Hacia arriba
DUBLÍN, IRLANDA.- La niña recibe el pase, va a atajarlo. Es un juego que viene de años, de siglos. Cada generación sube un poco más alto la colina, verde o seca, soleada o lluviosa. El territorio es la vida de las mujeres y la libertad, un ascenso sostenido sobre la soberanía de sus cuerpos. Esa procesión nunca fue en solitario, aunque primero hayan sido un puñado, muchas veces acorralado, marcado y destruido de manera ejemplarizante; las mujeres reescribieron otra historia, la narraron a sus hijas, vecinas, aprendices. Esa escritura urdida puertas adentro hoy se legitima con la fuerza de la ley, y aunque en la trama pública aún persistan los discursos agoreros, lo real es que las aves vuelan a diestra y siniestra solo por la calidad de los vientos, ajenas a la interpretación de los hombres. Y las mujeres escalan las más escarpadas montañas, en sincrónica y alegre multitud.