Henrique Capriles: la opción venezolana al autoritarismo
El domingo pasado, tal como estaba ciertamente previsto, la oposición venezolana -sólidamente unificada- realizó sus elecciones primarias. Prolija y ordenadamente. Y sin incidentes de ningún tipo. Con una concurrencia masiva -de tres millones de votantes- que resultó muy superior a lo que los analistas habían previsto. Más aún, con un resultado contundente. Sin margen para las dudas. Lo que es un poderoso mensaje para Hugo Chávez. Y una razón para la esperanza. Porque ha quedado visto que muchísima gente superó el miedo. Pese a las amenazas de que votar en las primarias de la oposición podía significar la pérdida del empleo público o de los subsidios que, con el dinero de todos, Chávez reparte caprichosamente.
Con sólo una tercera parte de las mesas normales abiertas, el 16% del total del padrón venezolano concurrió libremente a votar. Esto es nada menos que el 57% de la oposición. Muchas más personas, entonces, que en ninguna elección del oficialismo hasta ahora. El PSUV logró -como máximo- que el 38% de los partidarios del gobierno de Chávez (algo más de dos millones de personas) concurriera a votar, contando para ello con las clásicas caravanas de ómnibus contratados y con el reparto de las dádivas de rigor que caracterizan al populismo.
Capriles, pese a su juventud, es en rigor todo un veterano de la política. Ha sido alcalde, legislador y ahora es gobernador. Siempre exitosamente. Se auto-define como un progresista.
Henrique Capriles, el gobernador del estado de Miranda -el segundo más populoso de Venezuela, que incluye buena parte de Caracas- con sus jóvenes 39 años representa la consolidación de una nueva generación de políticos. Resultó un claro vencedor, con más de un millón ochocientos mil votos en su favor. Esto supone haber más que duplicado los votos de su contendor más cercano: Pablo Pérez, el actual gobernador del estado de Zulia, que contiene a una parte sustancial de los hidrocarburos venezolanos. Pérez, al conocerse los resultados, se alineó lealmente con Capriles, haciendo así público su inmediato y total apoyo al vencedor.
Capriles, pese a su juventud, es en rigor todo un veterano de la política. Ha sido alcalde, legislador y ahora es gobernador. Siempre exitosamente. Se auto-define como un progresista. Es abogado, especializado en impuestos. Nieto de una víctima del Holocausto, es católico. Incansable y generoso. Talentoso y valiente, irradia simpatía. Pese a haber nacido en una familia con recursos, dedicó lo sustancial de su vida a luchar -sin descanso- en el convulsionado escenario de la política venezolana. Pese a todos los riesgos que ello supone. Al conocerse el resultado, invitó generosamente a todos sus contendores a subir -con él- al escenario, lo que todos hicieron, en señal inequívoca de unidad y solidez.
Los ciudadanos de Venezuela tienen ahora una opción cierta y concreta a Hugo Chávez. Y la posibilidad de regresar a la democracia, recuperando todas sus libertades esenciales.
Los ciudadanos de Venezuela tienen ahora una opción cierta y concreta a Hugo Chávez. Y la posibilidad de regresar a la democracia, recuperando todas sus libertades esenciales. No es poco. Si lo logran, sus consecuencias se extenderán por la región, más allá de su propio país.
Pero el camino es largo y recién empieza. Capriles, que sufrió prisión en manos de Chávez, lo sabe bien. Está claro que enfrentará a un personaje patológico, que se cree predestinado y que no vacilará en gastar los recursos del Estado para su propio beneficio político. Que domina -a su antojo- los medios de comunicación masiva. Que intimida, divide, y enfrenta. Que lastima y demoniza, sin cesar. Que todo lo distorsiona en su propio beneficio. Y que presumiblemente sería capaz de recurrrir, de pronto, hasta al fraude o a la fuerza. Saben además que para todo ello Chávez, como ex militar, cuenta con el apoyo total, no sólo de los mandos del ejército y de los servicios de inteligencia venezolanos, sino también de los cubanos.
Los venezolanos advierten, sin embargo, que la economía de su país (pese a la inmensa riqueza petrolera) está desquiciada, con la inflación más alta de la región, que hasta supera a la argentina. Saben además que viven en medio de una inseguridad personal extrema. Y que la salud de Chávez no es garantía de nada. Por esto, después de 13 años de sufrirlo, pensarán dos veces antes de conferir a Hugo Chávez un tercer mandato, por seis años más.
Después de 13 años de sufrirlo, pensarán dos veces antes de conferir a Hugo Chávez un tercer mandato, por seis años más
Capriles cree que sus conciudadanos están hartos de los enfrentamientos fomentados constantemente por Hugo Chávez, que los sofocan y lastiman, por lo que, con un mensaje de esperanza, predica la unión. Y de inclusión seria.
Por eso su mensaje, a la hora del triunfo fue: "Mi partido se llama Venezuela". A lo que agregó: "No soy un mesías, sino un servidor público", lo que muchos políticos parecen haber olvidado, desde que están para servir a quienes los eligen, y no para ser servidos. Y: "No sólo se trata de ganar el 7 de octubre, sino de gobernar a Venezuela".
Chávez por primera vez luce políticamente vulnerable. Al menos en un escenario normal y transparente. Parecería difícil que, como en el 2006, con una oposición entonces absolutamente fraccionada, Chávez pueda obtener en octubre próximo el 63% de los sufragios. Pero lo cierto es que hay casi una tercera parte del electorado que, al ser entrevistada, no se pronuncia ni a favor, ni en contra de Chávez. Son los llamados "ni-nis". Presumiblemente será su voto el que, en última instancia, decida la elección dentro de ocho meses. No obstante, por ahora la oposición viene haciendo un trabajo absolutamente impecable, que -de mantenerse- puede generar los resultados esperados.
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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