La Argentina, ese país entre Rusia y Noruega
El Congreso no suele ser centro de atención popular y cuando lo logra no son los debates los que rompen récords de rating. En tiempos de satisfacción inmediata cuesta convertir atractivos los extensos intercambios parlamentarios y ni qué hablar de los intentos de lucimiento de algunos legisladores para audiencias imaginarias.
Lo contrario suele darse con lo que pasa alrededor del Parlamento. Tanto que las manifestaciones para que se traten alguno temas, para que no se aprueben o para que salgan de cierta manera son tomadas como un termómetro del ánimo social.
Pero en este país los síntomas pueden llevar a diagnósticos muy equivocados. Lo ejemplificó recientemente un veterano dirigente y agudo analista político, con oficinas con vista a la Plaza del Congreso: "En diciembre, esto era San Petersburgo a punto de producirse la caída del Palacio de Invierno y ahora parece que estamos en Oslo", ironizó, mientras en la calle una marea verde reclamaba pacíficamente por la legalización del aborto. Ni Rusia ni Noruega, solo la Argentina.