La espera
Un gigantesco reloj y seis figuras anónimas componen esta postal de la espera, esa suerte de acción pasiva que enmarca los momentos realmente importantes, o al menos aquellos de inevitable cumplimiento. En la espera se paralizan los acontecimientos, es el acto en el que todo lo que pasa es el tiempo que pasa. Quizá por eso alguien haya decidido, para honrar la paciencia de los que esperan, situar ese gigantesco reloj allí donde también se halla una parada de autobús, espacio que simboliza como pocos la experiencia colectiva de la espera, del tiempo que dedicamos cada día al solo hecho de que transcurra ese tiempo para alcanzar nuestro destino. Aquí, estas figuras -y no es caprichoso compararlas con sombras- parecen rendidas ante el luminoso círculo que mide el tiempo, ante ese omnipresente tictac que traza el compás de los días en un monótono ritmo sin intervalos ni silencios, segundo a segundo.