La princesa Marella, el último cisne
El 23 de febrero pasado murió la princesa Marella Caracciolo de Castagneto, descendiente de una de las familias más aristocráticas de Nápoles. Pero el origen nobiliario no fue lo principal ni lo decisivo en su vida. Su belleza marcó una época en la sociedad peninsular. Su elegancia y buen gusto influyeron en la moda y el diseño de interiores de Europa y los Estados Unidos. En ella, culminó el tipo de mujer que era en sí misma una obra de arte.
Hace más de diez años, en una tarde soleada de la primavera europea de 2008, la escritora e investigadora literaria Marella Caracciolo Chia ("Marellina") hablaba de sus libros en el balcón de la casa romana de una amiga común, Marina Sersale. En cierto momento, Marellina mencionó a su "potentissima zia" (poderosísima tía) y homónima, o sea a Donna Marella, viuda desde 2003 de Gianni Agnelli, el célebre empresario italiano, presidente de FIAT. Gianni y Marella eran considerados los reyes sin corona de Italia. Eran inmensamente atractivos, ricos y poderosos. Sus íntimos los protegían de la curiosidad de toda Europa con el silencio. Aquella tarde de 2008, la sobrina no volvió a nombrar a su tía.
La confianza que Marella tenía en Marellina quedó probada en 2014, cuando Rizzoli publicó El último cisne. Marella Agnelli, coescrito por la protagonista y su sobrina. El libro es el relato de la vida de Donna Marella a través de las gloriosas casas y jardines que hizo construir, restaurar, decorar o cultivar en sus propiedades de Turín, Roma, Saint Moritz, Milán, Nueva York y Marrakesh, la última de sus pasiones con la que buscó combatir el pesar por el suicidio de su hijo Edoardo a los 46 años, la muerte de Gianni en 2003 y la contienda por la herencia que debió librar contra su hija Margherita.
El título The Last Swan alude al apodo "Swan" que le puso el fotógrafo Richard Avedon para designar a Marella cuando la retrató por primera vez en diciembre de 1953, apenas casada con Gianni y ya embarazada. La imagen, un ícono del retrato contemporáneo, corta el aliento. La cara de Marella parece dibujada o irreal; el cuello no termina nunca. En su juventud había estudiado arte y diseño en París, después fue modelo para Vogue en Nueva York y asistente del gran fotógrafo Erwin Blumenfeld. En ese momento, Marella tuvo la ¿suerte? de encontrar al irresistible Gianni Agnelli, del que se enamoró perdidamente apenas lo vio. Desde el comienzo del matrimonio, Gianni fue infiel. Una de sus amantes fue Anita Ekberg en la cumbre de su hermosura. Un día, los paparazzi los sorprendieron saliendo del Grand Hotel donde habían pasado la noche. Las fotos se publicaron en las revistas italianas. Marella comprendió que nada de eso cambiaría con los años. Decidió dedicarse a construir casas con jardines y también emprendió el negocio de creación y diseño de textiles para decoración y mobiliario; se asoció con el rey de la seda, el suizo Gustav Zumsteg. Pero Gianni tuvo un infarto y ella abandonó todo lo que no fuera la atención de su esposo.
Marella debió superar muchas decepciones en su vida; entre ellas, la traición de su amigo íntimo Truman Capote, que, como Avedon, la llamaba "Swan" (cisne). El escritor se ganó la confianza y el profundo cariño de la desconfiada Marella. Hasta que Truman escribió Plegarias atendidas y, antes de publicar la novela, se la dio a leer para que le diera su opinión. La lectura la separó para siempre de él. Le dijo: "Truman, esto no es Proust. Estos son chismes. Basura". En esas páginas estaban algunos de los detalles y episodios más secretos de los Agnelli (con nombres falsos, pero reconocibles).
Como los señores del Renacimiento, Marella hizo construir nuevas villas, restaurar algunas del siglo XVII y XVIII, diseñar parques y jardines, todo con la colaboración de los mejores arquitectos y decoradores tradicionales o de vanguardia, según el caso: Gae Alenti, Renzo Mongiardino, los paisajistas Russell Page y Stéphan Boudin. Hoy, esos nobles espacios son el canto del último cisne, que se prolongará más allá de la muerte.