George Yúdice. "Internet en manos de sectores privados hoy está disputando el poder a los Estados"
En tiempos de un espacio público que va de la plaza a la nube en la Web, los Estados tienen un papel cada vez más preponderante. Así piensa George Yúdice, referente ineludible en los estudios culturales latinoamericanos y especialista en la economía política de la cultura, para quien "las plataformas digitales en manos de sectores privados están disputando el poder con los Estados nación". Ellos mismos, sostiene en diálogo con LA NACION en su reciente visita al país, deberían tener en agenda negociaciones que permitan reducir las brechas de exclusión digital de los ciudadanos. En tanto, aparecen "nuevas escalas del hacer" en todas las industrias culturales, afirma.
-Una idea clave en su trabajo es abordar la cultura como recurso, título de uno de sus libros más difundidos. ¿Cuál considera que es el aporte al pensar a la cultura desde ese enfoque?
-Hoy, la idea de cultura viene ampliándose e hibridándose. La cultura como recurso es una práctica, algo que puede generar un ingreso, un rendimiento económico. Lo que vemos hoy es que los cambios tecnológicos están modificando el escenario. Por ejemplo, tomemos el caso de la música. Hoy, es difícil sacarle el mismo retorno que años atrás. La música se convirtió en un negocio mucho más chico, salvo si entramos en las plataformas de streaming, porque es allí donde está encontrando un campo más amplio. Y lo que se puede visualizar es que en ese espacio seguirá creciendo. La música hoy vale un 40% menos de lo que valía en el año 2000. El cine, en cambio, es una industria bastante más grande y es evidente que habrá cambios porque cada vez menos gente va al cine. No puedo predecir qué tipo de oferta van a hacer los cines para que los chicos que hoy tienen 10 años asistan en el futuro. Pero sí asegurar que esas transformaciones que vemos en la música mediante el uso de las plataformas digitales se está trasladando al área audiovisual y se va a dar cada vez más ese proceso.
- ¿Cuál debería ser el aporte de las políticas culturales?
-Todavía está el problema de la exclusión social. Gran parte de la gestión cultural tiene que lograr la participación de la población, sobre todo de aquellos sectores con menos acceso o excluidos, como la gente en las villas miseria y los grupos indígenas, en actividades culturales. En cuanto a lo económico hay muchas actividades de bajo nivel de ingresos, como las artesanías, que también pueden llegar a dar un retorno. Las políticas culturales tienen que facilitar el camino para encontrar ese rendimiento. A escala de competencia mundial se tienen que buscar mecanismos para distribuir y colocar las industrias, como el cine y la música, por ejemplo. En el cine ya hay una serie de estrategias. La Argentina, como otros países, está peleando por una cuota de mercado más alta para lo argentino y lo latinoamericano. Y junto con Brasil y México, ha logrado incluso tener alguna incidencia en el sector de cine más fuerte, que es el de Hollywood.
-¿Cómo debe mediar el Estado en esa tensión entre lo público y lo privado? ¿Cuál es y cuál debería ser su rol?
-Depende del sector de la cultura. Siguiendo el caso del cine, en ese sector todavía se piensa en los foros, en los Oscar y en los festivales como el de Cannes como los sitios donde se sigue evaluando al audiovisual. Quizás esto en un futuro cambie. El problema con el cine es que la gente está acostumbrada a los hits, y entonces la oferta en las salas se concentra en películas de Hollywood y algunas europeas. Esto dificulta la cuota de mercado de cine local. Y la Argentina en los últimos años empezó a tener un cine fuerte. Octavio Getino, que peleó mucho por las políticas de cine, se quejó hasta morir diciendo que está bien que haya subsidios, pero que se necesita una política más fuerte de exhibición. Por otro lado, hay temas que se le escapan al Estado a menos que se entrometa en todo, algo que no es recomendable. El rol del Estado es facilitar que aquellas expresiones que no tienen ese valor de mercado capaces de ser asumidas por las marcas tengan apoyo. Es decir, el mismo tipo de posibilidades o un escenario razonable de oportunidades para que prospere la expresión local. El desafío es múltiple: el nacional y el mundo. Cómo fomentar la producción, la calidad, la distribución y la circulación de esas expresiones.
-En su última conferencia, usted planteó que en la actualidad las empresas de Internet con sus plataformas digitales y la llamada "nube" brindan desde el sector privado un servicio que aparece como público, y que llega a disputar el poder a los Estados nación. Esta idea suena, al menos, inquietante.
-Efectivamente, vengo planteando el tema de cómo abordar lo público en un momento en que lo público está siendo proporcionado por lo privado y, por un privado muy curioso, porque parece ofrecer un servicio público e, incluso, hacerlo mejor que cualquier Estado del mundo: me refiero a los proveedores de Internet, Google y otras plataformas. En esta cultura del avance de los aparatos tecnológicos y de lo digital, estas plataformas en manos de sectores privados están disputando el poder con los Estados nación. Google con su buscador, Facebook, estas plataformas que ofrecen un servicio tienen una serie de negocios que forman la llamada "nube": estos centros de datos que almacenan información y que son cada vez más grandes. Un ejemplo del poder de estas empresas es que cuando Brasil pidió una ley de privacidad Google se llevó su centro de datos. Lo que quedó en evidencia es que una empresa es capaz de decirle a un país que no le va a dejar monitorear su centro de datos. Es un hecho fuerte. Es un desafío. El dilema es que estamos hablando de un negocio de miles de millones de dólares y los Estados no suelen invertir esas cantidades para esos negocios que forman parte ya de nuestra cultura. Los Estados pueden tener un centro de datos con mucha seguridad, pero no tienen la misma calidad que los centros de datos de Google, de Amazon o de Facebook. Según algunos críticos, la expansión de la llamada "nube" está creando una nueva forma de soberanía. Y no olvidemos la imagen de Mark Zukerberg, un joven de 30 años negociando con presidentes como Peña Nieto y Dilma Rousseff, como si fuera otro jefe de Estado.
-En este escenario, ¿cómo se produce y cuál es el espacio para la participación ciudadana?
-Son términos que están en transición. Un Estado nación tiene esferas públicas en la modernidad, a fines del siglo XVIII, en el XIX y en el XX. El espacio público es físico y la gente va a los teatros, a las plazas. La gente es ciudadana. Ahora estamos viendo cómo ese espacio público pasa cada vez más a la plataforma digital. Muchas funciones del Estado incluso están pasando a las plataformas, y lo que pensábamos que era un ciudadano es cada vez más un usuario, sobre todo entre los jóvenes.
-La pobreza, las diferencias económicas y la exclusión siguen siendo un flagelo a escala mundial. Con las nuevas tecnologías, ¿esas diferencias generan una nueva forma de exclusión?
-No hay duda de que la exclusión económica va a seguir. Eso no se ha resuelto. Lo que se va a resolver es la exclusión de conectividad y de acceso a un aparato electrónico. Estamos justo en el momento en el que las plataformas van a proporcionar conectividad gratuita o barata. Hay 3100 millones de conectados y 7200 millones de habitantes en la Tierra. Esas empresas quieren conectar a esos 4000 millones y tienen proyectos globales para hacerlo. Hay 3000 millones de personas que podrían comprar el dispositivo más barato, que ya se vende en la India. Ese proceso de inclusión va a depender de la regulación que haga el Estado en sus negociaciones con los proveedores. Y esas plataformas van a tener que hacer alianzas con las telefónicas, que proporcionan el servicio. Lo que veo es un proceso de negociación. Si el Estado toma en serio cerrar esa brecha puede generar políticas para proporcionar posibilidades de acceso.
-Según su análisis, ¿es en las redes donde se produce el mayor intercambio de bienes simbólicos?
-Sucede cada vez más en las redes. Un músico, por ejemplo, puede subir su música a las redes sociales sin que medie una empresa discográfica. Puede no ser una acción rentable, pero a partir de allí, el artista puede visibilizarse y promocionarse. Y lograr incluso que la gente lo escuche en Spotify. Y todo este proceso no lo maneja el Estado. Por otro lado, a las plataformas no les interesa homogeneizar, porque quieren que la gente las use; de allí viene la rentabilidad. Y que las usen para cualquier contenido. A Google y a Facebook no les importa que vos seas un músico conocido o desconocido, que ganes mucha plata o no. Entonces, una de las cuestiones interesantes es que se prestan a la diversidad. Es cierto que hay sectores de la cultura que quedan fuera de este entorno. El teatro, por ejemplo. O la danza.
-¿Podría decirse que en esas prácticas artísticas, en la experiencia en vivo, es donde se puede llegar a encontrar cierta "aura" de la obra artística?
-La experiencia en vivo de la música sigue existiendo y, de hecho, es la mayor fuente de ingresos de los músicos. Hay ciertas expresiones artísticas que son acompañadas y asistidas por las plataformas, pero luego necesitan buscar su público. Los músicos tienen que llenar un teatro para ser rentables. El desafío es cómo aprovechar estas herramientas para convocar. Y surgen entonces nuevas escalas de hacer. Cuando estaba investigando el caso del cine me topé con una serie de cineastas que ya están produciendo cine pensando en el tamaño de los teléfonos móviles y las tablets. Es decir, tienen otro parámetro de producción.
-¿Entonces, en la actualidad, a qué llamamos arte? ¿Qué lugar ocupan esas producciones cuando a través de las plataformas pueden circular infinidad de contenidos y ocupar en apariencia un mismo nivel?
-Todos los actores que podrían opinar sobre qué es arte hoy no podrían llegar a un consenso. Depende de los lugares, los espacios, los museos, las galerías. Y también todos los artistas que trabajan en Internet, que son conceptuales. Otro aspecto que define lo que es arte sin dudas es algo que está consagrado y que tiene una fuerza más grande que nunca: el mercado. Las subastas, las ferias de arte.
-Pero ¿podemos hablar de un valor estético o sólo de mercancía?
-Un valor estético que se tradujo en valor de mercado. Con las nuevas tecnologías y con Internet está surgiendo una figura nueva que es el curador y es quien establece en cierto modo qué es arte. Ese rol se ha revalorizado. Ya que está todo en Internet, los servicios de curaduría son cada vez más trascendentes. Porque si yo quiero algo material de cierta calidad o de cierto estilo, entonces sé que puedo confiar en tal curador. Muchas veces, cuando me pongo el sombrero de profesor, digo que hay mucha basura en Internet. Entonces, si uno encuentra un sitio que ha podido organizar material interesante eso facilita el acceso. Con tanta cantidad de información uno necesita filtros. Al fin y al cabo, lo que ha hecho Internet es crear nuevos procesos de descubrimiento. En Buenos Aires, aún se mantiene la costumbre de ir a las librerías, pero en otros sitios ese hábito cambió. Yo antes iba a las librerías de Nueva York y era un placer buscar libros. Ahora no. Me meto en Internet y empiezo a rastrear materiales a partir de bases de datos.
-¿Cambió definitivamente el libro en su soporte tradicional por el digital?
-Sí. Doné mi biblioteca de 10.000 tomos a la Universidad de Costa Rica. En otra época tenía el fetichismo del objeto: tocar el libro, sentir su olor. Pero ganó el deseo de leer cosas que me interesan, pero ya, en tiempo real. Veo una referencia y la busco y sé que en Internet la puedo leer en este mismo instante. Como en el caso de la música: es más fácil poner un nombre en Spotify que ir a buscarlo en la estantería. Me di cuenta de que para mí la experiencia de tener un libro en la mano no era importante. O quizás en cierta fase de mi vida lo fue. Pero en esta etapa me he convertido en un migrante digital bastante asimilado a las plataformas. Es como la inmigración: hay migrantes que siguen viviendo como fuera del país donde migran. No es mi caso. Escaneo libros y los adquiero en Amazon, los leo en la tablet o en la computadora. Y uso también plataformas como Scribd. Esto hizo que lea el doble o el triple que antes. Me siento muy integrado a Internet.
Un futuro posible, según Yúdice
¿Dónde se ubicaría hoy, entre las plataformas digitales, la vanguardia?
Los artistas conceptuales que están pensando los términos plataforma, usuario y ciudadano, en cierto sentido están en una vanguardia, porque están explorando un medio nuevo y analizando cómo se están alterando nuestras categorías. Hablamos de espacio público, y el espacio público cada vez más está en las plataformas, en la nube. La plaza pública sigue existiendo. Las manifestaciones en Brasil de 2013 y 2014 se hicieron en las calles, en las avenidas, pero convocadas por Internet, por las redes. También sucedió eso en la "primavera árabe". Entonces, lo que vemos es una conectividad entre ese espacio de comunicación y de espacio público. Quizás el término, la propia idea de espacio público, tenga que repensarse, porque es un término anclado a fines del siglo XVIII, con la idea de que puede llegar cualquier persona e intervenir. De repente tenemos una tecnología virtual que proporciona esa posibilidad, pero ya no en un espacio físico para hacerlo. Excepto cuando, como decíamos, hay manifestaciones y se vinculan los dos.
Mano a mano
La tecnología, con la lente de la cultura
Antes de que comience la entrevista, apenas se sienta, George Yúdice toma el teléfono móvil que está sobre la mesa y pregunta en un perfecto español, a pesar de ser neoyorquino de nacimiento: "¿La entrevista va a ser grabada con el celular?". Y esta inquietud, que podría ser trivial en otros casos, toma otro espesor al ser pronunciada por este académico, referente a nivel mundial de la reflexión sobre cultura y políticas culturales, autor del difundido libro El recurso de la cultura, quien viene investigando desde hace más de dos décadas el uso de las nuevas tecnologías. Profesor y vicerrector de Relaciones Internacionales y vínculo con la comunidad de la Universidad de Miami, ha estudiado las transformaciones en el mercado de la música y en la actualidad su mayor preocupación es comprender el poder que tienen las plataformas digitales y la llamada "nube". Yúdice visitó el país invitado por el Instituto de Cultura Pública del Ministerio de Cultura de la Nación para dictar clases y una conferencia magistral a 50 funcionarios de todo el país seleccionados por orden de mérito. Ante ellos, expuso sobre el rol de las nuevas tecnologías y los desafíos de pensar hoy las políticas culturales.
Karina Wroblewski