La celebración del Bicentenario
La conmemoración de los 200 años de nuestra independencia nacional debe estar revestida de la jerarquía que el kirchnerismo le restó a la de 2010
El bicentenario de la independencia nacional promete estar revestido de la jerarquía histórica, política y cultural de la que el kirchnerismo despojó en 2010 el bicentenario de la Revolución de Mayo, al convertirlo en un alarde de inconsciente temeridad a la que ningún gobierno se había atrevido antes. Hizo en muchos actos una caricatura del acontecimiento revolucionario por el que seis años más tarde se proclamaría en Tucumán, de manera formal, la independencia de España y de toda dominación extranjera,
Pareció un sueño trágico, además de un acto oneroso, aquel esfuerzo gubernamental de 2010 para trastrocar los valores eternos de libertad consagrados por los cabildantes de Buenos Aires. Se pretendió pintarrajear al 25 de mayo de 1810 como antecesor de alguna de las aventuras regionales más recientes, esas cuyo desenvolvimiento en las últimas décadas debería avergonzar a todos los latinoamericanos.
En la sola experiencia venezolana del chavismo se resume mejor, y con más rotunda actualidad que en otros casos, la degradación de los derechos humanos y los costos económicos de los fenómenos a los que el núcleo duro del kirchnerismo imputó la condición de derivados de los grandes movimientos de liberación nacional del siglo XIX en América latina. Podría haberse dicho otro tanto, con igual descaro, de las dictaduras de derecha que coexistieron con aquéllos en el siglo XX.
Las celebraciones que se realicen a partir del próximo 24 de marzo, aniversario de la inauguración de las deliberaciones del Congreso de Tucumán, darán la oportunidad para restablecer la verdadera significación de dos fechas entrelazadas en los albores de nuestra nacionalidad, una tan importante como la otra. Servirán, además, para rendir el honor negado seis años atrás a la obra inconmensurable de las generaciones de argentinos que conducían el país en la hora de los respectivos centenarios. Ninguna malicia puede destruir el registro de que en 1910 producíamos una riqueza anual equivalente a la mitad de la de América latina.
El bicentenario de la independencia nacional coincidirá con un aniversario relevante para el orden constitucional, que selló la incorporación definitiva de las clases medias a posiciones de poder. En 2016 se cumple el centenario del advenimiento a la presidencia de la Nación de Hipólito Yrigoyen, uno de los líderes fundadores de la Unión Cívica Radical.
La obra de reconstrucción de la genuina memoria histórica de los argentinos debe afrontarse con decisión. Conviene levantar la vista por encima de los problemas más acuciantes heredados de 12 años de un régimen con rasgos autoritarios a fin de comprender que, a largo plazo, es en la conciencia colectiva, ejercitada por una educación popular seria y exigente, donde se decide principalmente el destino de una sociedad.
La formación de nuestros jóvenes no puede quedar condenada a libros de texto o dibujos animados que distorsionan los hechos de nuestra historia y tergiversan el papel de sus protagonistas.
El gobierno anterior tenía todo preparado para continuar socavando, en relación con el 9 de julio de 1816, las tradiciones que por dos siglos han preservado unida a nuestra nacionalidad. Fundándose en hechos sin documentación fehaciente, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner llegó al punto de dictar un decreto por el cual el año último se estableció como "bicentenario de la primera declaración de la independencia" el 29 de junio de 1815.
Ese criterio sólo tuvo eco en la Cámara de Diputados de la Nación, no en el Senado. El mencionado decreto pretendió legitimar una supuesta declaración independentista atribuida al caudillo oriental José Artigas anterior al Congreso de Tucumán, comunicada al director supremo Juan Martín de Pueyrredón y fechada el 29 de junio de 1815. Los uruguayos no se han atrevido a tanto: entre sus cuatro fiestas nacionales, no figura el 29 de junio.
Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Misiones -y desde luego la Banda Oriental se mantuvieron al margen del Congreso que presidió Narciso Laprida al momento de proclamarse la independencia en Tucumán. Se hallaban por entonces bajo la órbita de dominio de Artigas.
Lo que sería el país hermano de Uruguay -una misma nación, pero dos Estados siguió después el curso soberano que respetamos y las otras provincias fueron adhiriendo de tal modo a las instituciones argentinas que el país no podría entenderse sin las contribuciones que aquéllas hicieron por tan largo tiempo, en todos los órdenes, a nuestra continuidad jurídica y política.
Después de las infaustas experiencias vividas en 2010, confiamos en que la conmemoración de la gran fecha nacional del próximo 9 de julio tenga el relieve histórico, político y social que se merece.