La fe vuelve a estar presente en la política latinoamericana
El triunfo de Bolsonaro reafirma una tendencia en la región. Comenzó con Trump en enero de 2017 y continuó con Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia y Mario Abdo en Paraguay, en agosto de este año. La fe vuelve a estar presente en las elecciones y a hacerse un lugar, cada vez más importante, en la política.
Muchos hablan de la consolidación de una derecha conservadora en el continente, un regreso pendular tras el período de auge de las izquierdas latinoamericanas. El análisis suele abordarse desde una cuestión meramente económica o política, pero pocos ponen atención en el fenómeno cultural latinoamericano de la fe. Es un fenómeno que suele, erróneamente, incluirse en el espectro de la derecha, pero que impregna en realidad todos los movimientos políticos, desde los más liberales hasta los más revolucionarios, sin olvidar al peronismo mismo. Es que la fe es anterior a las izquierdas y las derechas y puede encontrarse latente tanto en los movimientos más conservadores como en los más revolucionarios y progresistas. Podríamos decir que es en América Latina un elemento identitario que persiste, más allá de algunos cambios, en la gran mayoría de los pueblos donde el componente cristiano es ampliamente mayoritario: un 80% del total, donde el 60% es católico (123 millones) y el 20% es evangélico.
Este último sector se posiciona cada vez más como una nueva fuerza política. El voto evangélico es mucho más orgánico porque pastores y obispos tienen una relación más determinante con sus seguidores en todos los aspectos de la vida, incluso en cuestiones políticas. Tanto unos como otros tienen una capilaridad enorme en los sectores populares, pues están presentes en las villas, en todos los pueblos y en las grandes ciudades del país aportando asistencia y contención.
Bolsonaro no llegó de la nada al poder. En Brasil, más de 42 millones de brasileños son evangélicos, cerca del 22% de la población, y un 65% son católicos. En 1982, el Congreso solo tenía dos diputados evangélicos. El número fue creciendo hasta 2014, con 87 diputados y 3 senadores, un 15% de los legisladores federales, y en estas elecciones, buscan superar ampliamente el centenar. Bolsonaro es católico, pero forma parte del interbloque provida, de más de 140 diputados, donde 87 de ellos son evangélicos.
Lo que debemos comprender es que el ingreso de los grupos religiosos a la política no es meramente una cuestión de reacción, sino de representación. Busca efectivamente representar a un segmento enorme de votantes que comparten un conjunto de valores que hoy se encuentran fuertemente atacados y subestimados -y por lo tanto subrepresentados- por los partidos políticos y por dirigentes tradicionales.
Más allá de los escándalos de corrupción y la decepción con los partidos políticos -circunstancias que fueron determinantes en Brasil y Colombia-, todas estas elecciones estuvieron enmarcadas en un profundo debate sobre los valores, donde el aborto fue su manifestación más evidente.
Antes del ballottage, Bolsonaro se reunió con numerosos pastores y con el arzobispo católico de Río de Janeiro, cardenal Orani Tempesta, con quien suscribió una declaración que reafirma los valores cristianos: "En defensa de la familia, en defensa de la inocencia de la niñez en las escuelas; en defensa de la libertad de religión, contrario al aborto y a la legalización de las drogas".
Todo un manifiesto de principios que une a la amplia comunidad de católicos y evangélicos en un frente común que se ha ido consolidando en los últimos años en todo el continente y especialmente en nuestro país. Esta unidad cobra especial fuerza este año, con el debate sobre el aborto en el Congreso. Asimismo, se expresó frente a las reformas propuestas a la ley de educación sexual integral, que pretendían avasallar las libertades de los padres y de las comunidades educativas cristianas contempladas en la ley original. Son valores que fueron subvaluados por una clase política que había dejado de lado el debate cultural sobre las ideas y los valores, pero que ahora vuelve con fuerza a las agendas electorales. Por alguna razón, el establishment político en nuestro país, que agitó el debate sobre el aborto, nunca imaginó que la respuesta provida a nivel nacional tendría tal envergadura.
No es un avance de la derecha ni del conservadurismo. El derecho a la vida y a la libertad, que reclaman los cristianos, siempre estuvo a la vanguardia de todas las reivindicaciones sociales de los derechos humanos. Es más, los derechos humanos son, en cierto modo, una consecuencia de los valores cristianos de Occidente que aún perduran y sostienen los lazos sociales: la vida, la familia, la libertad, la igualdad, la honestidad, el trabajo, la solidaridad, la educación... Por eso, al verse amenazados despiertan multitudes, como los millones de ciudadanos que marcharon en cientos de ciudades este año por el derecho a la vida de los niños y las niñas por nacer y de las mujeres embarazadas. En nuestro país, es una mayoría pacífica, que está siendo violentada, a veces a nivel social, pero también en el ámbito de lo público. Recordemos las imágenes de los ataques con bombas molotov a la catedral en Trelew hace unas semanas, los médicos que están siendo perseguidos por cumplir su deber de salvar personas, incluso cuando están en el vientre materno, o la autoritaria reforma presentada en el Congreso por la ESI.
En la Argentina, la fe, al igual que en toda la región, está buscando representación política y su regreso no se debe ya a una "injustificada intromisión" de la Iglesia en el Estado. Son valores personales que se defienden políticamente. La Argentina no necesita un Trump o un Bolsonaro ,pero sí un liderazgo que tome seriamente las expectativas, los reclamos y la idiosincrasia de este sector. El regreso de la fe a la política responde a la necesidad de una amplia mayoría de ciudadanos que viven sus valores y su fe a diario, que a través de una legítima participación política buscan que el Estado los represente adecuadamente y los proteja. Es hora de que a través de los partidos tradicionales o de nuevas alternativas políticas vayamos encontrando los canales para que las democracias puedan empezar a incluir con más representatividad a nuestro electorado cristiano y sus valores.
Representante permanente alterna en la embajada argentina ante la OEA, exdiputada nacional.
Cynthia Hotton