La epidemia de sarampión
El sarampión es una enfermedad viral que acompaña al hombre desde la aurora de los tiempos y para la cual la población occidental ha generado una cierta inmunidad por el contacto repetido con el virus a través de las generaciones.
Los indígenas de la Patagonia, que desconocían al agente patógeno, desarrollaron cuadros gravísimos cuando se pusieron en contacto con él por primera vez durante el proceso de la conquista. Se considera al virus del sarampión como uno de los factores responsables de la desaparición de nuestros aborígenes australes.
El cuadro clínico de la enfermedad es casi siempre leve, aunque tiene un grado de mortalidad. Como toda enfermedad infectocontagiosa eruptiva, el sarampión presenta un carácter epidémico y, periódicamente, un incremento de su virulencia, lo que determina que algunos brotes sean más graves que otros.
Esas características fueron las que se tuvieron en cuenta cuando se desarrolló la vacuna antisarampionosa de virus vivo, que proporciona inmunidad contra la enfermedad, luego de aplicaciones repetidas, según el esquema de vacunación aceptado por el mundo médico.
La actual epidemia que está padeciendo nuestro país, en especial el conurbano bonaerense, presenta características de alta virulencia y ha provocado una treintena de fallecimientos, en su mayoría en niños pequeños. La situación es lamentable, ya que esas pérdidas pudieron ser evitadas con una correcta inmunización. El total de afectados supera los tres mil casos.
La vacunación es la medida primordial para evitar la enfermedad. Su eficacia depende, en gran medida, de la preocupación de las autoridades sanitarias por cumplir con las campañas adecuadas para que la población infantil, la más expuesta al contagio, se encuentre inmunizada en forma correcta. En los familiares de los niños recae también la responsabilidad de cumplir con las normas que son efectivas para prevenir la enfermedad.
Frente al brote epidémico, sólo cabe extremar las medidas higiénicas y procurar inmunizar con la dosificación completa a la población en riesgo. Es fundamental que se tome conciencia de la gravedad de la enfermedad y que las autoridades extremen su celo para proveer los medios preventivos y curativos en el momento preciso. Parecería que no se ha seguido ese camino, al menos con la firmeza deseable. Es de esperar que se instrumenten con el rigor debido las medidas eficaces para erradicar el brote. Para eso se requiere voluntad y eficiencia.