“Jodidos, pero felices”
"No es hora de conflictos".
(De Alberto Fernández, sobre el bloqueo de Camioneros a centros de distribución de Mercado Libre.)
"No es hora de conflictos. Ya tenemos demasiados como para sumar nuevos", expresó Alberto Fernández. Dicho eso, proponemos una trivia: ¿a qué aludía con esa declaración?
a) A la carta de Hebe de Bonafini, recriminándole haberse reunido con los que saquearon el país (se refería a los empresarios, no vale buscar entre los compañeros); b) al tuit de Julio De Vido, diciéndole amablemente a Juan Gabrois: "Saliste, basura. A mí Macri me metió preso, a vos te garpaba, cagador", o c) a Aníbal Fernández asegurando en televisión que "ese tipo está rodeado de inútiles y alcahuetes" (se refería a Macri, no a Alberto).
Querido lector, si apostó por alguna de las tres opciones, perdió. Alberto se refería al bloqueo que el camionero Moyano junior les hizo a centros de distribución de Mercado Libre, esos mismos centros que por estas horas están repartiendo en cuarentena productos de las pymes a las que Alberto promete ayudar para que no se sigan fundiendo.
A propósito de nuestro presidente y, en su más objetiva defensa, se lo ve con ganas de contemporizar, pero se la están haciendo difícil rancho adentro.
Sin embargo, el hombre no debería impacientarse. Mal que le pese a su mentora, la lapicera la tiene él. Y así como dedica tantos DNU a atender la pandemia –y atender al Congreso–, bien podría desviar alguno para emular a Nicolás Maduro , el hijo de Chávez, a quien Alberto acaba de confesar que extraña mucho.
Con la impunidad del poder y la asistencia de un pajarito, Maduro decretó en octubre de 2013 la creación del Viceministerio para la Suprema Felicidad del Pueblo, en honor a Chávez. Previamente, había creado el Sistema Nacional de Misiones y Grandes Misiones Bolivarianas, también en homenaje a don Hugo.
Un mes después, adelantó la Navidad en Venezuela. Sí señor, dispuso por decreto el cambio de día del nacimiento de Jesús de Nazaret. Todas las Biblias, de vuelta a la imprenta.
Años más tarde –atención a esto, Alberto– la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela, que es lo mismo que decir Maduro, aprobó la ley contra el odio, por la convivencia pacífica y la tolerancia. En rigor, sirvió para profundizar la censura, perseguir a disidentes, ilegalizar partidos y clausurar medios de comunicación. Pero eso es un detalle.
Allá vamos, Venezuela, donde como dijo Maduro, están todos "jodidos, pero felices".