La revancha de las vacaciones para el cerebro
¡Revancha! Este es el momento de volver a tomarse vacaciones. En 2020, bajo el shock de la pandemia, todavía novedosa, un 54 por ciento de los argentinos no nos tomamos vacaciones. Según una encuesta de Zonaprop, ahora la cifra se revirtió: somos un 74 por ciento los que planeamos irnos a donde sea a descansar.
Nos lo ganamos.
La OMS acaba de publicar el primer estudio a nivel global sobre los efectos de trabajar en exceso. Las personas que dedican a su ocupación 55 horas semanales o más de forma regular tienen un 35 por ciento más de chances de morir por enfermedad cardíaca. Entre 2000 y 2016, las muertes cardíacas por exceso de trabajo crecieron un 42 por ciento y el número de personas que trabajan más de lo recomendable no para de crecer. El National Bureau of Economic Research de Estados Unidos publicó que –pospandemia– estamos trabajando, en promedio, 48 minutos más por día. El tiempo que dura una clase entera de yoga. Según Goldman Sachs, los trabajadores en Estados Unidos incrementaron su productividad un 3 por ciento. El teletrabajo borra las fronteras entre la oficina y la casa. Aunque hoy todos preferiríamos borrar la frontera entre la casa y alguna playa.
La OMS acaba de publicar el primer estudio a nivel global sobre los efectos de trabajar en exceso. Las personas que dedican a su ocupación 55 horas semanales o más de forma regular tienen un 35 por ciento más de chances de morir por enfermedad cardíaca.
Hay cientos de estudios sobre las consecuencias positivas de las vacaciones para el cerebro. Sabemos, por ejemplo, que el efecto antiestrés se desvanece a los pocos días de volver, que recordamos mucho más el final del viaje que todo lo que pasa en el medio. Y que, en un resultado poco sorprendente pero muy divertido, una de las razones que explican nuestro gusto por vacacionar es que tener un jefe cerca es una fuente constante de dolor emocional, según un estudio de Daniel Kahneman.
A la vez, se sabe que no todo descanso sirve. Como el colesterol, hay bueno y malo. Shawn Achor y Michelle Gielan son dos divulgadores que vienen investigando y difundiendo consejos para que las vacaciones resulten realmente beneficiosas. Publicaron en el Harvard Business Review una lista de cuatro cosas que no deben faltar en la valija del viajero feliz:
1) Planear las vacaciones con tiempo porque disfrutamos mucho de los preparativos.
2) Irse bien lejos, cambiar de escenario: Twitter estudió el humor de los posteos de sus usuarios y descubrió comentarios más felices cuanto más lejos estuvieran de sus casas.
3) Delegar o minimizar la parte más estresante de la organización, la logística, los detalles.
El problema es que todas estas recomendaciones –fundadas en encuestas o experimentos–, se llevan pésimo con la pandemia. Planear con tiempo es una quimera. Pregúntenles a los varados o a los que se iban a Estados Unidos con dos dosis de Sputnik. Irse lejos aumenta las chances de tener que cancelar todo, porque más fronteras son más regulaciones. Y los detalles logísticos se multiplicaron. En WhatsApp circulan instructivos para aprender a completar la declaración jurada de migraciones o para conseguir el resultado del PCR a tiempo. Lo peor, sin embargo, llega con la cuarta y última recomendación, que nos puede hacer reír… o llorar:
4) Hacerse amigos en el destino elegido, dejarse aconsejar por los locales, socializar, porque eso nos ayuda a reducir el estrés que produce el ambiente desconocido.
Eso sí que puede ser imposible en este momento, cuando cuesta socializar incluso con los amigos que ya tenemos, y el contacto estrecho es como una mancha venenosa.
Claro que antes de la pandemia tampoco era seguro que toda vacación fuera un buen descanso. Una serie de investigaciones de los 90, de las universidades de Washington y Northwestern, describieron el “efecto color de rosa” que aplicamos a las vacaciones. En la previa somos felices y optimistas. Al regresar recordamos los momentos más sobresalientes: si fueron buenos para reafirmar lo que anticipábamos, y si hubo alguno malo para construir anécdotas. En cambio olvidamos fácilmente lo que pasa en el medio, las pequeñas molestias que nos acecharon: mosquitos, insolaciones, cansancio, equipajes perdidos. En un experimento muy citado, el investigador Ed Diener les pidió a los participantes que calificaran sus experiencias en cada día de sus vacaciones, y luego les dieran puntos a las vacaciones en su conjunto. El mayor puntaje fue siempre el del recuerdo general y más lejano a los hechos.
Con todo, mejor tratar de irse. Y acá va un verdadero hallazgo: una investigación alemana que tomó información de 26.000 personas en Europa concluyó que los más felices son los que están en contacto con una mayor diversidad de especies de aves. Acercarse a la naturaleza parece tener sentido; me lo contó un pajarito.