Hay que reducir el consumo de combustibles fósiles
Septiembre fue el mes más caliente en el planeta. Se registró la temperatura más alta desde que comenzó este registro en 1880, según informo la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos. Por eso es preocupante que la reunión de las Naciones Unidas en Lima haya terminado sin compromisos firmes. Los países apenas acordaron presentar, durante 2015, futuros compromisos de reducción de emisiones. Recordemos que ya en la reunión de Copenhague, de 2009, los países habían asumido el compromiso de no cruzar el límite de 2 °C en el aumento de la temperatura global.
Recientemente se han conocido advertencias sobre nuestro futuro. El panel de científicos convocados por las Naciones Unidas (UN-IPCC Cambio Climático), en noviembre nos alertaba con estos cuatro importantes mensajes: 1) La influencia humana en el clima es clara, las emisiones recientes de gases invernadero son las más altas de la historia. 2) Los cambios registrados en el clima desde 1950 no tienen precedentes. La atmósfera y el océano se han calentado. Disminuye la cantidad de hielo y nieve y sube el nivel del mar. 3) La concentración en la atmósfera de CO2, metano y otros gases no tiene precedente en los últimos 800.000 años. Esta concentración ha sido la causa principal del aumento de la temperatura desde 1950. 4) Si continúan las emisiones de gases seguirá aumentando la temperatura. Hay probabilidad creciente de cambios climáticos irreversibles con severos impactos en la población y los ecosistemas. Por eso se requiere una sustancial reducción de las emisiones.
Similares advertencias se encuentran en el informe de la Agencia Internacional de Energía, también de noviembre, con tres mensajes. Primero, las medidas anunciadas hasta ahora por los gobiernos para reducir las emisiones de CO2 son insuficientes para lograr la meta de 2°C. Segundo, las emisiones aumentarán un 20% hacia el 2040, apuntando así a un incremento de la temperatura global de 3,6°C. Por último, respetar el límite de los 2° C exige una acción global inmediata.
Nada de esto debería sorprendernos, si consideramos la evolución de la presencia humana en la Tierra. En el siglo I, los humanos eran apenas alrededor de 250 millones; debido a un lento crecimiento demográfico de 420.000 personas por año, hacia la época de la Revolución Industrial (1800) éramos 1000 millones. Gracias a los avances sanitarios y las mejores condiciones de vida, entre 1800 y 1945 la población crece en 9 millones de personas anualmente, hasta llegar, al final de la Segunda Guerra Mundial, a 2300 millones. Desde esa época hasta la actualidad, los humanos ocupamos aceleradamente el planeta y la población trepa unos 70 millones anuales. Por eso ahora somos 7200 millones de personas en todos los continentes. En 2050, seremos más de 9000 millones, es decir, 36 veces más que en la época de Nerón.
Si este aumento de la población es considerable, es aún mayor el aumento en la producción de bienes, generado por los grandes avances tecnológicos; durante el siglo XX, impulsado por la Revolución Industrial, el PBI mundial se multiplicó 19 veces. Por esta razón, durante el siglo XX se produjeron más bienes que toda la producción acumulada desde Adán hasta fines del siglo XIX.
El cambio climático ya ha comenzado a sentirse en el planeta (tormentas, inundaciones y sequías). Al actual ritmo de crecimiento de las emisiones, la temperatura global podría incrementarse en 5° C hacia fines de este siglo. Los países en desarrollo serán muy vulnerables, ya que dependen de los recursos naturales y están ubicados en zonas tropicales. La buena noticia es que es falso un dilema entre crecimiento económico y más emisiones, o menos crecimiento para tener menos emisiones. Es posible, mediante innovaciones tecnológicas y reformas institucionales globalmente implementadas, aspirar a un planeta con crecimiento económico, esencial para abatir la pobreza mundial, pero con menos emisiones.
Si se desea que el aumento de la temperatura global no supere los 2° C, respetando así la meta de Copenhague, será necesario transitar por un distinto sendero en lo que hace al consumo de energía. Deberíamos estar consumiendo, en 2030, menos energía que ahora. Esta reducción en el consumo exigirá conservación y eficiencia energética. Para lograr este objetivo habrá que reducir el consumo de combustibles fósiles, carbón, pero también petróleo y gas, y al mismo tiempo duplicar la utilización de las energías renovables esencialmente "limpias", como la eólica y la solar. La energía hidroeléctrica y la nuclear también podrán jugar un papel en la reducción de emisiones.
La reducción en el consumo de energía exigirá el desarrollo del transporte masivo; y, en el caso de ciudades, más iniciativas como el Metrobus. Para las cargas y el transporte interurbano, la modernización del ferrocarril. Necesitaremos una mayor eficacia energética en los procesos industriales, y modificaciones en la construcción de edificios y viviendas. También será necesario asegurar la preservación de los bosques, para que sigan cumpliendo su rol de captación de emisiones.
Tanto China, que es el principal contaminador mundial (27% del total), y Estados Unidos (17) no han asumido compromisos efectivos de reducción de emisiones. Recientemente Obama y el líder chino Xi Jinping acordaron reducir en el futuro sus emisiones. Fue un paso positivo pero insuficiente, ya que las reducciones prometidas no lucen eficaces para evitar una crisis ambiental.
Habrá que esperar a la reunión de Naciones Unidas en París, dentro de un año. Ésa será casi la última oportunidad que tendremos de definir un programa mundial que respete la Tierra que hemos recibido en préstamo de nuestros descendientes. Por esta razón es necesario que nuestras fuerzas políticas comiencen ya a reflexionar sobre la posición que deberemos asumir en París en diciembre de 2015. La política no debe ignorar el futuro del planeta.
El autor es miembro de la Academia de Ciencias del Ambiente