La gran duda de Tony Blair
Preguntar implica el riesgo de escuchar la respuesta que uno no esperaba. Si lo sabrán los hacedores de la Unión Europea, que por estos días se debaten sobre la amenaza de consultar cada paso a la población por medio de referéndum. Ya en septiembre bebieron un mal trago cuando los suecos le dijeron que no a la moneda única, tal como lo había hecho Dinamarca. Los irlandeses , en tanto, le dieron la espalda al tratado de Niza. Ahora, el tema en cuestión es la sanción de la largamente anunciada Constitución, que regirá al continente. La Carta Magna de la UE debería quedar lista entre el mes próximo y junio. El problema es que la norma deberá ser ratificada por todos y cada uno de los Estados miembros, y en algunos casos, como parece ser el del Reino Unido, esto se haría por medio de un amplio referéndum.
La experiencia indica que los votantes no sólo responden a lo que se les pregunta en el referéndum , sino que aprovechan para dar su visión más general sobre la Unión, la inmigración y la integración continental. Un ejemplo: cuando los irlandeses votaron por primera vez sobre el Tratado de Niza, que abrió la puerta para la inminente ampliación de la Unión, analizaron temas como la seguridad, la defensa y hasta el aborto. En Dinamarca, más que decirle que no al euro en 2000, se rechazó la supuesta pérdida de soberanía ante Bruselas. Y la lista continúa. Por eso, Tony Blair duda ante la posibilidad de preguntar a los británicos si quieren una Constitución europea. Anteayer, el diario The Guardian ilustró los justificados titubeos con esta frase de reminiscencias shakespereanas atribuida al primer ministro británico: "Sí, No, Puede Ser: ésa es la respuesta sobre el referéndum".