La pandemia, el nuevo desafío para la sociedad que ha sabido reinventarse
La sociedad argentina, con sus empresas, personas físicas, monotributistas, pymes, productores agropecuarios, exportadores de sectores agroindustriales, economías regionales y grandes empresas de capital nacional e internacional, han logrado sobrevivir a todas las crisis que ha sufrido la Argentina. Lo ha logrado gracias a que se ha podido "reinventar". Y lo mismo ha sucedido con las grandes empresas multinacionales dedicadas al procesamiento y las exportaciones de productos agrícolas y alimenticios. Hay que destacar que han sido estas empresas multinacionales las que ayudaron al país a salir de todas y cada una de las delicadas encrucijadas por las que hemos atravesado en estas últimas tres décadas.
La sociedad argentina se tuvo que "reinventar" ante cada crisis. Siempre pensamos que estábamos ante la última y fruto de la esperanza de que el próximo año no podía ser peor que el anterior. La sociedad civil y privada logro superó situaciones gravísimas las crisis por mediación de un gen que nos caracteriza en alto grado: el gen de la supervivencia, gen hoy de la reinvención. De mano de la tecnología, la modernización de los procesos industriales, las inversiones, las comunicaciones internas y con el exterior, los argentinos hemos conseguido sobreponernos a obstáculos que parecerían insuperables. Aquellos que no pudieron adaptarse a las nuevas situaciones, desaparecieron.
Sin embargo, hay un sector de la sociedad que se ha sobrepuesto a todas las crisis sin haber cambiado un ápice su funcionamiento. Por el contrario, ha multiplicado su presencia sin introducir innovaciones ni demostrar una mayor capacidad creativa que en el pasado. Me refiero a la política y a la actividad sindical. Se han expandido a expensas de los contribuyentes, del sector privado y de los trabajadores registrados.
Pasan las crisis, pasan las décadas y la sociedad política sigue aplicando el mismo modus operandi por la que se la reconoce desde el comienzo de la democracia. La sociedad ha madurado, la tecnología nos acerca cada vez más a un mundo totalmente distinto, las comunicaciones y los procesos productivos comerciales en tiempo real entre el proveedor y el cliente adquieren una velocidad y eficiencia inimaginables poco tiempo atrás. Se accede así a nuevos clientes y mercados. Sin embargo, el poder político no ha realizado ningún cambio para que estas oportunidades puedan ser potenciadas por cada uno de los emprendedores argentinos, hoy adormecidos por el síndrome de la pandemia. Por el contrario, la receta aplicada a la política siempre ha sido la misma: aumentar la presión impositiva y recaudadora sobre las fuerzas de la economía productiva, arruinándoles en muchos casos capacidad competitiva ante el mundo exterior.
Así las cosas, no puede sorprender que la clase política siga discutiendo las listas sabanas y dando pretextos para obras postergadas por décadas y décadas: las cloacas y el agua potable en La Matanza o la limpieza del Riachuelo. Nada se diga, además, de la utilización del dinero que los argentinos aportan con su esfuerzo diario con fines de dudosa gestión política, cuando no para convertirlos en medios de corrupción.
Qué ha pasado a los argentinos para no merecer tener esperanza ni sentir la emoción de un futuro venturo ni la de desplegar un proyecto de vida realizable y venturoso, que nos permita soñar.
Desde el comienzo de la democracia, de la mano del Dr. Raúl Alfonsín en 1983 hasta la fecha, han pasado 37 años. El país ha entrado en un declive institucional, moral y de principios éticos que será muy difícil de remontar, a menos que la sociedad en su conjunto pueda alzar su voz y marcar la agenda a la clase política del país sobre el país que queremos. Y para ello se requiere que la sociedad madure por sí misma, más allá de la exigencia del asistencialismo permanente del Estado.
Enfrentamos una de las peores crisis en toda nuestra historia, si no es la peor. Qué están pensando el Gobierno y el poder político para el día después. ¿Estarán esperando que finalice la crisis del Coronavirus para sentarse a pensar lo que es impostergable realizar? ¿No debería estar trabajando hoy el gobierno y todo su equipo, aprovechando el tiempo disponible por la cuarentena, en un plan económico, productivo, laboral y de ayuda social a los millones de personas que quedarán sin empleo y a los cientos de miles de empresas que posiblemente no puedan abrir más las puertas.
¿No debería el gobierno convocar a todos los sectores y actores de la sociedad ciudadana, urbana y rural, al empresariado nacional e internacional, al capital privado nacional y extranjero, a los gobiernos provinciales y al poder sindical, a tratar entre todos de diagramar un plan de recuperación de la Argentina?
No hay un minuto que perder. Entiéndalo quienes han asumido por la mayoría del voto popular la representación de todos los habitantes de este país acreedor a otro destino del que se vislumbra entre las sombras que hoy abruman.