"Hemos creado un autómata: el mercado financiero global"
Teórico de la sociedad de la información, el sociólogo catalán afirma que el actual modelo no tiene clases, sino inclusión y exclusión
En noviembre último, el sociólogo catalán Manuel Castells, nacido en un pequeño pueblo de Albacete en 1942 y conocido como el profeta de la aldea global o el gurú de la sociedad de la información, renunció a su puesto en la Universidad de Berkeley, San Francisco, Estados Unidos, luego de 21 años de transmitir sus conocimientos.
Regresó entonces -con fama y con gloria- a España. Treinta y ocho años habían transcurrido desde el día en que el autor de la formidable trilogía La era de la información: economía, sociedad y cultura (Siglo XXI), escrita en inglés y traducida entre otras lenguas al chino, dejó su tierra para exiliarse en Francia, al abrigo de sus ideas libertarias y a distancia de la dictadura de Francisco Franco.
Su retorno a Barcelona lo depositó en la cúspide de la comunidad académica. Volvió para presidir el reconocido Instituto Interdisciplinario de Internet (IN3), de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC-Universidad Abierta de Cataluña), una casa de estudios que está a la vanguardia de la enseñanza por la Web.
Y preside, desde este año, el consejo asesor del posgrado que, por estos días, atrapa el interés de millares de jóvenes en la costa mediterránea: el doctorado sobre La sociedad de la Información y el Conocimiento, que este año la UOC pone en marcha.
De Castells, hombre de trato accesible y humor agudo, que prefiere ser llamado profesor, y de su trilogía a partir de la cual se lo compara con Max Weber, el politólogo Alain Touraine dijo: "Será un clásico del siglo XXI". Su repercusión es tan amplia que el prestigioso periódico The Financial Times dijo de él: "Castells ha dado sentido a esta sociedad global y a nuestro espacio en ella".
La era de la información es la obra de su vida, aunque no de sus desvelos luego de haber batido en retirada a un cáncer en los últimos años. Escribió esas 1400 páginas "para entender el mundo en que vivimos".
Esta semana, en el discurso inaugural de presentación del doctorado, el catedrático catalán dijo: "Internet es el tejido de nuestras vidas. No es futuro. Es presente. Es un medio para todo. Internet es la sociedad, expresa los procesos sociales, los intereses sociales, los valores sociales, las instituciones sociales. Su especificidad es que constituye la base material y tecnológica de la sociedad red".
A mediados del mes último terminó de escribir su libro La galaxia Internet. Reflexiones sobre Internet, empresa y sociedad , que en octubre próximo publicará en nuestra lengua Plaza & Janés.
En diálogo electrónico con La Nación desde Barcelona y luego de regresar de un viaje por Siberia, Castells dijo, entre otras cosas dignas de quitar el aliento: "En el mundo de hoy nadie manda realmente. Ese es el problema. Por tanto no hay objetivo claro ni punto de referencia. Todos los que mandan son mandados de otros. Y por encima de todos está el poder real, inhumano, global, de la red de capital y tecnología que hemos creado, que nos da -a la vez- prosperidad y desigualdad, creatividad y desintegración".
-¿En qué mundo vivimos?
-En un mundo interdependiente, conectado mediante redes de información y de dinero, que están fundadas en sistemas electrónicos de comunicación basados en la generación de conocimiento y procesamiento de información, y codificados culturalmente.
-En la sociedad-red actual, ¿cómo podemos identificar a las nuevas clases sociales?
-El concepto de clase está desfasado. La verdadera oposición está entre redes tecnoeconómicas y tecnoculturales automatizadas, sin control central, y la experiencia humana, subordinada a estas redes. Luego hay ricos y cada vez más pobres, porque las redes favorecen estructuralmente a una minoría.
Pero las clases sociales se construyeron como agentes colectivos de control de la producción y de orientación de la sociedad, no sólo como un mundo de arriba y abajo. En este sentido, la nueva sociedad-red no es una sociedad de clases, sino de inclusión-exclusión y de sentido-vacío.
-¿Cuáles son las dimensiones que definen la era de la información?
-La globalización económica y los medios de comunicación. La articulación de toda actividad humana en torno de redes electrónicas. El fin del Estado-nación soberano y el surgimiento del Estado-red. El surgimiento de nuevas formas empresariales en torno de Internet. La crisis de las ideologías de la sociedad industrial y el declive de sus principales actores. El ascenso de la cultura individualista-libertaria y de las resistencias comunitarias y las fundamentalistas. La identidad como fuente de sentido esencial. La crisis de legitimidad de las instituciones políticas y de los partidos políticos de masas. El ascenso del crimen globalizado y su penetración en los sistemas políticos e institucionales. La aparición de nuevos movimientos sociales, centrados en pensar desde lo local, donde está la identidad, y en actuar desde lo global, donde está el poder. Y la crisis de las categorías tradicionales del pensamiento para identificar el mundo en que vivimos.
-Por favor, defina el paradigma que nos rige.
-Es el informacionalismo, un paradigma de organización social en el cual la riqueza, el poder y el sentido dependen de la capacidad tecnológico-cultural-organizacional de generar conocimiento y procesar información.
-¿Cuál es el papel de una nación soberana hoy, o acaso estamos en manos del mercado financiero mundial?
-Los Estados-nación han perdido soberanía, porque para subsistir la tienen que compartir. Pero no desaparecen. Pueden influir para mejorar o empeorar la vida de la gente, y son esenciales en la redistribución de la riqueza. Pero no pueden controlar los flujos financieros globales. Esto está probado. Sobre todo, no pueden si los Estados Unidos no quieren, y no hay ninguna razón para que los Estados Unidos quieran un control que desfavorezca a esos flujos financieros centrados en su área de influencia.
En cambio, puede intervenir en éstos, enviando señales atractivas a los inversores. En la práctica, la mayoría de los Estados, sobre todo en América latina, se han concentrado en asentarse en el nuevo sistema global con la promesa de que la buena vida llegaría después. Es algo similar a lo que prometían los comunistas a sus pueblos: sufrir ahora para construir el mañana radiante de las nuevas generaciones.
-¿Cómo podrán superarse las dolorosas desigualdades de la sociedad global?
-No puedo contestar eso. Yo sólo planteo las preguntas sobre la base de un análisis lo más riguroso posible. Las respuestas no dependen de los intelectuales ni de los técnicos, sino de los actores sociales y políticos. Todo dependerá de qué país se trate, en qué condiciones, según qué intereses, qué valores y qué proyecto social.
-Entonces, ¿cuál es la educación ideal para los jóvenes de modo de asegurarles una adaptación al cambio constante?
-Por un lado, esa educación debe proporcionar capacidad intelectual para encontrar la información en la Red, convertirla en conocimiento y aplicar ese conocimiento específico a la tarea que en cada momento uno se asigna. Lo esencial no es tener una calificación determinada, sino la capacidad mental de procesar información, cualquiera que sea.
Los docentes deben estar abiertos a la nueva pedagogía, a las nuevas tecnologías. Y si la escuela no es todo, es la base. Pero sin un cambio pedagógico, sin una reforma institucional y sin recursos para el sistema público de educación, lo demás son parches e ideología.
Luego es esencial desarrollar la autonomía de la persona, para que pueda decidir por sí misma, autoprogramarse como trabajador y como ser humano en torno de objetivos decididos en forma independiente a lo largo de su vida.
Además, es menester desarrollar personalidades flexibles, con capacidad de adaptación continua. Y, finalmente, para no romperse es esencial tener un anclaje fuerte, si es posible, en afectos. Pero como eso es cada día más difícil, lo más seguro es tener valores éticos y morales claros, firmes, no cambiantes. Es decir, una brújula interior. El ciudadano del tercer milenio debería de ser responsable, tolerante, informado y autónomo. Y no debe fiarse del gobierno, aunque de alguna forma necesitemos gobiernos.
-¿Cuál es el poder real que decide nuestras vidas?
-Es un poder metarreal, hecho de circuitos electrónicos automáticos en los mercados financieros globales que responden a turbulencias de información impredecibles. Hemos creado un autómata, el mercado financiero global.
Sólo en los Estados Unidos, el año último, se procesaron en los mercados de acciones y obligaciones cerca de cien billones de dólares (son doce ceros), esto es, diez veces más que su PBI. Y en los mercados de divisas se intercambian diariamente cerca de 2,3 billones de dólares, más que el PBI de Francia o del Reino Unido. A eso se suma la turbulencia de los grandes medios globales de comunicación e información.
Todo esto no lo decide una elite del poder ni una clase política, sino una lógica estructural deshumanizada. Ahora bien, eso es sólo una parte del proceso. Porque nuestras vidas, de última, las decidimos nosotros en forma individual y colectiva. El problema es que entre el mercado financiero global y uno mismo hay múltiples mediaciones. Y la acción de resistencia no es fácil.
-¿Cómo continuará el actual modelo de concentración empresarial?
-Continuará con un modelo-red. Esto es, concentración del capital, descentralización de la gestión y reticulación de la ejecución.
-En esta sociedad-red, ¿tiene el capitalismo asegurada la vida eterna?
-No, nada es eterno, ni siquiera el capitalismo. Pero sí puede tener un buen siglo de vida. Y ése es el nuestro.
-¿Recuerda usted otra etapa de la civilización donde haya existido una polaridad tan fuerte, con un 20 por ciento de la gente concentrando el 80 por ciento de la riqueza?
-Francamente no tenemos estadísticas comparadas. Pero entre Roma y el resto del mundo occidental, o entre China y el resto del Este asiático los parámetros no debieron de ser muy distintos. La verdadera piedra de escándalo es el desfase entre la extraordinaria capacidad de creatividad cultural y de productividad tecnológica que tenemos en esta era y el hecho de que la mitad de la población mundial nunca, pero nunca, recibió o realizó una sola llamada telefónica.
-¿Cuáles son a su juicio los cuatro jinetes del Apocalipsis de esta era?
-El autómata financiero global, el fundamentalismo ideológico-religioso, el dogmatismo político y el autismo social.
-¿Qué debate inminente debería darse en la sociedad de la información?
-Aprender a repensarlo todo, más allá del miedo y de la incertidumbre. Atreverse a ser.
-¿Cómo se humaniza la mundialización?
-Localizándola.
-¿Qué echaremos de menos cuando volvamos la vista atrás?
-El no habernos sentido humanos en su conjunto.
Debate clave
Los movimientos surgidos en Seattle, Washington, Praga como contracara de la globalización, tienen, en opinión de Castells, un valor clave. "Son esenciales. Han replanteado los términos del debate. Se ha pasado de una fuerza natural a un debate social. Las grandes empresas, los gobiernos, el Banco Mundial -aunque no el FMI- están repensando estrategias y objetivos. Pero, cuidado con los idealismos. Porque, por ejemplo, la fuerza principal en Seattle fueron los sindicatos norteamericanos movilizados en favor de objetivos proteccionistas y en detrimento de la inversión en América latina y otros países de menor desarrollo. Los componentes de esos movimientos son muy diversos, el paso de la negación a la propuesta es muy complicado y tiende a ser influido por la izquierda trasnochada. Lo esencial es retener que se ha forzado un debate que antes no existía."
Perfil
- Manuel Castells nació en la localidad de Hellín, Albacete, en 1942.
- Durante los últimos 21 años fue profesor en la Universidad de Berkeley, California, una de las más prestigiosas del mundo, cargo al que renunció el año último para trasladarse a vivir a Barcelona, ciudad de la que había partido, en 1962, al exilio.
- En Estados Unidos enseñaba Sociología y Planificación Urbana y Regional.
- La obra que lo convirtió en uno de los máximos especialistas en sociedad de la información es su monumental trilogía: La era de la información: economía, sociedad y cultura.
- Entre sus más de 30 títulos se cuentan: El poder de la identidad, La sociedad-red y Fin del milenio.
- Es además profesor (en excedencia) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.
- Fue académico y director del Instituto de Sociología de Nuevas Tecnologías, de la Universidad Autónoma de Madrid y profesor de sociología de la Escuela de Altos Estudios de París, Francia.
- Es doctor en Sociología, de la Universidad de París-Nanterre, profesor y consultor de la Unesco, profesor de la Universidad de Montreal, Canadá y de Wisconsin. Es también profesor visitante de la Universidad Católica de Chile.