Editorial II. La aftosa en Brasil
La presencia de aftosa en Brasil se ha ido extendiendo desde su foco original en el estado de Mato Grosso hacia su vecino de Paraná, mostrando fisuras importantes en la condición de libre de aftosa con vacunación del país, calificación de la Organización Internacional de Epizootias, que le permitió una extraordinaria expansión de sus exportaciones de carnes vacunas y, en menor escala, de carnes porcinas.
Una población animal vacunada no debería mostrar una actividad del virus infectante capaz de provocar la aparición de casos como los denunciados. ¿Qué ocurre entonces? ¿Acaso las vacunas no tienen en Brasil la calidad necesaria o bien no se ha practicado la vacunación masiva? ¿O tal vez no se ha preservado la cadena de frío requerida por las vacunas para conservar la actividad biológica necesaria para inmunizar a los animales? Sea una u otra la causa, parece evidente que los servicios sanitarios del país vecino muestran deficiencias que hoy son motivo de discusión, incluidas deficiencias de financiación del sistema.
Para la Argentina este tema representa una noticia inquietante a la luz de la cercanía de los focos denunciados con nuestra frontera norte. Sin perjuicio de que desde tiempo atrás se habrían reforzado la vacunación y otras medidas sanitarias en aquella zona fronteriza, se deberá extremar todo el recetario preventivo que Senasa posee y se dispone a aplicar, a partir de la declaración de alerta sanitaria adoptada.
Brasil deberá ahora afrontar pérdidas ingentes. Las 42 naciones que han cerrado parcialmente o totalmente sus mercados a las carnes vacunas y porcinas de este país provocarán reducciones de sus exportaciones de una tasa anual del orden de por lo menos 1000 millones de dólares. El tiempo que durará la veda dependerá de la extensión y presencia de la enfermedad.
En un escenario más amplio, la importancia de la participación de las carnes vacunas brasileñas en el mundo, sumadas a otras restricciones como las impuestas a los Estados Unidos y Canadá, dos grandes exportadores, luego de los casos de la "enfermedad de la vaca loca" y las que se han dispuesto o pueden disponerse por el avance de la gripe de las aves, crean un riesgo de desequilibrio en la producción y exportación de proteínas animales. Si bien las transacciones internacionales representan el 10 por ciento de la producción y del consumo mundiales, los hechos presentes, por su magnitud, deberán ser tenidos en cuenta.
Por una parte, parecería que los servicios sanitarios del mundo en general no han evolucionado de la misma medida que los riesgos sanitarios que impone la globalización, con su hipertrofiada legión de viajeros y transacciones de bienes. Por otra parte, viene al caso reflexionar acerca de la existencia de una cuota de exageración en las restricciones comerciales, principalmente en casos de enfermedades como la aftosa, no transmisibles al hombre, que cuenta con sistemas de prevención de su transmisión por vía del comercio de piezas deshuesadas, que permiten la aplicación de criterios de valoración del riesgo, contemplados en las normas internacionales vigentes. Recurrir a restricciones sanitarias con extrema facilidad y amplitud expone a la perspectiva de favorecer intereses proteccionistas que siempre están al acecho de oportunidades como la presente.
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