La iniciativa Engel
La propuesta legislativa de Elliot Engel, congresista estadounidense, de crear una Comisión de Notables que evalúe lo que han sido lustros de una fallida "guerra contra las drogas" es un proyecto que debiera ser bienvenido en América latina; tanto por parte del Estado como de la sociedad. La iniciativa será ahora considerada por el Senado de Estados Unidos.
Esta propuesta es consecuente con la constatación de que la cruzada global y continental antinarcóticos ha sido un fiasco. Por el lado de la demanda, la escalada, año tras año, de prácticas crecientemente punitivas, y la notoria insuficiencia de medidas preventivas, educativas, sanitarias y sociales han revelado los límites del prohibicionismo.
Por el lado de la oferta, las políticas públicas desplegadas han estado, desde hace tiempo, en entredicho: la erradicación de los cultivos ilícitos; la militarización de la lucha antidrogas; la criminalización de toda la cadena interna ligada al negocio de los narcóticos y la aplicación de la extradición de nacionales no han resuelto, ni plena ni parcialmente, el fenómeno del narcotráfico.
La frustración estatal y el agotamiento social en Estados Unidos y América latina por igual, y ante las recurrentes acciones emprendidas, son elocuentes. El malestar internacional ante una ineficaz cruzada antinarcóticos y la envergadura de la crisis financiera se han combinado para abrir una ventana de oportunidad para contemplar un paradigma original en el frente de las drogas.
Por una parte, la situación económica parece tener, paradójicamente, algunas consecuencias positivas. Por ejemplo, en los últimos dos años, se observa una revalorización del Estado y de su papel regulador. Uno de los ámbitos en que esto se expresa es en el de la búsqueda de una mejor fiscalización de la banca offshore y los tax havens internacionales, así como la preocupación por una mayor transparencia en materia de secreto bancario y más control sobre la fuga de capitales.
Asimismo, hay signos que sugieren que el individualismo exagerado, el lucro desmedido y la codicia irrefrenable ya no son tan valorados como en el pasado reciente. Además, el despilfarro de recursos en el terreno gubernamental se ha vuelto insostenible para las cuentas públicas: gradualmente, se nota una evidente preocupación por los costos de políticas cuyos resultados son escasamente productivos.
A todo lo anterior se agrega una mayor sensibilidad sobre la cuestión de la desigualdad y sus efectos para las sociedades: incluso, algunos estudios ya remarcan el vínculo entre mayor desigualdad y más adicción y muertes relacionadas con las drogas. En síntesis, hay un conjunto de factores derivados de la actual crisis económica que insinúan transformaciones valorativas, conceptuales e institucionales potencialmente impactantes en el campo de la lucha contra las drogas.
Por otra parte, en el campo específico de los narcóticos están ocurriendo novedades. En Europa, algunas experiencias recientes parecen mostrar cierto éxito: por ejemplo, Portugal aprobó, en 2001, una ley que descriminaliza todas las drogas y los resultados no son desalentadores. Cabe destacar, asimismo, que aproximadamente un 20% de los europeos han probado marihuana. A su vez, las políticas de reducción de daños promovidas por la Coalición Europea por Políticas de Drogas Justas y Eficaces parecen recibir más eco oficial. Cada vez es más notorio el hecho de que en ciudades, localidades, regiones y hasta países se opta por políticas menos militantemente prohibicionistas. Medios de comunicación, personalidades y actores influyentes se pronuncian con mayor énfasis y eco en favor de ensayar estrategias alternativas para superar el problema de las drogas.
En América latina, la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, creada por los ex presidentes César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso y Ernesto Zedillo, concluyó que la "guerra contra las drogas" ha sido una "guerra perdida" con gravosos costos para la región en su conjunto.
La cuestión de las drogas dejó de ser un tema andino y hoy se ha expandido, con efectos muy negativos, sobre toda América latina. México y Brasil, con modalidades diferentes en términos de dificultades, exhiben la magnitud de los desafíos de un narcotráfico cada vez más asertivo y letal. Paralelamente, por medio de legislación parlamentaria o de fallos judiciales, ha crecido el número de casos en América latina que despenaliza la posesión de dosis personales de drogas. Esta corriente muestra un activismo judicial y legislativo inédito en la región y refuerza la sensación de profunda contrariedad respecto a la lógica de la "guerra contra las drogas".
También en Estados Unidos vienen ocurriendo hechos interesantes. Los últimos tres presidentes (Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama) consumieron sustancias psicoactivas ilícitas en algún momento de sus vidas: aquel uso no incidió para que fueran electos para la Casa Blanca. A su vez, cerca del 40% de la población ha probado marihuana; producto que es el tercero, después del alcohol y el tabaco, en términos de uso recreacional y que hoy está legalizado para fines medicinales en 14 estados, donde habita más del 30% de la población del país.
Hace unos días, la administración Obama revirtió una práctica del presidente Bush y estableció que los fiscales federales no se dedicaran al arresto de personas que usan o suministran marihuana con fines medicinales. En los últimos tiempos, revistas del mainstream como Foreign Policy , National Review y Time dedicaron números sobre el tema de la legalización de drogas. Por su parte, el nuevo zar antidrogas, Richard Gil Kerlikowsi, ha prometido dejar de lado el lenguaje de la "guerra contra las drogas".
Así, entonces, en diversos ámbitos nacionales del triángulo atlántico entre Estados Unidos, Europa y América latina, un amplio y ecléctico abanico de voces -conservadores políticos, liberales económicos, progresistas sociales, libertarios filosóficos, reformistas legales y radicales ideológicos- se expresan crecientemente contra las políticas antidrogas existentes. En ese contexto, la propuesta del congresista demócrata Engel -secundada por legisladores republicanos- orientada a reevaluar las políticas vigentes puede ser un paso trascendental para las relaciones interamericanas.
Cada día resulta más evidente el debilitamiento del unilateralismo para "imponer", tanto interna como externamente, el consentimiento a favor de una estéril "guerra contra las drogas". La necesidad de un enfoque alternativo al actual es incuestionable. La Comisión de Notables propuesta por Engel bien puede ser el inicio de un giro progresivo y significativo en el terreno de las drogas. Quizás esa Comisión debiera incorporar miembros no estadounidenses: Washington debe revisar la actual política antidrogas pero lo debiera hacer con la participación de la región. El tema es global y el problema hemisférico es mayúsculo. Pensar conjuntamente este asunto -estadounidenses y latinoamericanos- le daría a los eventuales resultados y recomendaciones una fuerza y una legitimidad incuestionables.
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