La versión india del síndrome de China
CAMBRIDGE, Massachusetts
EN los próximos años, la India podría convertirse en el caso más importante, entre los menos divulgados, de la economía mundial. Con sus 1000 millones de habitantes -nada menos que una sexta parte de la humanidad-, es la mayor democracia del planeta; sin embargo, permanece fuera de la pantalla del radar para la mayoría de los observadores de la economía mundial. Esto podría cambiar muy pronto, porque la India se ha puesto en marcha. Si mantiene su rumbo con reformas económicas, en pocos años será una de las economías de crecimiento más rápido y uno de los lugares preferidos por los inversores extranjeros. Probablemente, el éxito económico irá acompañado de un acrecentamiento de su influencia política internacional, que beneficiará tanto la causa de la democracia como la economía global.
Adelantos importantes
Su bajo perfil es fácilmente comprensible. Cuando se independizó, hace medio siglo, el flamante primer ministro, Jawaharlal Nehru, la encaminó hacia el proteccionismo y el socialismo, dos de las estrategias económicas más contraproducentes de los tiempos modernos. No obstante, ni el capitalismo ni la apertura a los inversores extranjeros parecieron cursos prudentes para un país con varias décadas de lucha contra el imperialismo británico. La India logró adelantos importantes en las ciencias, la agrotecnología y las instituciones democráticas, pero su economía se mantuvo, durante decenios, por debajo de su potencial. El panorama sólo mejoró a mediados de la década del 80, cuando la India optó por reformar el mercado. En 1991, rompió, por fin, los grillos de una estrategia económica fallida con un viraje decisivo hacia la apertura comercial y la liberalización del mercado.
Durante los años 90, la India se afirmó como una economía de mercado integrada al mundo. A causa de su pobreza, su complejidad y su vastedad (hasta las elecciones nacionales deben extenderse por varias semanas, para poder recibir los centenares de millones de votos), las reformas del mercado han sido graduales, pero han absorbido los impactos con notable elasticidad. Al promediar la década, el colapso de la vieja estructura política centralizada, construida en torno al Partido del Congreso de Nehru, dio paso a una serie de gobiernos multipartidarios débiles. Pero lo cierto, y lo extraordinario, fue que cada nuevo gobierno respaldó la globalización y las reformas del mercado, a punto tal que casi todos los grandes partidos han llegado a un consenso nacional respecto a la orientación básica de las reformas.
En las elecciones del año pasado, el gobierno actual obtuvo un mandato fuerte y un margen de varios años para profundizar y ampliar las reformas. Con este mandato político, la India tiene la posibilidad de dar un gran paso hacia un crecimiento rápido. Varios factores coadyuvan a ello:
- Finalmente, se advierte una desaceleración (aunque todavía insuficiente) del crecimiento demográfico. Aumentará el porcentaje de habitantes en edad de trabajar y disminuirá la población infantil. Esto debería elevar el ingreso per cápita.
- Las antiguas barreras a la educación de las niñas y las castas inferiores van cediendo a las presiones democráticas y los enérgicos reclamos de instrucción universal. Éste podría ser el envión social más impresionante hacia un crecimiento económico rápido y un mejor nivel de vida.
- Como fruto de varias décadas de inversiones en ciencia y tecnología, la India está creando una fuerte base tecnológica para una economía moderna. Aunque muchas áreas rurales no han salido de su empobrecimiento, en todo el país están brotando dinámicos centros urbanos de tecnología informática. Bangalore, Hyderabad, Chennai (ex Madrás) y Mumbai (ex Bombay) se están convirtiendo en centros exportadores de software y hardware , la avanzada de la moderna economía india. En pocos años, estas exportaciones han saltado de unos centenares de millones de dólares a alrededor de 5000 millones, previéndose unos 30.000 millones, o más, para 2005.
Dos grandes metas
El auge económico chino de los años 80 podría repetirse en la India en la primera década del nuevo siglo. De mantenerse y ampliarse el consenso nacional respecto a las reformas, podrían alcanzarse dos grandes metas. Primera: disfrutar de un decenio de "duplicación de ingresos"; en otras palabras, el PBI per cápita se duplicaría efectivamente para el 2010. Esto requeriría alrededor de un 7 por ciento de crecimiento anual del ingreso per cápita, cosa factible en las actuales condiciones económicas. Segunda: crear, por primera vez en su historia, un sistema de alfabetización y educación universales. Sería otro avance social impresionante y asequible desde una perspectiva realista.
Estas metas exigen un duro esfuerzo por parte del gobierno y la sociedad. Lo más importante es que todas las grandes agrupaciones políticas respalden el concepto de instrucción universal, compromiso que, en la práctica, no ha existido por décadas. Luego, el gobierno debe encabezar un esfuerzo reformista masivo. Por ejemplo, pese a la retórica nacionalista de las empresas estatales y los gremios asociados a ellas, debería decidir la privatización de la vasta red de telecomunicaciones, sin excluir a los inversores extranjeros. Sólo así el país puede abrigar la esperanza de tender una red telefónica y de fibras ópticas que lo catapulte hacia una moderna economía de la información.
Habrá otras medidas económicas políticamente duras; por ejemplo, refrenar los subsidios a la electricidad, que debilitan el presupuesto y dificultan la obtención de nuevas inversiones en áreas rurales. (Por años, han prometido a los agricultores una electricidad tan barata, que los proveedores privados son reacios a invertir más dinero.) También habría que reformar las finanzas, los mercados laborales, el área de inversiones extranjeras y el sistema tributario. Otra meta sería aumentar los gastos estatales en investigación y desarrollo, especialmente en salud, agricultura, medio ambiente e informática.
A pesar de los viejos obstáculos políticos que traban algunas de estas reformas, quizá sea éste el momento más oportuno para dar un paso trascendental. La India confía en sí misma, sobre todo en vista de una década de reformas exitosas y un papel cada vez mayor en el mundo de la alta tecnología. Su nuevo gobierno posee un mandato electoral. Quienes trazan sus políticas tienen presentes las realidades demográficas favorables. Si no puede avanzar ahora, ¿cuándo podrá?
Jeffrey D. Sachs es profesor titular de la cátedra Gallen Stone de comercio internacional y director del Center for International Development, de la Universidad de Harvard.