente fructíferas en la medida en que tienen continuidad y son encaradas como auténticas estrategias de Estado. Bien está que policías y jueces hayan dado esta prueba de energía y eficiencia, pero es necesario tener presente lo mucho que queda aún por hacer en la materia.
La sociedad argentina debe asumir con firmeza su compromiso ético con una causa que interesa de manera primordial, hoy, a la humanidad en su conjunto. Y que afecta de modo muy claro a nuestro propio país, ya que la utilización de nuestro territorio como camino usual de la droga -de acuerdo con lo que enseña la experiencia- provoca inevitablemente contaminaciones físicas y morales cuyo efecto deletéreo no tarda en hacerse sentir.