Editorial I. La crisis económica del fútbol
El fútbol argentino, jaqueado por notorios problemas de seguridad que hasta llegaron a imponer la suspensión judicial de los torneos más importantes, enfrenta también dificultades económicas de magnitud que deberá encarar con todo rigor para evitar el deterioro de sus aptitudes y posibilidades netamente deportivas y mantener el interés popular.
No se trata ya de las tradicionales estrecheces de algunos clubes considerados chicos, ni de la prolongada declinación de la recaudación en los estadios que refleja dificultades muy diversas, ni de la persistente reducción en el número de asociados que afecta indiscriminadamente a casi todas las entidades deportivas, futbolísticas o no. Ahora hay clubes en situación de quiebra bajo administración judicial, los recursos que aporta la televisación de los partidos resultan tan importantes como para imponer sus propios criterios, y los problemas con el fisco por cuestiones impositivas han cobrado especial relieve, con ribetes algo escandalosos, en vista de denuncias por evasión tributaria que envuelven a figuras prominentes del ámbito deportivo. Además, también por decisión judicial, una de las más populares entidades futbolísticas se ve conminada a desarmar la estructura financiera ideada para contratar jugadores sin apelar a los recursos del club y comerciar los contratos.
El fútbol, como todas las actividades, debe ajustarse rigurosamente al imperio de las leyes, tanto las que tienden a organizar la convivencia de la sociedad como las que impone la economía. En tal sentido, una juiciosa administración es una exigencia que no puede ser soslayada en nombre de dispendiosas aventuras, so pena de caer en estados como los que angustian a gran parte de las entidades nucleadas en la Asociación del Fútbol Argentino.
Esa administración cuidadosa ha de incluir, desde luego, el pago puntual de impuestos y contribuciones, tal como la ley requiere de cualquier otra actividad. Sin embargo, y a pesar de que hasta no hace mucho los clubes han gozado del privilegio de condonaciones y moratorias especiales, de las averiguaciones de los organismos recaudadores surgen con frecuencia irregularidades, transgresiones y gravámenes impagos, y no sólo porque el estado financiero de alguna institución impida hacer frente a las obligaciones tributarias _de hecho, las listas de deudas insatisfechas son muy extensas_, sino por metódicos procedimientos de ocultamiento y de evasión.
El fútbol, que mueve sumas millonarias, ha llegado a ser una de las actividades económicamente más importantes en el mundo. No debe extrañar que los clubes procuren nuevos medios de financiamiento, como el ideado por Boca Juniors para contratar jugadores: la apertura al capital público del fondo común creado al efecto, y ahora suspendido por un pronunciamiento judicial, permitiría a los hinchas _boquenses, en este caso_ contribuir a la fortaleza del equipo, reemplazando una intermediación costosa que suele ejercer presiones sobre las decisiones del club. Es fundamental, por supuesto, que el manejo sea absolutamente transparente y que no perjudique el patrimonio institucional ni restrinja los derechos de los asociados.
Otra fuente de recursos es la televisación de los partidos; los clubes de primera división reciben cerca de un millón y medio de pesos, en cada fecha del certamen, por los derechos de transmisión que la AFA cedió a la empresa Torneos yCompetencias hasta el año 2014. Sin embargo, los clubes advierten que la empresa adquiere creciente influencia sobre el negocio y suele imponer sus condiciones y conveniencias que no son necesariamente las del fútbol, y como ellos no participaron de la negociación entre la AFA y la empresa que televisa los partidos, tratan periódicamente de obtener fondos adicionales.
El fútbol profesional ha adquirido, de hecho, una enorme repercusión no sólo social sino también económica; que el desarrollo de esta actividad sea positivo para la comunidad depende, en gran medida, de su capacidad para resolver los males y los conflictos que la afectan, a partir de un amplio consenso entre todos los actores involucrados, que son socios en una empresa común, de cuyo éxito depende, inexorablemente, la suerte de cada uno.
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