La prensa vive en libertad condicional
Con la excusa de favorecer un mayor pluralismo, el Gobierno aplica métodos de censura indirecta en todo el país, como el hostigamiento a periodistas y medios o el ahogo económico
Texto del discurso que el autor, director de La Voz del Interior y presidente de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, dio el jueves pasado durante la celebración del 50° aniversario de la fundación de la entidad
La presencia de todos ustedes en este encuentro representa para nosotros una voz de aliento y de esperanza. Es un nuevo impulso para que diarios, periódicos y revistas continuemos bregando por un país equilibrado, en crecimiento, más inclusivo y solidario, con instituciones sólidas y con una ciudadanía informada y participativa. Por un país que salde su deuda en materia de libre acceso a la información pública y avance hacia un Estado transparente.
Es un aliciente para que redoblemos los esfuerzos por fortalecer a los medios impresos en tiempos de profundas transformaciones sociales y de cambios en los modos de acceso a las noticias. Para seguir trabajando por la libertad de expresión y por medios de comunicación que contribuyan al desarrollo regional y a mejorar la calidad de vida de sus comunidades.
"Sin prensa independiente -decía uno de los mensajes de la campaña institucional que difundimos este año-, la sociedad pierde una de las herramientas esenciales del sistema republicano para controlar a los gobiernos y promover la participación de la gente en el debate cívico."
Defender ese rol de construcción de ciudadanía es el mejor homenaje que podemos brindar a quienes hace 50 años ponían en marcha esta entidad, cuyo objetivo central es, hoy como ayer, la defensa de la prensa libre como mecanismo para fortalecer la democracia.
Aquéllos no eran tiempos sencillos para el ejercicio del periodismo. Ese 14 de diciembre de 1962, los diarios argentinos informaban sobre el discurso de Nikita Kruschev que destacaba cómo el mundo había conjurado el riesgo de una guerra nuclear; sobre las gestiones de John Kennedy para impulsar la Alianza para el Progreso, y, en el plano nacional, sobre la rebelión que había encabezado el depuesto comandante de la Fuerza Aérea brigadier Antonio Cayo Alsina.
Hoy también vivimos tiempos complejos, aunque el contexto es muy distinto.
En el libro que editamos para esta ocasión, recordamos que la celebración de los 50 años de nuestra entidad coincide con el centenario de la ley Sáenz Peña, de voto secreto y obligatorio, y es casi contemporánea con el bicentenario de la sesión inaugural de la Asamblea de 1813, primer intento de organización constitucional para nuestro país. Mencionamos, asimismo, que esta conmemoración precede por unos meses a los 30 años de vigencia ininterrumpida del ciclo democrático iniciado tras el oprobio de la dictadura más cruenta que recordemos los argentinos.
Y surge de ello una diferencia sustancial con aquellos inicios. Porque por entonces cada intento de restauración democrática se veía frustrado por proscripciones, conspiraciones y asonadas militares, en muchos casos con complicidad civil. La prensa, en ese contexto, disfrutaba cortos períodos de libertad, pronto interrumpidos por largas noches de censuras, persecuciones y clausuras. Hoy llevamos casi tres décadas de vida democrática. Y lo debemos valorar y destacar, así como señalar, una vez más, que subsiste un marco de libertad para el trabajo periodístico.
Pero también debemos advertir que hace tiempo que los márgenes de esa libertad se vienen acotando peligrosamente.
No hay censura, si entendemos por ello la prohibición de publicar informaciones u opiniones por la prensa. Pero hace tiempo que gobiernos elegidos por el pueblo practican otros modos de intentar silenciar a la prensa.
El hostigamiento a periodistas y medios, el ahogo económico, las persecuciones y trabas administrativas, la creación de causas judiciales por supuestos "delitos", la sanción de leyes restrictivas y aplicadas con criterios discriminatorios, la reticencia a sancionar normas de acceso a la información pública y el montaje de un vasto y costoso bloque de medios paraoficiales con recursos del Estado son sólo algunos de los mecanismos de censura indirecta que se extienden por el país y la región bajo el ropaje de fomentar mayor pluralismo.
La libertad de expresión en la Argentina está siendo asfixiada, restringida, inhibida, como dijo días atrás la Iglesia Católica, en un lúcido documento.
Periodistas y medios vivimos en libertad vigilada, en libertad condicional.
La conmemoración de este cincuentenario se produce en un clima de creciente confrontación contra la prensa, planteado desde el gobierno nacional y por no pocos gobiernos locales, lo que condiciona el libre ejercicio de la actividad.
En muchos casos, corre grave riesgo la subsistencia de medios o periodistas que se atreven a ejercer la crítica.
Nos preocupa que se sancionen leyes "con nombre y apellido".
Nos preocupa que se presione a la Justicia hasta el extremo de reemplazar o doblegar a algunos jueces e impedir el dictado de sentencias, como lo advirtió con claridad la Comisión Nacional para la Protección de la Independencia Judicial.
Nos preocupa que, como modo de condicionar líneas editoriales, se demoren soluciones para la crisis estructural que padecen las pymes del sector.
Nos preocupa que se utilice a organismos y empresas del Estado para perseguir a periodistas y medios.
Nos preocupa que, más allá de la crítica a la que debemos someternos todos los sectores de la sociedad, y más aún los que actuamos como mediadores de la opinión pública, se instale un discurso agraviante que tarde o temprano deriva en agresiones físicas.
Nos preocupa que se empleen recursos públicos para impartir premios y castigos. Nos preocupa que se apliquen discriminaciones en razón de líneas editoriales, ya que, como dijimos en nuestra reciente asamblea anual, no es una opción de los gobernantes elegir a qué medios atender y con cuáles convivir. La democracia exige igualdad de trato para todos.
Pero todo esto nos preocupa no sólo por quienes padecen estas acciones en forma directa, sino también porque cada una de estas "sanciones" contra la prensa libre tiene un efecto ejemplarizador para quienes quieran ejercer un periodismo crítico del poder político, sea un gran multimedio o un pequeñísimo semanario de pueblo. Y es, también, un eficaz modo de silenciar a otros sectores de la sociedad que, ante el riesgo de sufrir represalias desde el aparato estatal, restringen sus cuestionamientos a las políticas oficiales.
Para quienes alientan un país en blanco y negro, sólo hay dos opciones: o se está con el modelo o se está contra él.
Para los periodistas, esto significa ser militantes o -según esa concepción binaria- ser mercenarios. Los primeros, se dice, defienden ideales; los segundos, intereses económicos. Los ideales de los primeros son siempre positivos, nunca esconden intereses económicos. Los segundos carecen de ideales y sólo buscan su propio beneficio.
Según el relato oficial, los medios del Gobierno y los oficialistas defienden la democracia y al pueblo; los medios que no se someten al discurso único son "elementos de distorsión social", expresiones destituyentes, antipopulares, representantes de una burguesía retrógrada. Esta visión bipolar, sin medias tintas, descalifica a la prensa que investiga, que publica posiciones políticas diferentes o que se atreve a disentir con la mirada oficial.
En un país en blanco y negro, se dice que sólo la prensa militante expresa la verdad. Poco importa si ésta refleja la realidad.
Rechazamos esta falsa opción. Seguimos creyendo que la pluralidad de voces, la sociedad multicolor, la tolerancia a la crítica y la capacidad de asumir errores son las bases de una comunidad que crece. Que la descalificación de quien discrepa con nuestra opinión, el agravio, la persecución ideológica, la conversión de cada adversario en un enemigo, lejos de sentar las bases para una nueva sociedad, destruyen la convivencia y representan un ataque a derechos humanos fundamentales.
Permítanme que cite a nuestro orador invitado de hoy. En Política para Amador , don Fernando Savater nos dice: "Decretar que el discrepante es una especie de enfermo social es una de las más antiguas prácticas totalitarias".
Vale decirlo una y otra vez: la libertad de expresión, la libertad de prensa y el libre acceso a la información del Estado son derechos esenciales del hombre en sociedad. No comprendemos que un gobierno que dice defender los derechos humanos no respete estos tres derechos esenciales que, además, permiten verificar que todos los demás derechos y libertades sean respetados.
Porque aquella sociedad que renuncia a expresarse en libertad, que no defiende el libre acceso a la información pública, poco a poco va cediendo otras libertades.
Prensa libre es la que no se siente condicionada por los poderes políticos o económicos, la que reivindica su derecho a expresarse en libertad, la que reclama libre acceso a la información pública, la que no canjea prebendas por adulación o por silencio.
Sin un Estado transparente y sin prensa libre no peligra sólo la libertad de periodistas y editores: desaparece el derecho de los ciudadanos al control de los gobiernos. Para evitar la corrupción, para verificar que el dinero de los impuestos sea bien utilizado, para que no se arrasen otras libertades.
Por eso, nos alegra reunir en esta conmemoración a dirigentes de diferentes sectores políticos y sociales, a representantes de distintas generaciones, a colegas que piensan como nosotros y a aquellos con los que podemos discrepar y aun mantener acaloradas discusiones, pero siempre desde el respeto y la escucha atenta.
En esta asociación convivimos propietarios y directivos de grandes, medianos, pequeños y muy pequeños diarios, periódicos y revistas de todo el país. Aquellos editados por complejas estructuras empresarias y los que llegan a sus lectores por el esfuerzo de una familia o de un individuo. Medios generalistas y prensa especializada.Los que circulan por todo el país gracias a una logística muy desarrollada y los que son distribuidos por sus propios editores. Los que tienen acceso al crédito internacional y los que todas las semanas buscan el modo de pagar a sus proveedores.
ADEPA reúne a 141 medios impresos de 22 provincias de la Argentina, con una circulación conjunta diaria promedio de 1,3 millones de ejemplares. No obstante, más del 82% de nuestros asociados son pymes con circulaciones medias de menos de 10.000 ejemplares. Y más del 40% no supera los 1000 ejemplares por tirada. Hay medios críticos del gobierno nacional y otros que respaldan a la actual gestión. Todos son expresión de la polifacética y multicultural sociedad en la que vivimos. Todos son -como dice otro de nuestros avisos- responsables de generar miles de fuentes de trabajo y de expresar el potencial económico, social y cultural de pueblos, ciudades y regiones.
Por eso, nos hubiera encantado recibir también a funcionarios y dirigentes del partido que ejerce el gobierno de la Nación. Para escuchar sus razones. Para que escuchen las nuestras. Para que conozcan esta realidad, muy alejada del relato que se quiere instalar. No para que pensemos igual, sino para que pensemos en conjunto. Porque la verdad es como el viento: recorre todos los caminos, va de casa en casa, pero nadie puede proclamarse su dueño.
En estos últimos meses, los argentinos hemos vivido agobiados por fechas planteadas en clave bélica: el 13-S, el 8-N, el 20-N, el 7-D... Hubiéramos querido que en nuestro almanaque se sumara otra fecha, quizá sorprendente, pero imprescindible: el 40-R. Sí, no es un error: el 40-R. El día del reencuentro de los 40 millones de argentinos, el día en que dejemos atrás enfrentamientos, confrontaciones, miradas binarias y relatos únicos para abrir nuevos espacios de diálogo y construcción colectiva.
En estas cinco décadas, el país, la prensa y, por cierto, ADEPA vivieron momentos de esperanza, de desarrollo, de crecimiento económico y consolidación cultural, y también épocas de temores y extravíos.
Cada quiebre institucional, cada crisis económica -y han sido múltiples en este medio siglo- nos planteó desafíos, desencuentros, tensiones no siempre bien resueltas. Nadie puede cumplir 50 años y no reconocer desaciertos, desencuentros.
Cincuenta años nos dan buenos motivos para regocijarnos con circunstancias favorables, aunque sin olvidar tiempos que, mirados a la distancia, abren terreno para la reflexión y los replanteos. Pero es tan injusto juzgar el pasado sólo con la vara del presente como necio temer al futuro porque el presente se vea plagado de dificultades.
Las sociedades que progresan son aquellas que no dejan de lado su historia, que la revisan, que la recuperan, pero no para anclarse en ella, sino para encontrar allí las claves que le permitan evitar errores ya cometidos y, sobre todo, enfrentar con éxito nuevos desafíos.
Las sociedades que progresan son aquellas en las que mayorías y minorías conviven y se respetan mutuamente, en la convicción de que la verdad surge del debate y el intercambio de ideas.
Si ADEPA ha logrado consolidarse y sigue siendo hoy una institución dinámica, abierta a los cambios, es porque abreva en esos principios y en sus valores fundacionales y aprende de experiencias pasadas.
Y es, básicamente, por el aporte de los hombres y mujeres que, a lo largo de estos 50 años, han brindado su tiempo, su pasión y su creatividad para mejorar y defender el periodismo libre en la Argentina.
El grupo de fundadores que en aquella primavera de 1962 sentó las bases de esta entidad seguramente sentiría orgullo de nuestro presente y del camino recorrido.Encontraría una apuesta a la calidad periodística en cada curso de capacitación organizado por el Centro Técnico Luis A. Pérez y en cada uno de los 507 premios ADEPA entregados desde 1990 a profesionales de 112 medios de todo el país, entre 3765 participantes.
Leería la revista de la entidad, en su versión impresa o para tabletas, como un modo de difundir los ideales de la prensa libre al conjunto de la sociedad.
Se ilusionaría con las alianzas con entidades hermanas -muchas de las cuales están hoy aquí representadas-, porque sólo uniendo esfuerzos se puede enfrentar a quienes se oponen a la libertad de pensamiento.
Compartiría la alegría de cada niño participante del certamen "Pequeños periodistas en acción", porque esa alegría es símbolo de un espíritu libre e inquieto, base de una ciudadanía responsable y activa.
Suscribiría cada comunicado de la Comisión de Libertad de Prensa, porque allí se condensa el objetivo liminar de la institución: no ceder ante las presiones o los ataques, por leves que parezcan, porque una sociedad que se adormece es una sociedad que termina dominada por el autoritarismo.
Se alegraría de que de aquella vocación de unidad de la prensa impresa haya brotado otra institución que reúne a los nuevos medios, como es la Asociación de Editores Digitales Argentinos (Aedia).
Respaldaría entusiasta la decisión de crear y sostener durante los últimos 25 años al Servicio de Orientación Legal.
Disfrutaría de las oficinas y del auditorio incorporados al patrimonio de la entidad para brindar un mejor servicio a sus asociados. Y se enorgullecería de que, cinco décadas después de aquel primer acuerdo de intenciones, nuevas generaciones condensaran el mismo espíritu libertario en un decálogo asumido como compromiso.
"El trabajo periodi?stico -dice ese listado de principios- esta? guiado por el respeto hacia las personas, los principios constitucionales y los valores y las instituciones democra?ticas; la convivencia en sociedad, la participacio?n ciudadana y el pluralismo; el reconocimiento y la defensa de los derechos fundamentales, y la pre?dica por la libertad, la solidaridad, la tolerancia, la educacio?n y la justicia".
Y agrega: "El derecho a la informacio?n es ante todo de los ciudadanos, por lo cual la libertad de expresio?n, el derecho de cri?tica y el libre acceso a la informacio?n pu?blica son irrenunciables para los medios de comunicacio?n".
En este aniversario, queremos apostar una vez más a que este mismo compromiso -libertad de expresión, derecho de crítica, libre acceso a la información del Estado- sea asumido por los gobiernos de todos los niveles y por la dirigencia de todos los sectores. No en beneficio de los medios ni de los periodistas, sino de la sociedad en su conjunto. Porque la prensa libre es causa, pero también consecuencia de una sociedad libre. De una sociedad de ciudadanos con espíritu crítico, librepensadores, tolerantes, abiertos al diálogo, integrados al mundo. Una sociedad, en definitiva, que ejerce su ciudadanía en plenitud. No sólo en las urnas, sino también cada día de sus vidas, controlando que sus representantes no malversen el mandato popular.
Carlos Jornet