La relación con Estados Unidos es esencial
En esta nueva etapa se impone debatir y precisar rumbos para las políticas esenciales para el país, una de las cuales atañe a la relación con los Estados Unidos, un vínculo de la mayor gravitación, pero que, sin embargo, ha sido a menudo insatisfactorio, cruzado por desencuentros producto de errores mutuos.
El involucramiento del embajador Braden en las elecciones de 1946, las actitudes ambiguas de los EE.UU. con los gobiernos militares argentinos o la participación norteamericana en la Guerra de las Malvinas son sólo ejemplos por el lado de Washington. Por el nuestro, han abundado episodios de pueril antiamericanismo de parte de nuestra dirigencia política e intelectual, a menudo expresados en gestos ampulosos, oportunistas y demagógicos, dirigidos al consumo interno, pero con nefastas consecuencias para la percepción internacional. En el pasado, algunos double standards norteamericanos en cuestiones vitales para la Argentina (derechos humanos, democracia, paz y seguridad, comercio internacional) fueron respondidos desde aquí con una pertinaz política de la inconsistencia, pendulando entre "relaciones carnales" y la "política del alicate", incluso implementadas por el mismo partido político.
Con todo, la copa visible del árbol de aquellos desentendimientos históricos es ciertamente menor que la envergadura de nuestras enraizados entendimientos. Al fin y al cabo, nuestras constituciones son parientas cercanas, nuestros ideales pueden apuntar a similares alturas, como lo demostraron Wilson e Yrigoyen, y nuestros perfiles sociológicos, producto de sociedades abiertas a las grandes inmigraciones y a la convivencia con la diversidad, son simétricos. Este humus esencial no debe ser menospreciado, y constituye la plataforma desde donde proyectar nuestro futuro en común.
Ambos países hemos aprendido de nuestros errores en el pasado y hoy nos hallamos más próximos unos de otros en grandes materias de la agenda global, como son la democracia, los derechos humanos, la libertad, el respeto a la ley internacional y la paz y la seguridad mundiales. Esto no significa que debamos aspirar a carecer de disidencias, pues todos los países, aun los aliados, las tienen. Pero sí disponemos hoy mejor que nunca de la posibilidad y el deber de acotar las controversias y expandir al máximo el potencial de nuestras coincidencias.
Por el lado de los EE.UU., el gobierno demócrata de Obama está dando pruebas de su vocación por producir cambios profundos en su política hacia América latina. El caso de Cuba es definitivo. Ésta es una oportunidad que la Argentina no debería desaprovechar. Es imprescindible salir de la trampa de la política pendular con que hemos signado esta relación.
La fórmula de una "relación madura y de respeto mutuo", como propuso el presidente Alfonsín, constituye una base constructiva desde donde repensar la relación. El respeto norteamericano a una nación orgullosa como la Argentina debe ser correspondido con una actitud madura de nuestro lado. La garantía de esta fórmula debe ser el compromiso mutuo de la coherencia entre lo que se diga y lo que se haga. Esto es una apuesta a la buena fe y a la confiabilidad, dos notas esenciales de toda buena diplomacia.
A propósito, se han cumplido treinta años de la inauguración en 1985 de las Rondas de Conversaciones Bilaterales Argentino-Estadounidenses en Materia Nuclear, inauguradas por los embajadores Kennedy y Saracho, que fueron decisivas para despejar el más espinoso disenso bilateral de la época, como era el de la seguridad, y que constituyeron un modelo de diálogo "maduro y respetuoso" en las cuestiones más difíciles de la agenda bilateral. Es de desear que la Cumbre de Seguridad Nuclear que tendrá lugar en Washington del 31 de marzo al 1° de abril, en la que confluirán los presidentes Obama y Macri, ofrezca una oportunidad para recuperar al más alto nivel aquel constructivo espíritu de diálogo. Una ocasión significativa, por ser la seguridad no sólo "el tema" por excelencia de la agenda mundial, sino, además, aquel en el que la Argentina goza de mayor prestigio internacional.
Lo esencial consiste en que ambos países asuman sinceramente que la Argentina no tiene un futuro promisorio sin una asociación mutuamente satisfactoria con los Estados Unidos, y la política hemisférica de este último nunca se completará sin un entendimiento fundamental con la Argentina.
Diplomático de carrera y miembro del Club Político Argentino