Actividad religiosa. La reaparición de Justicia y Paz
Durante un período excesivamente prolongado la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina estuvo inactiva y en silencio. Sólo en julio último hubo indicios de que la jerarquía católica recuperaba la voluntad de abrirle otra vez un espacio a un organismo concebido para posibilitar la activa y responsable participación de los laicos en el estudio de las cuestiones socioeconómicas y políticas más acuciantes. Entonces, los obispos aprobaron su nueva conformación luego de haber designado asesor a monseñor Gerardo T. Farrell, un prelado que a su reconocida trayectoria pastoral y a su versación en materia de doctrina social de la Iglesia unía la peculiar circunstancia de ser obispo coadjutor de Quilmes, es decir, de desempeñarse junto a monseñor Jorge Novak, uno de los obispos argentinos más concretamente comprometidos en la defensa de los derechos humanos, temática propia de la Comisión de Justicia y Paz.
Resultó, pues, atinado que se quisiera hacer coincidir la reaparición pública de la Comisión con la jornada en la que se cumplieron 50 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. El escenario, la sede de la Acción Católica Argentina, fue también apropiado para subrayar el sentido del compromiso laical. Y otro tanto puede decirse del orador principal escogido para el acto, el ya citado obispo de Quilmes, monseñor Novak. Fue en ese adecuado marco que la Comisión de Justicia y Paz hizo conocer su primer pronunciamiento en bastante tiempo con la esperanza de que ello movilice a otros "laicos igualmente comprometidos a la reflexión sobre la atención que corresponde dar a la persona humana en su totalidad".
Preside ahora la Comisión el doctor Armando S. Andruet (h), decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Córdoba y la integran el presbítero Julio Méndez, Humberto Terrizzano, Horacio Ghilini, Ludovico Videla y Carlos Custer. Como consultores permanentes figuran Julio C. Alzueta, Javier Alonso Hidalgo, Javier Grau Riembau, Florencio Arnaudo, Luis Zone, Pedro Lella, Joaquín Reynoso y José M. Vera.
Una preocupación
Entre otras, una preocupación quedó expresamente manifiesta y está implícita a lo largo del texto: no basta el reconocimiento de los derechos humanos en su letra si no se procura por todos los medios que puedan hacerse efectivos. Y ello es responsabilidad de toda la sociedad y de manera especial de los gobernantes porque "no respeta los derechos humanos quien no hace todo lo que esté a su alcance para facilitar su realización".
El apartamiento del orden constitucional, la violación del orden jurídico, terrorismos, subversión, represión, desaparición de personas, el flagelo del aborto, las condiciones de extrema pobreza y de estructuras económicas injustas que originan grandes desigualdades, son citados entre "las sombras" que aparecen en las últimas décadas de nuestra historia como flagrantes violaciones de los derechos de la persona.
También se anota especialmente la reforma de 1994 que incorporó como texto constitucional instrumentos del orden internacional que protegen los derechos humanos aunque no dejará de advertirse que no es el Estado quien otorga esos derechos y que "la dignidad de los seres humanos no es un atributo que se les adosa a los hombres acorde a alguna temporalidad y exigencia de la Nación, sino que lo acompañan mientras vive y, por lo tanto, no son dispensables ni cuando sufre, ni cuando muere".
La reflexión, que no deja de denunciar cierta demagogia en el tema de los derechos humanos "sobre la base de que se silencia la importancia y necesidad de que los hombres cumplan con sus deberes, para poder efectivizar en la práctica social los derechos", incluye un interesante tramo dedicado a sugerir pistas para el debate con una mirada prospectiva sobre la cuestión.
Así, de cara al inminente milenio proclama que "admitir que la pobreza de unas naciones o de continentes enteros, resulta una condición necesaria (... ) resulta una vía racionalmente intransitable", e imagina que la promoción de espacios de concordancia y amistad cívica será una dimensión novedosa de los derechos humanos del próximo siglo cuando una sociedad globalizada tenga por rasgo común la pérdida de la fraternidad.
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