Janucá, la otra fiesta de la luz
En estos días pueden verse enormes candelabros en plazas públicas de varias ciudades argentinas (en Buenos Aires, en la plaza Uruguay y en las Barrancas de Belgrano), como en las principales urbes del mundo en que residen comunidades judías. Desde el jueves, se celebra la Fiesta de las Luminarias, en hebreo Janucá , que en su cuarto día coincidirá con la Nochebuena cristiana y se desarrollará a lo largo de los últimos días de la celebración musulmana del Ramadán.
En realidad, la conmemoración tiene más de dos milenios pero las ceremonias masivas son una creación de las últimas décadas. Candelabros y árboles de Navidad conviven hoy en las grandes urbes y empiezan a ser elocuentes testimonios de una era de convivencia.
Uno de estos actos públicos tiene especial significación simbólica como señal de supervivencia del pueblo judío. Se trata del encendido de luminarias que se realiza en Roma, con presencia del alcalde, habitualmente frente al Arco de Tito, construido por los antiguos romanos como testimonio de la destrucción del reino de Judea y del inicio de la diáspora forzosa del pueblo hebreo. ¡Magnífico ejemplo de una costumbre que sobrevivió a sus aniquiladores!
Literalmente, Janucá significa "inauguración", "consagración" y recuerda un hecho ocurrido hace 2165 años: la histórica victoria de los macabeos contra el terrible rey grecosirio Antíoco Epífanes, que quería imponer el politeísmo. Los invasores fueron expulsados y se produjo la restauración o reinauguración de los servicios religiosos en el Templo de Jerusalén. Fue un triunfo que reinstaló la soberanía política y religiosa sobre la tierra de Israel. Se trata, posiblemente, de la primer guerra de guerrillas que registra la historia, con el objetivo de obtener la libertad religiosa. Fue, además, una victoria en la justa lucha de pocos contra muchos, la dignidad del triunfo de una minoría no dispuesta a sucumbir.
La palabra hebrea janucá tiene las mismas consonantes que jinuj ("educación"), lo que la convierte en un símbolo que advierte que la resistencia a la opresión debe también ser transmitida a través de la enseñanza a las nuevas generaciones.
Los ocho brazos (más uno auxiliar) del candelabro utilizado en la festividad recuerdan lo que la tradición llama "el milagro de Janucá ": el aceite del Gran Templo, que debía durar una sola jornada, alcanzó para ocho días. El ritual actual es muy sencillo: se trata del encendido de velas en cada anochecer. En la primera noche, una luminaria; en la segunda, dos, y así sucesivamente. Una de las llamas, conocida como shamash , se utiliza como servidora, para que su toque despierte a la vida a las demás. A esta tradición, en Europa oriental se incorporó una canción del siglo XIII escrita por un tal Mordejay (cuyo nombre figura en acróstico), titulada Maoz Tzur ("Fortaleza, roca, es mi salvador). Otra costumbre es la de jugar con una perinola, cuyas letras hebreas recuerdan el citado milagro.
Una feliz convivencia
La Navidad cristiana y la Janucá hebrea tienen muy poco que ver en el fondo, pero mucho en la forma de la celebración: la época del año en que se celebran, los ocho días de duración de la festividad hebrea y otros tantos de separación entre la Navidad y el Año Nuevo cristianos, el carácter familiar, los regalos para los más pequeños, la sugerencia de mostrar el símbolo de la festividad en lugar visible para que los demás lo puedan ver y, por sobre todos los detalles, la importancia otorgada al elemento luz. Debe tenerse en cuenta que estas festividades tuvieron su origen en el hemisferio norte, donde las noches son en esta época las más largas del año y la luz adquiere un significado difícil de valorar en nuestras latitudes, especialmente en la actual era de la lámpara eléctrica.
Las celebraciones judías, cristianas y musulmanas de este mes de diciembre nos transmiten un mensaje: buscar lo mejor de nosotros mismos, hallar una feliz convivencia y mayor compromiso con el prójimo. Todo ello conlleva un renacimiento espiritual y la plena vigencia de valores éticos y el enaltecimiento de una actitud moral de comprensión. © La Nación