La esperanza, único antídoto contra el cambio de año
La creencia es vieja y extendida. Casi como un juego aceptado por todos, se da por hecho que el fin de cada año supone el final de una etapa y la llegada de otra realidad. Nunca como este año en todo el mundo ese supuesto fue tan anhelado. La esperanza generalizada es dejar atrás los días de pandemia, encierro y dolor. Como un signo que se empeña en contradecir esa creencia, los datos parecen pronosticar lo contrario.
El virulento rebrote de Covid en el hemisferio norte, cepa hipercontagiosa incluida, borró la idea voluntarista de que la llegada de las vacunas cerraría en poco tiempo los signos penosos que pretendían anclarse en 2020. No será así, aunque los deseos pretendan otra cosa.
La pandemia seguirá por más sentimientos de cansancio que la humanidad muestre respecto de las restricciones que le fueron impuestas. El año no terminó y sus rasgos perdurarán en el que llega.
Los buenos deseos navideños y los augurios de fin de año dan una pelea desigual frente a los nuevos datos duros del coronavirus. Son esos hechos los que impiden pensar que el calendario es una barrera que frenará este presente en el último minuto del 2020. Será por eso mismo que la esperanza es más obligatoria que nunca como arma contra la realidad.