La reacción judía ante el perdón
"Oremos para que recordando los padecimientos sufridos por el pueblo de Israel a lo largo de la historia los cristianos sepan reconocer los pecados cometidos por muchos de ellos contra el Pueblo de la Alianza y purificar así su corazón." Así rogó el cardenal Edward Cassidy para introducir el pedido de perdón hecho por Juan Pablo II durante la liturgia cuyo alcance quedó fundamentado en el documento "Memoria y reconciliación: la Iglesia y los errores del pasado".
Una semana después de aquel acontecimiento histórico, ese "nunca más" del Papa cobrará dimensión de testimonio cuando Juan Pablo II pise el suelo donde Jesús nació y entregó su vida. El primer Pontífice que entró en una sinagoga y que, en 1994, estableció relaciones con el Estado de Israel, es el Papa "del diálogo y la reconciliación, el que más ha hecho por cimentar una nueva etapa en la relación judeo-católica", escribió Mordejai Levin, el rabino de la Asociación Religiosa y Cultural Israelita Lamroth Hakol. A diferencia de los que critican la falta de una expresa mención al Holocausto en el pedido del Papa -la Shoah y el antisemitismo condenado por la Iglesia forman parte del histórico documento-, muchos otros prefirieron exaltar la buena dirección y la magnitud del gesto.
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A partir de la única palabra hebrea estampada en el documento ("Teshuva") y de su atinada interpretación de que, si bien suscripto por la Comisión Teológica Internacional, fue la base de la liturgia presidida por el Papa, el rabino Abraham Skorka, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano ofreció una relectura judía del texto católico.
La Teshuva no es un sustituto de la pena o de la indemnización, sino su complemento; según la concepción talmúdica, es el proceso por el cual el hombre se esfuerza por superar sus carencias espirituales, transformándose en un nuevo ser. Para el rabino, el análisis del documento vaticano debería hacerse desde la perspectiva de la Teshuva: "Si su esencia última fuese meramente pedir perdón por los errores y ponerle con ello punto final a la historia, sería superficial. Pero si es analizado como el primer paso de un largo camino, con el que se condenan el antisemitismo y los distintos errores cometidos en el pasado, con el compromiso de seguir hurgando en la historia y de darles respuesta a los interrogantes pendientes y, por sobre todo, de esforzarse por crear -junto a Dios- un nuevo ser, entonces el documento será trascendente".
Para Skorka, más allá de toda disidencia, la actitud de Juan Pablo II refleja coraje, valentía y humildad, "elementos indispensables para el comienzo de la Teshuva".