La cultura y la identidad de España, en una imponente celebración ciudadana
El desfile por el Día de la Hispanidad fue, en Madrid, una muestra del orgullo que siente la sociedad española por la hazaña de Colón
MADRID.– Me gustó mucho eso de un columnista español quien advirtió ayer que España estaba celebrando su fiesta nacional, cuando no era el día en que se hubiera fundado la monarquía, ni el Estado constitucional moderno, ni la fiesta de la independencia de una potencia extranjera o de la emancipación del despotismo. Este y los otros 12 de Octubre que se han festejado desde que se pierde la memoria, y ahora al cabo del interregno de dos años por la pandemia, no han hecho más que celebrar el descubrimiento por un italiano, escribió el articulista, de un continente hoy compuesto por países libres. Vamos, Colón, todavía.
Los pueblos necesitan de razones que movilicen sus sentimientos identitarios y eso lo ha logrado en España, a no dudarlo, el navegante que le otorgó resonancia mundial, esplendor y cuya hazaña pesa más que sus errores y mezquindades, porque estas son más comunes a la humanidad que proezas tan raras como la que él protagonizó en 1492. Por el Paseo de la Castellana vi desfilar a 4000 hombres y mujeres del Ejército de Tierra y Aire y de la Armada, de la Guardia Civil y la Guardia Nacional y de organismos de seguridad del Estado.
He conocido desfiles manifiestamente mayores, como el de la fiesta patria de 1953 en que rindieron honores al presidente Perón y a su par, el presidente chileno Ibáñez del Campo, 35.000 efectivos militares. Pero lo que jamás había presenciado había sido el grado de entusiasmo ciudadano que percibí de gentes venidas de todas partes de España y la intensidad de los vítores al paso de las unidades que participaban del desfile. Eran exponentes de una vasta clase media vestida con el esmero de quienes tomaban todo esto como una fiesta propia, por si no fueran suficientemente expresivas de sus sentimientos las banderas rojigualdas que agitaban por doquier.
Un gran día para la monarquía de Felipe VI y una peregrinación ciudadana enorme que se prolongaba por muchas cuadras del Paseo de la Castellana y desbordaba por todos los costados el palco real levantado detrás del estadio Bernabéu. Un palacio del fútbol que, si ya era de las dimensiones gigantescas que requiere el Real Madrid, lo será más todavía con las obras en marcha: incluirán departamentos para que jeques y afortunados de ese nivel puedan presenciar partidos clásicos de escala internacional sin que eso de sentirse como en casa no sea más que una vulgar muletilla a falta de mejores ideas.
En suma, que el Día de la Hispanidad no pudo haberse festejado en una jornada de tiempo más manso y grato como el de ayer. Ni con mejores augurios para el país –y no necesariamente para su gobierno– sobre el que las últimas encuestas profesionales aseguran que el 77 por ciento de los españoles –o más de tres cuartos de ellos– se sienten orgullosos de su pertenencia nacional. En cuanto al presidente del gobierno socialista, el señor Pedro Sánchez, y sus ministros, no hubo más que silbidos.