Ir con cuentos
Nuestros hijos vienen con cuentos: "me pegó", "es mi turno de la tele y él no me da el control remoto", "se pasó de su hora de bañarse", "dijo una mala palabra", "le toca a ella poner la mesa", etc. etc.. Sus quejas pueden ser infinitas, especialmente si hacemos lugar a todas ellas y no aprendemos a reconocer cuáles son las que tenemos que abordar y en qué caso tenemos que dejarlos resolver solos o no hacer caso y desbaratar de ese modo el mecanismo.
Para eso tenemos que distinguir si el objetivo del cuento es sólo que retemos al hermano de modo de fortalecer su imagen ante nosotros o si de verdad se trata de algo importante o de riesgo. Porque no es lo mismo contar que Juan se agarró el dedo con la puerta y no lo puede sacar (eso es cuidarlo) que decirle a mamá que Juan prendió la tele sin permiso (es mandarlo al frente para que lo reten).
Para que no vengan con cuentos sobre lo que está haciendo mal el hermano, para que no se "buchoneen" entre ellos, es vital que tengan claro que no vamos a hacer nada al respecto si el primero vino a contarnos, no para cuidar sino para "bajar las acciones" de su hermano/a ante mamá o papá. Que sepan que sí tienen que hacerlo en cambio si el otro esté en riego, en alguna situación peligrosa ya sea para él mismo como para otros, es decir, para cuidarlo. El buchoneo y los chismes son información mal habida que no va a ser tenida en cuenta para el juicio, nos propone Anthony Wolf en su libro It’s not fair (Es injusto). Método infalible para que dejen de intentar tirarse abajo unos a otros ante la mirada de los padres.
Cuando el reclamo tiene que ver con algo que el otro le hizo a él ("es mi turno de ver tele y no me deja", "me sacó…", etc.) antes de correr nosotros a resolverle el problema intentemos empoderarlo, dándole permiso de enojarse y de defenderse, conectándolo con su buen enojo, porque los que viene con cuentos y reclamos muchas veces lo hacen porque no se animan a enojarse o a defenderse aunque tengan derecho.
Estaría bueno hacer lo mismo, dan ganas, ¿no? Es una frase mágica que ayuda a desactivar el buchoneo ante "dijo una mala palabra", "no fue a bañarse", "prendió la tele", "está usando el ipad". Es mágica porque alude a nuestra comprensión de que su hermano se anima a hacer algo que él no se atreve a hacer porque es más obediente, sobreadaptado; le da rabia la libertad interior del otro y lo manda al frente para que se haga justicia. Es mágica también porque sirve para ayudar a aflojar a esos perfectitos que así entienden que nosotros los seguiríamos queriendo aunque de a ratos se salieran –o tuvieran ganas de salirse- del carril de niños perfectos, obedientes y atados a las reglas con excesiva rigidez.
Cuando reto al hermano "buchoneado" le echo leña al fuego y el otro cada vez va a traerme más cuentos y se van a enojar cada vez más entre ellos. Cuando reto al "cuentero" por venir con historias que no le corresponden él va a sentirse en mayor desventaja , va a enojarse más con su hermano y va a seguir buscando alternativas para que yo lo mire mal al otro y bien a él, o sea, va a seguir con sus cuentos.
"Gracias por decírmelo", o "gracias por tratar de ayudarme" seguido de " yo soy la mamá (o el papá) y es mi tarea ocuparme de que ustedes hagan las cosas bien" es una excelente forma de desactivar los cuentos. Mi agradecimiento apela a la parte suya que quiere ayudarme y le permite confirmar su valor ante mí, en lugar de destacar su aspecto celoso, competitivo, que quiere hundir al hermano.
Todos fuimos alguna vez con cuentos y fuimos a su vez "mandados la frente" por nuestros hermanos. Está en los adultos a cargo encontrar la forma de que esto ocurra sólo lo mínimo indispensable. Porque tampoco sería bueno que no se acerquen a nosotros para contarnos algo cuando vean a su hermano en una situación de riesgo.