Hinchas argentinos que nos avergüenzan
Pese a que nuestro seleccionado avanzó poco en el Mundial de Rusia , logró obtener allí un título, si bien lamentable: fue el país con mayor número de hinchas expulsados por mala conducta, violencia, abuso verbal de mujeres y manifestaciones homofóbicas. Fueron 49.
Esta verdadera vergüenza tiene antecedentes y marca una peligrosa tendencia, pues, según se ha informado, el de Rusia fue el cuarto Mundial consecutivo en el que nuestro país estuvo al frente en cantidad de hinchas expulsados.
La exportación de estos "barrabravas sin barras" comenzó en el Mundial de Alemania 2006. En aquella oportunidad, 116 hinchas viajaron a ver el torneo y 47 fueron expulsados.
En 2010, fueron 210 los hinchas que recalaron en Sudáfrica como consecuencia, en buena medida, de la ONG kirchnerista Hinchadas Unidas Argentinas. A 54 se los expulsó, diez de ellos el mismo día en que pisaron suelo sudafricano. Cuatro años más tarde, Brasil expulsó a 53 argentinos. Uno de ellos fue Bebote Álvarez, famoso barra de Independiente, hoy preso acusado de dirigir una asociación ilícita que vendía entradas truchas y extorsionaba a personal del club. A Álvarez también lo habían expulsado cuando arribó a Sudáfrica.
Pero además de mantener la punta en el campeonato de expulsiones, entre esos escandalosos representantes de nuestro país hubo quienes también abusaron verbalmente de mujeres rusas, aprovechándose de su desconocimiento de nuestro idioma. Así, se viralizó un video de un adulto, Marcelo Génova, que le hizo repetir obscenidades a una joven, la que, obviamente, no entendía lo que decía.
Una similar bajeza estuvo a cargo de Fernando Penovi, actitud que motivó una enérgica protesta diplomática de Moscú a nuestro país porque su víctima era una adolescente. También se expulsó al agresor del periodista Gonzalo Bonadeo y a los que atacaron salvajemente a golpes a hinchas croatas el día en que se enfrentaron los seleccionados de ambos países.
A todos ellos se les bloqueó el Fan ID, una especie de pasaporte del hincha para ingresar en los estadios. Quienes protagonizaron incidentes también se vieron obligados a pagar multas a las autoridades rusas.
En Gran Bretaña, España y otros países se logró erradicar la violencia en el fútbol. En cambio, consentidos, protegidos o alentados por la dirigencia de algunos clubes y también política, en la Argentina parece ser un problema sin solución, que cada cuatro años se exporta.
Podrá argumentarse con razón que estos individuos no representan a todos los argentinos. Es cierto. Pero eso lo sabemos nosotros. En los países donde cada cuatro años se lleva a cabo el Mundial de fútbol, la imagen que queda de la Argentina es la triste crónica protagonizada por estos inadaptados. A falta de otros, son nuestros campeones, pero del papelón.