La construcción de un país confiable
La estabilidad política y la confianza económica son esenciales para el desarrollo de cualquier nación. Ni una ni otra existían en la Argentina cuando el presidente Macri asumió el gobierno. Hoy, por primera vez en mucho tiempo, contamos con ambas.
Convocados por las urnas, los argentinos confirmaron que nuestro país vive una etapa inédita. Bajo la mirada de la comunidad internacional, las últimas elecciones demostraron que la mayoría de los argentinos adhiere a los principios propuestos por el Presidente y su gobierno, es decir, el multilateralismo, la apertura de la economía y la independencia de la Justicia. Los ciudadanos argentinos lo hicieron en un momento en que estos preceptos se encuentran amenazados en diversos lugares del mundo.
La naturaleza y el significado de este voto son diferentes de los de finales de 2015. En las elecciones presidenciales, los votantes habían elegido las promesas de un proyecto alternativo. En las legislativas, evaluaron positivamente su ejecución. En este nuevo contexto, la legitimidad del Gobierno ya no deriva solamente de un procedimiento electoral, sino que también adviene del ejercicio del poder. El voto presidencial fue para elegir una política, mientras que el legislativo sirvió para ratificar el curso de acción implementado.
En efecto, la noche del 22 de octubre disolvió todas las dudas. Los empresarios que temían un regreso al pasado encontraron en la derrota de la líder de la oposición en la provincia de Buenos Aires un panorama de largo plazo despejado para apostar por el país.
Asimismo, los inversores que dudaban de la capacidad del Gobierno para seguir implementando reformas han quedado esperanzados por el triunfo del oficialismo en las cinco mayores provincias.
Este nuevo mapa político constituye un buen augurio económico. Por primera vez en décadas, los poderes públicos están orientados hacia la atracción de inversiones, la reducción de las desigualdades y el aprovechamiento de nuestros recursos naturales y humanos. La función del Estado argentino ya no es beneficiar a sus dirigentes ni cumplir con sus caprichos.
Ahora existe una correspondencia entre el potencial productivo del país y la voluntad política de su liderazgo, que impulsa a la economía hacia un período de crecimiento. Una transición que podría incluso acelerarse tras las elecciones.
En primer lugar, porque muchas compañías extranjeras aguardaban el veredicto electoral para tomar una decisión de inversión respecto de la Argentina. En las últimas semanas me lo expresaron abiertamente diversos empresarios portugueses. Hoy, con la incertidumbre política reducida al mínimo, se dan todas las condiciones para que esas inversiones se concreten.
En segundo lugar, porque este refuerzo de la confianza provocará una reducción de los intereses de nuestros bonos en los mercados internacionales. Esto significa que el Estado, las provincias y las empresas lograrán financiar sus proyectos con mayor facilidad.
Otro de los pilares de este nuevo rumbo es la estrategia del Banco Central para reducir la inflación. A los ojos de quien nos observa desde afuera, la garantía de la independencia de la institución también salió reforzada en las legislativas.
Hoy tenemos, por lo tanto, razones para confiar en el cambio que nos propone Macri rumbo a la construcción de una Argentina previsible, confiable y en paz consigo misma y con el mundo. De este compromiso depende nuestro progreso colectivo. Ahora quedamos más cerca de alcanzarlo.