La ciudad y su futuro
Van tomando forma, paso a paso, las estructuras indispensables para concretar la sana intención de elaborar las estrategias conducentes a que la ciudad de Buenos Aires se pueda desarrollar a mediano y largo plazo en forma coherente, sostenida, razonable y sin que esos proyectos de notable magnitud fueren afectados por las alternativas institucionales.
Esa iniciativa de rango constitucional -de allí lo trascendente de la firme voluntad de darle cumplimiento- no vuela, por cierto, a baja altura. Aspira a convertirse en el instrumento que les permita a los porteños tener una visión consensuada de su ciudad, de manera tal que dispongan de la posibilidad de articular grandes lineamientos y aspiraciones compartidas acerca del progreso de la urbe. O sea que, en definitiva, consistirá en pensar la ciudad del futuro mediato en escalas barrial, urbana e incluso metropolitana.
Establecida ya esa intención, ha comenzado una nueva etapa, con punto de partida en la constitución del Consejo de Planeamiento Estratégico, organismo consultivo dotado de iniciativa legislativa, que será presidido por el jefe de Gobierno. Para integrarlo, fueron convocadas -entre otras- las instituciones sociales porteñas representativas del trabajo, la producción, religiosas, culturales y educativas, los profesionales, los técnicos, los partidos políticos y las organizaciones no gubernamentales. Una vez debidamente registrados dichos valiosos aportes, comenzarán las rondas de consultas, las convocatorias en los barrios, los foros temáticos y un seminario de trabajo, hasta arribar a la asamblea constitutiva del Consejo propiamente dicho, prevista para marzo próximo.
Buenos Aires, al igual que cualquier otra gran ciudad, es una metrópoli de existencia y perspectivas harto complejas cuyas necesidades no pueden ser satisfechas en forma desordenada o depender con exclusividad de los inevitables vaivenes políticos e institucionales. Se pretende establecer, pues, una suerte de encarrilamiento que, prestándoles suma atención a las propuestas emanadas de sus foros representativos y, por supuesto, sometiéndolas a constructivos análisis, se convierta en el instrumento más útil y apropiado para poner en práctica los proyectos que alcancen insoslayable consenso.
Esas actividades permitirán formular, entonces, un plan estratégico que abarcará las esferas institucional, social, económica y territorial-ambiental. El hecho de que se lo asuma con jerarquía de política de Estado, asegurará su continuidad en el tiempo.
Seguridad, vivienda y transporte -cuestiones vitales, si las hay- serán, según está previsto, el objeto esencial de la tareas liminares del Consejo. Positiva determinación que pondrá aún más en valor el quehacer de una metodología inédita que, de por sí, subrayará la importancia de la autonomía porteña y propenderá a mejorar la calidad de vida de la población local.