Humildad
Suena irreverente hablar de lecciones cuando la pandemia ya dejó más de dos millones de muertos. Pero hay una enseñanza en este desastre que empezó como otras veces con un brote en un país lejano y que nos sometió a la peor crisis de que tenga memoria la mayoría de la población humana; es decir, los que no vivimos ni la Segunda Guerra Mundial ni la gripe que asoló al mundo después de la Primera Guerra, en 1918.
Con más tecnología, pero también con un mundo más pequeño, nos encontramos, de nuevo, con miedo e incertidumbre. Confundidos, a veces groguis. Así se siente esta clase de eventos universales sobre los que leíamos en la clase de historia o que nos contaron nuestros abuelos con esa mirada perdida del que vuelve a ver hechos que ocurrieron medio siglo atrás. Pero esa no es la lección.
Hasta hace un año, como es habitual, nos sentíamos impunes e invencibles, los dueños del planeta, los reyes de todo. Pues bien, acabamos de recibir una bofetada. Un baño de realidad. No es la primera vez, pero ya estábamos creyéndonos de verdad que teníamos el control. Y hace un año que un agente infeccioso que ni siquiera puede verse con un microscopio convencional nos tiene contra las cuerdas. Humildad. Ese es el nombre de la lección.