La Corte bonaerense, la llave para descomprimir la crisis de los presos
La Corte bonaerense tiene en sus manos la llave que podría habilitarle al Frente de Todos la puerta de escape al laberinto en el que está atrapado con el habeas corpus colectivo aprobado por el Tribunal de Casación Penal. Un instrumento que le permite conceder prisiones domiciliarias transitorias a la población carcelaria bajo riesgo de contagio mientras dura la pandemia del coronavirus.
Convertido en fuero unipersonal mientras dure la emergencia por la resolución 386 que la Corte dictó el 16 de marzo, algunos fallos del juez Víctor Violini dieron inicio al clima que anoche derivó en un sonoro cacerolazo en todo el país. Pero que se replicó con fuerza en zonas del Conurbano con acceso literalmente vedado a servicios de Seguridad y de Justicia. Regiones donde la persecución y castigo al delito es una verdadera quimera.
El rechazo del Tribunal de Casación a la apelación presentada por su propio fiscal general, Carlos Altuve, no provocó ninguna sorpresa. La decisión fue adoptada por Ricardo Borinsky, que desde el 22 de abril sustituye a Violini en la presidencia. Violini y Borinsky comparten la sala 3 del Tribunal. Es probable que la afición de Borinsky por el canto gregoriano sea la mayor disidencia entre ambos.
Violini mantiene una relación estrecha con Eduardo de Lázzari, que presidió la Corte hasta el 20 de abril. A él se le atribuye la redacción de la resolución que convierte a los fueros en unipersonales y que incluye además, el polémico artículo dos. "Establecer durante el citado período la prestación mínima del servicio de Justicia, que se limitará a la atención de los asuntos de urgente despacho o que por su naturaleza no admitan postergación."
Con ese poder, Violini tramitó los habeas corpus de Enrique "Quique" Petrullo, César Melazo y Gustavo Mena, todos detenidos como parte de una megabanda integrada por delincuentes comunes, funcionarios policiales, judiciales y políticos.
La difusión de esos hechos lo obligó a rectificar el procedimiento que siguió con Petrullo: concederle la prisión domiciliaria sin demasiados miramientos. Los casos de Melazo y Mena fueron remitidos al juez de Garantías Agustín Crispo que los denegó.
Casado en con la fiscal federal de La Plata y militante activa de Justicia Legítima Miriam Russo, De Lázzari comparte con Eduardo Pettigiani y Luis Genoud haber llegado a la Corte luego de ser ministro de Seguridad. En el caso de los dos primeros, un paso dado con el padrinazgo del entonces gobernador Eduardo Duhalde.
Genoud lo hizo en la gestión de Felipe Solá. Lo mismo que Daniel Soria, apalancado por el entonces intendente de La Plata Julio Alak y actual ministro de Justicia de Axel Kicillof. Para aprobar sus pliegos, el radicalismo acordó la llegada de Hilda Kogan a ese cuerpo.
Sergio Torres cubrió en el 2016 la vacante abierta por la renuncia de Juan Carlos Hitters. Kogan y Torres tienen antecedentes en la Justicia Federal donde actuaron como jueces. Kogan en el fuero Previsional y Torres en el penal. Igual que a Soria, a Kogan y Torres se los reconoce por su idoneidad en el derecho. A De Lázzari, Pettigiani y Genoud, por los vínculos que supieron tejer con el peronismo bonaerense.
Fuera del breve período de los últimos cuatro años, la preeminencia de esa fuerza en el gobierno desde 1987 fue determinando el perfil de un cuerpo condicionado por esa realidad. Tal vez por eso estén tan sorprendidos como la mayoría del oficialismo por la reacción ciudadana al intento de sacar provecho político de una decisión fundada en razones sanitarias.
Es probable que la mayoría se incline por facilitar una solución que evite a Kicillof y Alak pagar el costo político de esta crisis. A excepción de De Lázzari, por razones obvias. Aunque una cuota de misterio rodea la decisión que pueda adoptar Torres. Su designación fue avalada por la abrumadora mayoría de los organismos de derechos humanos. Incluida la Comisión Provincial de la Memoria: un actor central del conflicto político con el sistema carcelario. Y por algo más. Su afinidad doctrinaria con Raúl Zaffaroni. Tal vez otra de las paradojas que deba zanjar el debate ideológico entre duros y moderados que atraviesa al PRO.