La trama inagotable
Teje. Como las mujeres norteñas el dibujo de silencios, cactus y montañas. Como la araña solitaria en un rincón cualquiera de la casa. Como los loros que transformaron las trampas para palomas en nidos alborotados. El hombre teje. Es su trabajo, allá en la lejana Pakistán. Pero no teje con hilo de la mansa oveja o la altiva llama. No teje con la magia traslúcida de la araña, ni con las ramitas y pastos secos de las plazas. Teje con los férreos barrotes del progreso, con su insistente e inagotable trama, que se materializa, en este caso, en un camino, acaso la expresión más icónica de esa promesa. Este obrero arma la estructura de una nueva ruta en Peshawar, una más que unirá puntos lejanos y dará velocidad a la circulación y hará borrosos los paisajes tras la ventanilla. "Estamos en una ruta hacia ningún lugar", dice la canción de Talking Heads. No resulta improbable que apenas terminado, algún turista occidental transite por el camino tarareándola.