Las palabras. Histéricos
"No hay que ser histéricos; se trata de ciencia, no de religión."
(Del gobernador de Buenos Aires, Felipe Solá, al criticar el manejo que ha hecho su colega de Entre Ríos, Jorge Busti, del conflicto por la instalación de las papeleras en Fray Bentos, Uruguay).
Los argentinos tenemos fama de ser descontrolados y, algunos, también de histéricos, sobre todo aquellos que no entienden nada de ciencia y no quieren oír hablar de ella. Razones no faltan. No hay festejo en el que no haya un descontrolado que tire un botellazo, o alguno que pierda el control, salga de sus cabales y le parta un vaso en la cabeza a alguna reina de belleza que se pasea por Tahití.
Los uruguayos pueden argumentar, con razón, que la protesta por las papeleras se descontroló y que se le fue de las manos al Gobierno, y los entrerrianos, seguir insistiendo desde su intransigencia que no hay ciencia que pueda explicar cómo esas benditas fábricas no van a contaminar el medio ambiente en la cuenca del río Uruguay.
Si el crítico de Busti hubiera sido Bill Clinton en lugar de Felipe Solá seguramente le habría dicho "es la ciencia, histérico". La confusión del gobernador tal vez pudo haber surgido porque algún asesor histérico le aconsejó que colocarse a la cabeza de la protesta popular y oponerse religiosamente a la construcción de dos fábricas que pueden contaminar el ambiente le acarrearía más beneficios políticos que dolores de cabeza. Las cosas fueron tan lejos y la confusión fue tan grande que casi se sacrifica, como buen religioso, sugiriendo que podría renunciar si con ello se allanaba el camino para una solución al conflicto bilateral.
El mundo está lleno de histéricos. Según los hombres, está comprobado científicamente que las mujeres hacen del "histeriqueo" una religión; en Wall Street, los mercados se ponen histéricos rápidamente; durante el verano ganan la calle los histéricos, los galanes y los lanceros; en la jerga presidencial, los histéricos son los periodistas... Hay ya demasiados dando vueltas por el planeta como para que se agreguen otros que puedan complicar aún más las cosas.
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