La falacia del feedback
Los chetos lo llaman feedback, los comunicólogos lo traducen como retroalimentación, los bienintencionados lo explican como crítica constructiva, las empresas lo llaman “encuesta de satisfacción” y para el politólogo Marcus Buckingham es, sencillamente, una mentira. Su artículo “La falacia del feedback” –publicado en el Harvard Business Review– provocó un enorme revuelo al poner en tela de juicio esta herramienta para mejorar el desempeño de los empleados de una empresa.
Para Buckingham la retroalimentación es un proceso externo, subjetivo, rodeado de parcialidad y humanamente imposible: es creer que se puede moldear a una persona a partir de un modelo, como si el cerebro fuera un lugar vacío a llenar.
Si la prédica de este politólogo tiene éxito nos quedaremos sin el “¿cómo estuvimos?” y sin encuestas de rendimiento o de satisfacción del cliente. Sin el concepto de retroalimentación el mundo de la empresa sería un lugar un poco más incierto e imprevisible; o sea, más parecido al mundo real.
Algo más...
Para Buckingham la idea de que alguien mejora llenando sus vacíos en base a un modelo es incorrecta. Propone, más bien, partir de un piso mínimo de tareas exigibles; de allí, reconocer las capacidades y las individualidades de cada trabajador, para que haga cada vez mejor aquello que más ama hacer.