La cara menos pensada de la prosperidad alemana
En Alemania, uno de los países más ricos de Europa, la brecha de ingresos se profundiza, la pobreza golpea a los jóvenes y se consolida como un problema central para el gobierno de Merkel
Nancy Kett, de 19 años, viste una camiseta azul que le deja descubiertos los hombros. Lleva el pelo recogido en una trenza rubia y en los brazos sujeta a su hija de 11 meses con ojos grandes y abiertos como platos. Es ésta la imagen que da la bienvenida al visitante cuando accede a uno de los edificios de la época socialista en el distrito de Marzahn-Hellersdorf, un barrio en situación social y económicamente difícil en las afueras de Berlín. Afuera, el revoque se despega de las paredes bajo la lluvia incesante. Adentro, un grupo de mujeres lucha desesperadamente para salir de la pobreza, en uno de los países más ricos de Europa.
Kett es una de las 14 madres que participan en el proyecto Jule, una iniciativa nacida en 2012 con el fin de ofrecer una solución a una de las heridas sociales que ahogan el barrio. En Marzahn el 50% de los niños vive con un solo padre, en su gran mayoría desempleado, y que en el 98% de los casos es la madre. A través de Jule se ofrece asistencia a las jóvenes madres (las que participan ahora en el proyecto tienen entre 16 y 25 años): se trata, concretamente, de un techo, una formación profesional y la posibilidad de volver a integrarse en la sociedad una vez encontrado un trabajo.
A principios de marzo pasado, y con tres meses de retraso, el gobierno alemán de centroderecha -una coalición de conservadores y liberales-, presidido por Angela Merkel, publicó un informe oficial acerca de la situación de la pobreza y la brecha social en Alemania. Fue una publicación acompañada por un debate encendido y hasta por protestas callejeras. De hecho, en la versión definitiva del informe fueron censuradas frases enteras y borrados los aspectos más problemáticos y controvertidos, según una iniciativa que el ministro de Economía liberal, Philippe Rösler, describió como "rutinaria".
El borrador del documento original había sido filtrado a la prensa y difundido por el diario de centroizquierda Süddeutsche Zeitung, y se puede ahora fácilmente descargar de Internet. Contenía frases como la siguiente: "Mientras los sueldos han aumentado entre las rentas altas, los salarios bajos han caído. La brecha entre ingresos se ha profundizado. Este hecho perjudica el sentido de la justicia por parte de la población [...] y podría, también, afectar a la cohesión social". O también afirmaciones más cortas en el prólogo como "la riqueza privada en Alemania está muy mal distribuida".
A pesar de que el contenido había sido filtrado y difundido, el gobierno decidió, en una operación de propaganda en el año electoral, suavizar el informe. Hubo reacciones de indignación y condenas por parte de la oposición. Aun así, quedan los números. En 1998, el 50% de la población alemana poseía el 4% de la riqueza privada neta, mientras que el 10% -los más ricos- controlaba el 45% de esa riqueza. Diez años después, en 2008, ya es el 50% de la población el que posee el 1% de la riqueza privada, mientras que el 10% más rico aumentó su poder hasta controlar el 53% de ella.
Distribución desigual
En otras palabras, en sólo una década de recetas neoliberales, el 10% de los alemanes ricos controlan un 8% más de la riqueza de su país. El informe revela, además, que entre 2007 y 2012 el patrimonio total privado de los alemanes aumentó en 100.400 millones de euros. Aun así, la distribución fue cada vez más desigual: mientras que para los salarios más altos se registró "una tendencia positiva hacia el crecimiento", el 40% de los ciudadanos vio disminuir su sueldo. En cuanto al umbral de la pobreza, éste ha ido aumentando paulatinamente: desde el 15,5% en 2008 hasta el 15,8% en 2010 según el mismo informe.
Para entender el significado de estos números es suficiente viajar quince minutos al este de la torre de Alexanderplatz de Berlín, y encaminarse al bosque de Plattenbau, los bloques de edificios prefabricados típicos de la Alemania del Este.
Marina Bekàbi, una señora robusta de mirada simpática, es fundadora y directora del proyecto Jule. "Uno de los principales problemas de los jóvenes que piden nuestra ayuda son las deudas", asegura. "Luego están las situaciones de conflicto entre la pareja y las familias. Nuestra fortaleza es que estamos cerca de esos problemas. Nuestra función es la de acompañar a las madres en la solución de sus dificultades. Si se trata de deudas, por ejemplo, las acompañamos a una consulta para que aborden posibles soluciones para el tema." Cuatro habitaciones comunes con una sala de reuniones, un espacio de juegos para niños y una pequeña cocina son la base para aquellas que juntan fuerzas para ofrecer a sus hijos un futuro mejor participando en este proyecto.
Stefan Komo, socialdemócrata apasionado, es el alcalde del distrito de Marzahn-Hellersdorf y tiene una carrera dedicada a intentar mejorar la imagen de este barrio.
Desde el palacio municipal en el corazón de Hellersdorf reconoce la emergencia frente a un grupo de periodistas: en un barrio donde la presencia de inmigrantes es menos que marginal, el desempleo juvenil supera el 17%, es decir, es más alto que en el resto de la capital, que ya es la oveja negra en la locomotora europea. La mayoría de los niños nacen en familias que viven de Hartz IV, el subsidio que se concede tanto a los desempleados de larga data como a los que nunca trabajaron, y que apunta a garantizar el mínimo para la subsistencia a todos los ciudadanos.
El subsidio toma su nombre de Peter Hartz, el entonces experto a quien el Ministerio de Trabajo le encargó diseñar una serie de reformas en 2004 que apuntaban a flexibilizar el mercado laboral, aprobadas por el gobierno de centroizquierda de Gerhard Schröder y conocidas también como "Agenda 2010". Hay quienes creen que estas reformas contribuyeron al éxito económico alemán. Los críticos argumentan, por otra parte, que el subsidio Hartz IV en particular creó sectores de población marginados para los que se hace muy difícil reintegrarse en el mundo del trabajo. En muchas ocasiones, la condición de "subsidiados" se pasa a las nuevas generaciones, y a los hijos no se le presentan muchas alternativas.
Es ésta la situación de la mayoría de los padres que piden ayuda a la asociación Die Arche, una ONG para la asistencia de los niños que hace algunos años decidió independizarse de las ayudas del Estado para mantenerse sólo a través de donaciones privadas. Die Arche, el arca, cuenta con sedes en toda Alemania, pero su central histórica surge, no por casualidad, en este barrio.
Una generación perdida
Es un viernes por la tarde de un fin de semana y en el edificio de Die Arche se desarrollan actividades sin parar, desde el primer piso, donde tres maestras se ocupan de niños de menos de un año, hasta la planta baja, donde algunos adolescentes juegan al billar y a los dardos.
"El 99% de los jóvenes que frecuentan este edificio son alemanes de familias alemanas; sólo el uno por ciento tiene orígenes inmigrantes. Los problemas que tenemos aquí se parecen, sin embargo, a los de barrios con alta presencia de inmigrantes, como el de Neukölln", explica Wolfgang Büscher, responsable de comunicación y recaudación de fondos para la ONG. Mientras habla, un chico de once años lo sigue, imitándolo, en los pasillos despojados del edificio.
Según explica, son 600 los jóvenes que frecuentan el edificio. "La típica madre que recurre a nuestra asociación es soltera, con varios hijos, a menudo de padres distintos y que no están presentes en las familias", explica. La asociación contribuyó a la realización de un estudio reciente acerca del analfabetismo en Alemania, según el cual "entre el 22 y el 25% de los niños de menos de 15 años en el país son analfabetos funcionales", un dato que tiene que ver, según este experto, con que la natalidad sigue siendo exponencialmente más alta en las franjas más bajas de la población. "Hay que abordar este tema porque estamos perdiendo más que una generación", según Büscher.
Son problemas que se pasan de una generación a otra, a menudo muy cercanas entre ellas. Si se les pregunta a estos chicos qué quieren ser cuando sean grandes, según un sondeo, su primera respuesta es "el concursante del programa de televisión Popstar ". La segunda es "Hartz IV, como mi madre". Mientras un adolescente sale de una sala de juegos con un niño de la mano, Büscher comenta sobre las actitudes sexuales de la generación perdida de Berlín. "Muchos de los que frecuentan este edificio tienen sus primeras relaciones sexuales entre los ocho y los nueve años. Lo normal es entre once y doce. Esto se debe a la hipersexualización de su realidad doméstica, que se atribuye, entre otras cosas, al alto consumo de pornografía por parte de padres desempleados que se quedan en casa."
Situaciones como la de Marzahn-Hellersdorf conviven en Alemania con la economía más sólida de Europa y un Estado de bienestar que causa recelos entre los vecinos. Es ésta la otra cara del modelo de éxito alemán, y uno de los temas clave para las elecciones de septiembre próximo.
Una disputa política con impacto electoral
El informe de la discordia, cuyo nombre completo es "Situación de la vida en Alemania – Informe gubernamental sobre la pobreza y riqueza en Alemania", fue introducido por primera vez en 2001. Su redacción depende del Ministerio del Trabajo, y en marzo de 2013, con meses de retraso, llegó a su cuarta edición. Fue un largo proceso.
En octubre de 2012 se filtró una primera versión elaborada por el Ministerio del Trabajo, presidido por la demócrata cristiana Ursula von der Leyen, una mujer de hierro, cercana a Merkel, madre de siete hijos, y que construyó su éxito político a partir de la atención a problemáticas sociales. Se trata de una mujer conservadora, que defiende las cuotas de mujeres en empresas a nivel europeo y que es partidaria del mínimo salarial, que todavía no existe en Alemania. Es decir, en otras palabras, una mujer inadecuada para el curso que tomó el gobierno de Merkel.
Esto quedó de manifiesto el 28 de noviembre pasado, cuando se supo que el gobierno, bajo presión del ministro liberal de Economía, Philipp Rösler, ordenó suavizar el informe, censurando párrafos enteros. Fue el resultado de una lucha interna entre la coalición del Ejecutivo, formada por demócratas cristianos de la Unión (CDU y CSU) y liberales del FDP.
Enseguida, llovieron fuertes críticas por parte de los sindicados. "El gobierno quiere diluir, disimular y maquillar frases decisivas del informe", según denunció Annelie Buntenbach, de la Confederación de Sindícatos Alemanes (DGB).
"Lo que nos queda es un vergonzoso informe oficialista, que tiene como único fin el de presentar el gobierno bajo una luz favorecedora en el medio de la campaña electoral", denuncia ahora Ulrich Schneider, presidente de la asociación para la asistencia social Die Paritätische, quien pide que una comisión independiente se encargue de redactar el informe en el futuro.
A nadie se le escapó que el chivo expiatorio de este proceso fue la misma Von der Leyen, quien tuvo que disimular su posición y terminar defendiendo un informe final que contradecía lo que ella misma había denunciado. "Quien hace campaña contra los sueldos que condenan a la pobreza y luego pasa a defenderlos como un logro político no tiene ninguna vergüenza", critica Schneider.
Para Merkel, es una pésima noticia, porque Von er Leyen siempre fue su mano derecha.