La hora de la oposición latinoamericana
Por Jorge Castañeda Para La Nación
MEXICO D.F.- Las elecciones celebradas el domingo pasado en la Argentina para escoger al candidato presidencial de la Alianza constituyen una novedad importante en las democracias latinoamericanas. No se trata, por supuesto, de la primera ocasión en que las candidaturas se definen por una primaria abierta, pero los comicios "privados" confieren un sello de legitimidad del cual otros procedimientos pueden carecer y, sobre todo, permiten dirimir diferencias entre formaciones políticas aliadas.
El triunfo de Fernando de la Rúa entreabre perspectivas interesantes. Con Carlos "Chacho" Alvarez como candidato a la vicepresidencia y Graciela Fernández Meijide para la gobernación de la provincia de Buenos Aires, la Alianza se puede cohesionar y movilizar con mayor vigor y promesa que en la mayoría de las demás hipótesis imaginables.
Por primera vez desde que surgió la marea neoliberal en América Latina, coaliciones y candidatos críticos del statu quo o provenientes de la izquierda del espectro ideológico o de la oposición al autoritarismo presentan posibilidades reales de triunfo en varios países.
Encuestas favorables
En Venezuela, Hugo Chávez, el ex militar golpista y acérrimo detractor populista del establishment , encabeza las preferencias para las elecciones del próximo domingo por más de 10 puntos porcentuales. En El Salvador, Facundo Guardado, del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, ha alcanzado a empatar ya al aspirante derechista de Arena. En Chile, Ricardo Lagos, el líder socialista y probable candidato de la Concertación democristiana-socialista, aventaja por 25 puntos a sus rivales. La Alianza opositora argentina conserva una sólida delantera frente al probable candidato del menemismo, Eduardo Duhalde. Y en México la oposición representada por el PRD y el PAN continúa siendo mayoritaria en su conjunto, y sus principales candidatos, Cuauhtémoc Cárdenas y Vicente Fox, respectivamente, siguen adelante en las encuestas.
Paradójicamente, con la posible excepción de Chávez en Venezuela, todas las coaliciones o candidatos mencionados, conforme se acercan los comicios y se expanden sus posibilidades de triunfo, han desdibujado su deslinde frente a dicho statu quo, o han acotado a una mínima expresión de sustancia sus programas. Las fuerzas alternativas tienden cada vez más a excluir de su desacuerdo con los gobiernos en funciones los temas económicos y sociales, para centrarse en aquellos asuntos denominados culturales, de corrupción y transparencia, de seguridad ciudadana, y de democracia en general.
La población, en particular la de menores ingresos, aprecia la estabilidad monetaria, cambiaria y fiscal que los actuales gobiernos han aportado a su vida cotidiana. Como los costos de estas ventajas son menos aparentes que sus beneficios, y como las alternativas son desgarradoras o costosas, los políticos de oposición prefieren enfatizar lo menos posible sus diferencias en estas materias.
Además, todos ellos saben que la democracia en América Latina no suele resistir la renuencia u hostilidad de los llamados "poderes fácticos": el dinero, las fuerzas armadas, la Iglesia en algunos casos, los Estados Unidos en otros. Para no desestabilizar los mercados, y no irritar a los poderes fácticos, los opositores reducen su estridencia.
Graciela Fernández Meijide y Fernando de la Rúa aceptaron la convertibilidad y el proyecto económico menemista sin mayores rectificaciones, en parte porque la gente en la Argentina se ha mostrado favorable a dicho proyecto, en parte para legitimarse frente a los mercados y el establishment , y en parte por falta de alternativas seguras y probadas. Creen que su elección es inviable si proponen cambios, y en todo caso, de ser necesarios, ya los efectuarán después.
Donde no conviene pisar
Cuauhtémoc Cárdenas ha tratado de resolver el problema de la delincuencia e inseguridad en la Ciudad de México sin aumentar los impuestos, para no condenar su presunta campaña presidencial del año 2000 a una derrota prematura. Vicente Fox se ciñe a las posturas del gran empresariado mexicano en parte por convicción y en parte porque sabe que sus perspectivas electorales lo obligan a conservar la simpatía del medio de negocios. Y los socialistas chilenos se resisten a imponerle ajustes importantes al modelo económico o a tratar de modificar la correlación de fuerzas social que el régimen militar fijó al partir. La situación en El Salvador es análoga.
Esta estrategia, inevitable y lógica, encierra varias contradicciones. Entre ellas destacan dos: la desmovilización del núcleo más activista y el ensanchamiento de los terrenos "controvertidos" en donde no conviene pisar.
El margen de derrota de Fernández Meijide fue mayor de lo previsto. Sin duda una de las explicaciones está en la desmovilización de sus simpatizantes, y ésta a su vez proviene, por lo menos parcialmente, de la táctica escogida por Graciela frente a De la Rúa: disimular las diferencias, desanimar a los exaltados por la victoria del año pasado, despolitizar la contienda al máximo. Es probable que De la Rúa siga un camino semejante en las elecciones generales del año próximo.
La desmovilización se acentúa conforme crecen los temas vedados. Dos ejemplos: la perplejidad y la parálisis del socialismo chileno frente a la detención de Pinochet en Londres y el tema de la corrupción en México.
Ricardo Lagos intenta mantener una posición digna y firme, congruente con sus principios y con las pasiones de sus seguidores, y a la vez no romper la Concertación de la que depende su candidatura a la presidencia y no ahuyentar a los poderes fácticos al punto de que veten su llegada al Palacio de la Moneda. Su éxito o fracaso dependerá de muchos factores, pero una conclusión se desprende ya del embrollo santiaguino-londinense: si antes la profundización de la democracia en Chile pertenecía al conjunto de temas de deslinde entre izquierda y derecha, hoy el tema de Pinochet comienza a desplazarse hacia el dominio reservado de los temas intocables. Segundo ejemplo: para no provocar turbulencias en los mercados y no atemorizar a los sectores renuentes o adversos, la mayoría de los temas económicos y sociales de sustancia han sido eliminados de la discusión mexicana. Ninguno de los precandidatos se atreve a hablar de lo que haría frente al Nafta, al crónico subfinanciamiento del Estado, a la apabullante desigualdad, a la dependencia del capital especulativo, a las opciones de política cambiaria.
La excepción retórica
Hasta hace poco, los candidatos de oposición manifestaban sus diferencias frente al PRI en un tema caro a la mayoría de los mexicanos: la corrupción pasada y presente. Sin embargo, desde que Fox llegó a la gobernación del Estado de Guanajuato, y Cárdenas, a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, si bien han realizado esfuerzos encomiables por combatir la corrupción en sus propias administraciones, sus acciones de investigación, acusación y castigo a las administraciones anteriores revisten una notable modestia.
Hugo Chávez en Venezuela, por lo menos retóricamente, no ha seguido este guión. Pero su postura puede confirmar la estrategia moderada de sus homólogos de dos maneras: ya sea perdiendo las elecciones el domingo entrante (mostrando así que con un esquema diferente lo único que se logra es la derrota), ya sea ganando para luego pasar a hacer lo mismo que los demás: borrar las diferencias, subrayar las convergencias y suavizar cualquier enfrentamiento. Las elecciones venezolanas cumplirán una función de gran utilidad: demostrar que se puede ganar desde afuera o que cualquier ruptura -meramente verbal o de verdad sustantiva- con el statu quo compromete toda posibilidad de triunfo.
lanacionar