La huida
La playa tiene sus ritos precisos. Hay un modo de caminar sobre la arena, despatarrarse al sol, envolverse en un pareo, cargar un bolso con falsa displicencia. Están los rituales de llegada y, desde luego, los de salida. En esta foto tomada en Saint-Tropez, en un Norte donde el verano aún brilla en todo su esplendor, de lo que se trata es de la huida. El grupito de veraneantes apronta su escaso cargamento y abandona la playa. Blanco, rosa, moreno: como si lo hubieran pactado, brindan al fotógrafo la danza de tres colores; son el complemento justo para esa zona de naturaleza domesticada. Pero siempre hay algo que escapa al control, y ahí están los nubarrones: ingobernables, ajenos al estilo neto de las reposeras, las sombrillas, los banquitos. Viene tormenta, el mundo marca su propio ritmo, impone un minutero ajeno, se ríe de los gestos con que insistimos en intentar ponerlo en caja.