La sonata inmoral (Beethoven sexta parte)
Entre las obras de cámara de Beethoven, la Sonata para violín y piano en la mayor, opus 47, mejor conocida como "Kreutzer", ocupa un lugar aparte. La formación de violín y piano no volvería a ser la misma después de esta pieza publicada en 1802. Beethoven la definió, en su italiano defectuoso, como en "uno stilo molto concertante, quasi como d’un concerto". El primer movimiento, con su drama y su furor, bastan para probar la condición dramáticamente concentrada. Pero hay que decir que sus méritos formales, al margen de su suerte en las salas de concierto, resultaron para algunos críticos más bien dudosos.
Por otra parte, la pieza fue llevada a otros ámbitos cuando Leon Tolstoi decidió llamara Sonata a Kreutzer a su novela breve de 1889, en la que hay también incidentalmente un juicio crítico de tipo específicamente musical. De los tres movimientos de la sonata, a Tolstoi le importa únicamente el primero. "Después del Presto –nos dice el narrador– tocaron un Andante maravilloso, pero ordinario, nada nuevo, con unas variaciones vulgares y un final muy flojo". Hay que leer aquí el eco de un desequilibro que se le solía imputar a la sonata. En esa novela breve de Leon Tolstoi, Pózdyshev –el narrador en cuestión– viaja en tren con único propósito: contar un secreto, el del crimen que cometió. Sin embargo, además de esa confesión inútil para el mundo, de una condena de la música, del matrimonio y de las relaciones entre hombre y mujer, la Sonata a Kreutzer, la novela, encierra también una escueta teoría del arte, la del propio Tolstoi.
Ya dijimos que, de la fuente beethoveniana, le importaba nada más que el primer movimiento (y dentro de él apenas el Presto de la sección central), que es el propicia el acercamiento entre su mujer al piano y el violinista Trujachevsky. Leamos entonces: "¿Conoce usted el primer Presto? Esta sonata es terrible. Aunque la música en general es terrible. ¿Qué es eso? No lo entiendo. ¿Qué es la música? ¿Qué produce? ¿Y por qué produce ese efecto? [...] La música hace que me olvide de mí mismo, de mi situación real, me traslada a otra situación que no es la mía: bajo el efecto de la música, me parece que siento lo que no siento, que comprendo lo que no comprendo y que puedo hacer lo que no puedo". Más adelante informa además que la música "sólo excita, no culmina" y que ese Presto de la Kreutzer no se puede tocar "en un salón entre damas escotadas".
Si consideramos las cosas desde esta perspetiva, Pózdyshev es no tanto un homicida como, si se permite el neologismo, un "melocida". El móvil amoroso queda relegado por el estético.
¿Cuánto hay de Tólstoi y cuánto de una lectura posible de la música de Beethoven? La pregunta constituye un expediente irrelevante porque nadie sabe qué hay realmente en el interior de una sonata, o de cualquier pieza de músia, dado que que eso que hay adentro es puramente musical y, por lo tanto, no admite traducción en palabras.
Por otro lado, la Sonata a Kreutzer de Tolstoi es, después de todo, una ficción, se dirá, y no nos asiste el derecho de atribuirle al escritor las presunciones de Pózdyshev. Nada más cierto, aunque con una salvedad: Tolstoi consignó especulaciones semejantes en libros que no tenían nada de ficción. Por ejemplo, en ¿Qué es el arte?: "Vemos que todo el arte, el falso y el verdadero, se dedican a describir y ensalzar las diferentes manifestaciones del amor sexual [...] El arte contemporáneo tiene un único fin: propagar la depravación". Hay más. "Todo lo que contiene este libro lo he escrito únicamente para establecer unos principios razonales que permitan evaluar el arte. Y esos principios me descubren ahora que la Novena sinfonía de Beethoven no es una buena obra de arte". Ese principio es, en Tolstoi, moral. Condena un arte que se refleja en un espejo ilusorio, un arte enamorado del arte en lugar de uno que lleve más allá de él. Es curioso: Beethoven seguramente estaría de acuerdo.