La "morenización" del Gobierno y un conflicto en puerta
SI alguien carecía de certezas sobre el alcance de la expresión "profundización del modelo" con la cual el kirchnerismo describió el sentido de la nueva etapa de Cristina Fernández de Kirchner al frente del país, las últimas medidas de intervencionismo en la economía y el ascenso de determinados personajes como el secretario de Comercio Interior en el esquema de poder del oficialismo permitieron diluir cualquier duda.
Durante su licencia médica, que concluiría pasado mañana, la jefa del Estado estuvo ausente físicamente ante el gran público, pero casi en ningún momento se ausentó de la gestión. Los trascendidos indican que, más que a través del vicepresidente Amado Boudou, la correa de mandos se articuló por medio de Máximo Kirchner y de Carlos Zannini. Este último funcionó como un virtual jefe de Gabinete, en tanto que, a la hora de la instrumentación de las decisiones, la profundización del modelo tiene nombres y apellidos: Moreno y La Cámpora.
Una máxima de Néstor Kirchner -"el mercado organiza económicamente, pero no articula socialmente"- es empleada en el gobierno nacional para legitimar el intervencionismo cada vez más floreciente. Un intervencionismo que, en ocasiones, concibe al Gobierno como el intermediario al que la ciudadanía debe pedirle permiso para ejercer algunas de sus libertades y derechos constitucionales.
Tres hechos describen la concepción del poder que tenía Kirchner y que hoy explica algunas de las medidas de un gobierno preocupado por consolidar una posición hegemónica y no por liberar las fuerzas productivas de la Nación.
El primero es una confesión pública efectuada por la propia Cristina Fernández de Kirchner. Confió que, hacia 1976, Néstor le había dicho que para hacer política necesitaba hacer dinero. Por ese motivo, volvió de La Plata a Santa Cruz, donde, durante los años del régimen militar, no dudó en trabajar como abogado de entidades financieras que se quedaban con propiedades de quienes, víctimas de la famosa circular 1050, no podían pagar sus créditos hipotecarios.
El segundo dato surge de un diálogo entre Kirchner y el escritor José Pablo Feinmann, que éste reproduce en su libro El flaco :
-Cuando le saques a Duhalde el aparato duhaldista, te vas a convertir en Duhalde. No llegaste para eso -le reprocha el autor del libro.
-No, pero si no le saco el aparato, él me va a sacar a patadas en el culo de todas partes. Hasta de la Presidencia -le responde Kirchner. El diálogo da a entender que, en la peculiar concepción del poder kirchnerista, es mejor apropiarse de los aparatos que terminar con ellos.
Un último dato surge también de esas interesantes conversaciones reproducidas por Feinmann en su obra, en las cuales la acumulación del poder aparece como una preocupación central del entonces presidente de la Nación. "¿Cómo se construye poder hoy? No me vengas con la militancia barrial tipo Jotapé. Con unos treinta minutos en horario central de cualquier canal de televisión consigo más que con diez mil militantes haciendo laburo territorial", aseveró Kirchner.
La obsesión por los medios y por colocar a los amigos en los aparatos de poder político y económico surgía con claridad. El ex ministro de Economía Roberto Lavagna lo advirtió, poco después de dejar el gobierno kirchnerista: "Quieren morder en todas las privatizadas. Por eso las desgastan".
La vieja estrategia del kirchnerismo de desgastar a los concesionarios de servicios públicos privatizados para forzar su salida y la entrega de las compañías al Gobierno o a sus amigos no es muy diferente de lo que pretende hacer hoy el Poder Ejecutivo con Papel Prensa, que tiene al Grupo Clarín y a La Nacion como accionistas privados junto con el Estado. El encargado de velar para que esto ocurra, por resolución del Ministerio de Economía, no será otro que Moreno, a cuyo cargo estará el control y el cumplimiento de la ley que declaró de interés público la fabricación, comercialización y distribución de papel para diarios.
El mensaje oficial ha sido muy claro: si los accionistas privados de Papel Prensa no están en condiciones de aumentar las inversiones para abastecer de papel para diarios a la totalidad del mercado interno, el Estado podrá ampliar su capital para hacer esas inversiones y quedarse con la empresa.
Por si esto fuera poco, el Gobierno acaba de fijar un cupo trimestral para la importación de papel para diarios, algo que no sucedía desde 1948, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, y que resulta violatorio de la Constitución.
Semejantes medidas de control sobre el mercado de papel para diarios y de pasta celulosa carecen de equivalencia en países que se precien de serios. Ni siquiera en Venezuela, donde el gobierno chavista ha tratado de someter a la prensa independiente. Un ejemplo relevante es el de Brasil, donde funciona una sola planta, que fabrica casi la misma cantidad del insumo para diarios que Papel Prensa. Dos tercios del papel que consumen los diarios brasileños se importan sin restricciones, pero nadie en el gobierno de Dilma Rousseff propuso exigirle a aquella empresa que eleve su producción para cubrir toda la demanda local o fijar cupos para las importaciones.
En lo sucesivo, Moreno podrá decidir qué cantidad de papel para diarios debe producirse y cuánto podrá importarse. En ámbitos empresariales, se teme que el mercado del papel termine tan mal como otros mercados en los que intervino el secretario de Comercio.
Además de haber fundido a la Papelera Quilmes y haber tenido una responsabilidad clave en la pérdida de diez millones de cabezas de ganado con sus intervenciones para controlar el precio de la carne, Moreno fue el artífice de la destrucción del Indec para hacernos creer que no había inflación y perjudicar a los tenedores de bonos del Estado ajustables por el aumento del costo de vida, entre los que estaban los propios aportantes al sistema jubilatorio. Antes de eso, cuando tenía a su cargo los acuerdos de precios, Moreno habría instado a ejecutivos de grandes empresas de consumo masivo de alimentos a achicar los envases si no les cerraban los costos, antes que subir los precios. El tradicional envase de dulce de leche de 500 gramos que pasó a ser de 400 es una de las grandes obras del polémico funcionario, que en 2006 anunció que iba a "llover gasoil".
Curiosamente, quien mejor definió a Moreno, cuatro años atrás, fue el actual titular de la UIF, José Sbattella: "Para Moreno es mejor un buen monopolio aliado que pequeñas y medianas empresas compitiendo".
Aferrado a su objetivo de lograr un superávit comercial de 10.000 millones de dólares en 2012, las restricciones a las importaciones encontraron en Moreno a su máximo defensor. Jugador de toda la cancha, el secretario de Comercio, que se jactó alguna vez de haberse "cargado" a cuatro ministros (Felisa Miceli, Miguel Peirano, Martín Lousteau y Alberto Fernández), ha comenzado a opacar a los actuales ministros de Economía, Industria y Relaciones Exteriores y se dio el lujo de tildar de "pajarones" a "quienes andan diciendo que hay que volver a pedir dólares". Podría leerse esta frase como un reproche a Boudou y Hernán Lorenzino, convencidos de que la Argentina debe intentar volver al mercado financiero internacional. Un conflicto en puerta que la Presidenta tendrá que salir a tapar con su mejor glamour y, probablemente, con cuestiones como la de las Malvinas, que nos distraigan del tórrido clima de ajuste.