La OEA, contra el terrorismo
Por Fátima Sleiman y José Manuel Ugarte Para LA NACION
Los miembros de la Organización de los Estados Americanos (OEA) acordaron en junio de 1999 recomendar a la Asamblea General que procediera a la creación de un marco institucional apropiado, conforme a la Carta de la OEA (artículo 53), de un Comité Interamericano contra el Terrorismo (Cicte).
El Cicte, creado teniendo en cuenta el respeto a la soberanía de los Estados y el principio de no intervención, está integrado por las autoridades nacionales competentes de la OEA y tendrá como propósito desarrollar la cooperación a fin de prevenir, combatir y eliminar los actos y actividades terroristas. La sede estará en la Secretaría General de la organización y se reunirá por lo menos una vez al año. Cada país designará un representante titular, suplentes y asesores, y tiene derecho a un voto. Las decisiones son por consenso.
Cooperación interamericana
Entre sus funciones, el Cicte tiene que "prestar asistencia a los Estados miembros que así lo soliciten, a los fines de prevenir, combatir y eliminar el terrorismo, fomentando, de conformidad con la legislación interna de los Estados miembros, el intercambio de experiencias e información sobre las actividades de personas, grupos, organizaciones y movimientos vinculados con actos terroristas, así como en relación con los métodos, fuentes de financiamiento, entidades de las que reciban protección o apoyo, en forma directa o indirecta y su eventual vinculación en la comisión de otros delitos".
Durante los días 28 y 29 de octubre de 1999, se celebró en Miami el primer período ordinario de sesiones. Fue elegido presidente el estadounidense Michael Sheehan y vicepresidente el boliviano Walter Guiteras Denis.
Entre las conclusiones a las que se llegó en esa reunión pueden destacarse:
- "El terrorismo exacerba las condiciones de pobreza y al coludir con el crimen organizado y el narcotráfico, alimenta la corrupción."
- "Dirigir la acción concertada contra la financiación de los actos y actividades terroristas."
- "Los Estados, antes de conceder el asilo a un individuo, se aseguren que el solicitante no haya participado en actividades o acciones terroristas, a fin de consolidar la cooperación interestatal en su lucha contra este flagelo."
Por otra parte, dentro del programa de trabajo del Cicte, se destaca la creación de una red interamericana de recopilación y transmisión de datos a través de las autoridades nacionales competentes, como primer paso hacia la creación de una base de datos de carácter permanente.
En lo referente a nuestro país, se observa una dicotomía entre lo que se acordó y firmó en el nivel internacional y lo que se hizo en el nivel interno. Le espera a la nueva administración una reelaboración de la estrategia en el área de las llamadas nuevas amenazas o delitos complejos a fin de establecer protecciones más adecuadas contra los peligros de la droga y el terrorismo, por ejemplo. Este rediseño debería concentrar los intereses prioritarios de la Nación Argentina, sin olvidar los de la región y el continente.
Quizás entonces empecemos a encontrar respuestas a los interrogantes relacionados con la explosión de Río Tercero, los dos atentados terroristas, la permanencia y enigmática desaparición de Lino Oviedo, y la reciente bomba contra una escuela armenia, entre tantos otros casos.
La ausencia de amenazas interestatales permite a los pueblos sacar a la superficie todas sus rivalidades internas. Los desequilibrios de origen cultural o religioso pueden resultar auténticos explosivos al provocar el intento de estigmatizar las injusticias sociales.
Los verdaderos adversarios
Existen Estados que, aunque no lo admiten, no están preparados para soportar la realidad de las nuevas amenazas o delitos complejos: necesitan encontrar un adversario, diseñar un espacio de hostilidad y encontrar una lógica de enfrentamiento.
Se fabrican amenazas verdaderas a partir de elementos a menudo artificiales, y esto es lo verdaderamente peligroso, porque no son fáciles de controlar, como cuando se difundió mundialmente la posibilidad de que grupos terroristas hicieran uso de armas biológicas de destrucción masiva en ocasión del fin del milenio, fenómeno que por suerte no se concretó.
En cuanto a las guerras culturales, que tienen como objetivo conquistar adeptos, los protagonistas están preparados para usar todos los argumentos disponibles, desde los más rudimentarios hasta los más evolucionados. Esta diversidad de situaciones es justamente lo que hay que entender, estudiar y profundizar.
Si analizamos la sociedad que nos rodea, tenemos sobradas razones para comprender su estado de descomposición. En primer lugar, por la presión de los elementos combinados que provienen tanto de la debilidad del poder como de su multiplicación, de la violencia social y de la inseguridad, de la constitución de zonas grises urbanas (donde se pueden incubar fermentos contestatarios), de la existencia de bandas descontroladas, de nichos de exclusión y de extremismos políticos o racismos. En segundo lugar, el terrorismo (que utiliza estrategias indirectas como son la sorpresa y el pánico de las personas) y el narcotráfico (que refuerza el riesgo de conflictos, degradación y debilitamiento de las costumbres, sin olvidar que los narcodólares blanqueados en los paraísos bancarios mundiales intervienen en los mercados de capitales y en el comercio de armas).
La seguridad es responsabilidad del Estado. El debate de la sociedad actual pasa también por la información veraz que el Gobierno les brinde a los ciudadanos en temas de seguridad, a fin de que ellos saquen sus propias conclusiones y busquen el consenso social, sabiendo quiénes son los auténticos adversarios, de los cuales nadie dice nada y eso es lo que realmente preocupa.
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